Yo leo a los maestros

viernes, 20 de noviembre de 2020

Langston Hughes (1902 - 1967) Estados Unidos


 Enemigo

En cualquier caso,
sería lindo
encontrarte cara a cara
algún día
descendiendo por
el camino hacia el infierno…
Mientras yo resurjo
sintiéndome maravilloso
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Dioses

Los dioses de marfil,
Y los dioses de ébano,
Y los dioses de jade y diamantes,
Permanecen silenciosamente en las repisas del templo
Mientras la gente
Está asustada.
Sin embargo los dioses de marfil,
Y los dioses de ébano,
Y los dioses de jade y diamantes,
Son solo tontas marionetas de los dioses
Que la gente ha creado
Para sí misma.
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El Blues Abatido The Weary Blues

Zumba una melodía somnolienta y sincopada
Meciéndose adelante y atrás en un canto suave,
Escuché un negro tocar.
La otra noche en la avenida Lenox
Bajo la penumbra pálida de una vieja luz de gas

Se balanceaba lento...
Se balanceaba lento...
Al compás de este Blues Abatido.
Sus manos de ébano sobre las teclas de marfil
Haciendo gemir al pobre piano con melodías.
¡Oh Blues!
Balanceándose en su taburete desvencijado
Tocaba esa melodía tan triste como un tonto musical
¡Dulce Blues!
Sale del alma de un hombre negro.
¡Oh Blues!
Con una voz profunda canta ese tono melancólico
Escuché un negro cantar, y ese viejo piano que gime—

"No tengo a nadie en este mundo,
No tengo nadie más que yo.
Ya es es hora de dejar esta cara
Y guardar mis problemas."

Pum, pum, pum golpeó el suelo con el pie.
Tocó algunos acordes y después cantó un poco más —

"Tengo el Blues Abatido
Y no me puedo contentar.
Tengo el Blues Abatido
Y no me puedo contentar—
Nunca más seré felíz
quisiera morír."

Hasta bien entrada la noche canturreó esa melodía.
Las estrellas salieron y también la luna.
El cantante dejó de tocar y me fui a la cama
con el Blues Abatido todavía en la cabeza.
Durmió como una roca o un hombre que estaba muerto.
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Justicia

Que la Justicia es una diosa ciega
es algo que los negros sabemos bien:
Su vendaje esconde dos llagas purulentas
que tal vez en otro tiempo fueron ojos.
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La nota del suicida

El calmo,
frío rostro del torrente
me pidió un beso.
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Harlem

¿Qué le sucede a un sueño postergado?
……¿Se seca
……como una pasa al sol?
……¿O se infecta como una llaga—
……y luego supura?
……¿Apesta como carne podrida?
……¿O se vuelve una costra dulce—
……como el almíbar?

……Tal vez sólo se hunde
……como una carga pesada.

……¿O acaso explota?
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El negro habla del río
 
He conocido ríos:
He conocido ríos tan ancianos como el mundo
y más antiguos que el fluir de la sangre en las venas humanas.

Mi alma se ha vuelto tan profunda como los ríos.

Yo me bañé en el Éufrates cuando aún eran jóvenes los amaneceres.
Yo construí mi choza junto al Congo y él me arrulló.
Yo miré el Nilo y construí las pirámides por encima de él.
Yo escuché la canción del Mississipi
cuando Abe Lincoln bajó a Nueva Orleans y he visto
su seno fangoso dorarse con los atardeceres.

He conocido ríos:
Viejos, brumosos ríos.
Mi alma se ha vuelto tan profunda como ellos.

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Negro

Yo soy un Negro:
Negro como la noche es negra.
Negro como lo profundo de mi África.

He sido esclavo:
César me ordenó mantener limpio su umbral. 
Lustré las botas de Washington.

He sido obrero:
De mis manos surgieron la pirámides.
Yo hice la mezcla para el Woolworth Building.

He sido cantante:
Todo el camino, de África a Georgia,
cargué con mis canciones tristes.
Yo inventé el ragtime.

He sido víctima:
Los belgas me cortaron las manos en el Congo.
Me siguen linchando en Mississipi.

Yo soy un Negro:
Negro como la noche es negra.
Negro como lo profundo de mi África.
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El vecino


En el sur él se colocaba él mismo en la escalera de entrada – y miraba el sol pasando…
Aquí en Harlem, cuando está completo su trabajo – él se coloca en un bar con una cerveza.
Parece más alto que es, y más jóven que no es.
Parece su piel más oscura que es, también – y él es más listo que muestra su rostro.
No es listo, ese vato es un bufón tonto.
Aw, no es eso tampoco – es un buen hombre, salvo que platica demasiado.
A decir verdad es un tipo estupendo – pero cuando toma el vaso, bebe rápido.
A veces no bebe.
Es cierto, sólo deja estar allí su vaso – nada más.
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“Tarea para el segundo curso de inglés”

El profesor nos dijo:
Pueden irse a casa.
Esta noche escribirán una página:
que lo que escriban venga de ustedes,
así expresarán algo auténtico.

Me pregunto si es así de simple.
Tengo veintidós años, soy de color, nací en Winston-Salem.
Ahí asistí a la escuela, después en Durham, después aquí.
La Universidad está sobre la colina, dominando Harlem.
Soy el único estudiante de color en la clase.
Las escaleras que descienden por la colina desembocan en Harlem:
después de atravesar un parque, cruzar la calle San Nicolás,
la Octava Avenida, la Séptima, llego hasta el edificio “Y”
― la YMCA de Harlem Branch ― donde tomo el elevador,
entro en mi cuarto, me siento y escribo esta página:

Para ti no debe ser fácil poder identificar lo que es auténtico, tampoco lo es
para mí a esta edad: veintidós años. Supongo, sin embargo, que en todo
lo que siento, veo y escucho, Harlem, te escucho a ti:
te escucho, me escuchas; tú y yo ―juntos― estamos en esta página.
(También escucho a Nueva York) ¿Quién eres―Quién soy?
Bien: me gusta comer, dormir, beber, estar enamorado.
Me gusta trabajar, leer, me gusta aprender, e intentar comprender el sentido de la vida.
Quisiera una pipa como regalo de Navidad,
quizás unos discos: Bessie, bebop, o Bach.
Supongo que el hecho de ser negro no significa que me gusten
cosas distintas a las que les gustan a personas de otras razas.
¿En esta página que escribo se notará mi color?
Ciertamente ―siendo lo que soy― no será una página en blanco.
Y sin embargo
será parte de usted, maestro.
Usted es blanco,
y aun así es parte de mí, como yo soy parte de usted.
Eso significa ser americano.
Quizá usted no quiera ser parte de mí a veces.
Y en ocasiones yo no quiero ser parte de usted.
Pero, indudablemente, ambos somos parte del otro.
Yo aprendo de usted,
y supongo que usted aprende de mí:
aun cuando usted es mayor ―y blanco―
y, de alguna forma, más libre.

Está es mi tarea del Segundo Curso de Inglés.
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Jazzonia

¡Oh, árbol de plata!
¡Oh, ríos brillantes del alma!

En un cabaret de Harlem
Seis Jazzistas de cabeza alargada tocan.
Una bailarina con ojos  vivaces
Se levanta lo más alto el vestido de seda de oro.

¡Oh, un árbol cantando¡
¡Oh, ríos brillantes del alma!.
¿Eran los ojos de Eva
En el primer jardín
Sólo un poco demasiado atrevidos?
¿Era la hermosa Cleopatra
En un vestido de oro?

¡Oh, un árbol brillando¡
¡Oh, ríos de plata del alma!

En el torbellino de un cabaret
Seis Jazzistas de cabeza alargada tocan.
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A medida que crecía 

(As I Grew Older).
Fue hace mucho tiempo.
Casi he olvidado mi sueño.
Pero estaba allí entonces,
Delante de mí,
Brillante como el sol -
Mi sueño.
Y luego el muro se levantó,
Se levantó lentamente,
Poco a poco,
Entre yo y mi sueño.
Se levantó hasta tocar el cielo -
El muro.
Sombra.
Soy negro.
Yazco bajo la sombra.
Ya no es la luz de mi sueño antes que yo,
Por encima de mí.
Sólo el grueso muro.
Sólo la sombra.
¡Mis manos!
¡Mis manos oscuras!
¡Rompen el muro!
¡Buscan mi sueño!
Ayúdame a romper esta oscuridad,
Para romper esta noche,
Para romper esta sombra
En mil luces del sol,
En mil sueños que giran
¡El sol!
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Sueños

Aférrate a tus sueños
Porque si los sueños mueren
La vida es un pájaro de alas rotas
Que no puede volar.
Aférrate a tus sueños
Porque cuando los sueños se van
La vida es un campo estéril
Congelado por la nieve.
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Harlem
 

Aquí al borde del infierno
Se encuentra Harlem-
Recordando
Las viejas mentiras,
Las viejas palmaditas
En la espalda,
El viejo “tened paciencia”
Que ya nos habían dicho antes.
Sí, claro que recordamos.
Ahora, cuando el tendero de la esquina
Dice que el azúcar ha subido otros dos centavos,
Y que uno el pan,
Y que los cigarrillos llevan un nuevo impuesto-
Recordamos el trabajo que nunca tuvimos,
El que nunca pudimos conseguir,
Y el que no tenemos ahora
Porque somos de color.
Y aquí estamos
A la orilla del infierno
En Harlem
Y miramos hacia el resto del mundo
Preguntándonos
Qué vamos a hacer
A pesar de lo que
Recordamos.

domingo, 11 de octubre de 2020

Louise Glück (1943 - ) Estados Unidos


 El espino


Al lado tuyo, pero no

de tu mano: así te miro

andar por el jardín

de verano: las cosas

que no pueden moverse

aprenden a mirar. No necesito

perseguirte a través

del jardín; en cualquier parte

los humanos dejan

señal de lo que sienten, flores

esparcidas en el polvo del camino, todas

blancas y doradas, algunas

levemente alzadas

por el viento de la tarde. No necesito

seguirte adonde estás ahora,

hundido en la ponzoña de este campo, para

saber la causa de tu huida, de tu humana

pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa

dejarías caer todo aquello

que has acumulado?

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Puesta de sol


En el mismo instante en que se pone el sol,

un granjero quema hojas secas.

No es nada, este fuego.

Es cosa pequeña, controlada,

como una familia gobernada por un dictador.


Aun así, cuando arde, el granjero desaparece;

es invisible desde el camino.


Comparados con el sol, aquí todos los fuegos

son breves, cosa de aficionados;

se acaban cuando se consumen las hojas.

Entonces reaparece el granjero, rastrillando cenizas.


Pero la muerte es real.


Como si el sol hubiera terminado lo que vino a hacer,

hubiera hecho crecer el campo y entonces

hubiera inspirado la quema de la tierra.


Así que ahora puede ponerse.

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El iris salvaje


Al final del sufrimiento

me esperaba una puerta.


Escúchame bien: lo que llamas muerte

lo recuerdo.


Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.

Y luego nada. El débil sol

temblando sobre la seca superficie.


Terrible sobrevivir

como conciencia,

sepultada en tierra oscura.


Luego todo se acaba: aquello que temías,

ser un alma y no poder hablar,

termina abruptamente. La tierra rígida

se inclina un poco, y lo que tomé por aves

se hunde como flechas en bajos arbustos.


Tú que no recuerdas

el paso de otro mundo, te digo

podría volver a hablar: lo que vuelve

del olvido vuelve

para encontrar una voz:


del centro de mi vida brotó

un fresco manantial, sombras azules

y profundas en celeste aguamarina.

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Crepúsculo 


Trabaja todo el día en el molino del primo, 

así que al llegar a casa, en la noche, 

siempre se sienta junto a la ventana, 

observa ese momento del día, el crepúsculo. 

Debería haber más tiempo así, para sentarse y soñar. 

Es como dice su primo: 

Vivir-vivir te impide sentarte. 


En la ventana, no el mundo, sino un paisaje enmarcado 

que representa el mundo. Las estaciones cambian, 

cada una visible apenas unas horas al día. 

Cosas verdes seguidas por cosas doradas seguidas por blancura, 

abstracciones de las que provienen placeres intensos, 

como higos en la mesa. 


Al atardecer, el sol cae entre dos álamos, en una bruma de fuego rojo. 

Cae tarde en el verano, a veces cuesta mantenerse despierto. 


Entonces todo se desmorona. 

Por un rato más, el mundo 

es algo que ver, luego solo algo que escuchar, 

grillos, cigarras. 

O algo que oler, a veces, aroma de limoneros, de naranjos. 

Entonces el sueño también roba esto. 


Pero es fácil renunciar a las cosas así, experimentalmente 

por una cuestión de horas. 


Abro mis dedos, 

dejo que todo se vaya. 


Mundo visual, lenguaje, 

susurro de hojas en la noche 

el olor de la hierba alta, de las fogatas. 


Lo dejo ir. Entonces enciendo la vela. 

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Las siete edades


En mi primer sueño el mundo parecía

lo salado, lo amargo, lo prohibido, lo dulce

En mi segundo sueño descendía,


era humana, no veía nada de nada

bestia como soy


debía tocarlo, contenerlo


me escondí en la arboleda,

trabajé en los campos hasta que quedaron yermos


un tiempo

que nunca volverá-

el trigo seco en gravillas, cajones

de higos y aceitunas


Hasta amé alguna vez, a mi manera

repugnante, humana


y como todo el mundo llamé a ese logro

libertad erótica,

por absurdo que parezca


El trigo cosechado, almacenado; seca

la última fruta: el tiempo

que se acumula, sin usar,

¿también termina?

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La terquedad de Penélope


Un pájaro llega a la ventana. 

Es un error 

considerarlos solamente pájaros, 

muy a menudo son mensajeros. 

Por eso, una vez se precipitan sobre el alfeizar, 

se quedan perfectamente quietos, 

para burlarse de la paciencia, 

alzando la cabeza para cantar

pobrecita, pobrecita, 

un aviso de cuatro notas, para volar luego

del alfeizar al olivar como una nube oscura.

¿Pero quién enviaría a una criatura tan liviana

a juzgar mi vida? 

Tengo ideas profundas y mi memoria es larga; 

¿por qué iba a envidiar esa libertad

cuando tengo humanidad? 

Aquellos que tienen el corazón más diminuto 

son dueños de la mayor libertad.

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Un mito sobre la inocencia 


Un verano sale al campo, como de costumbre,

se para un momento en el estanque donde suele

mirarse para ver si detecta algún cambio.

Ve a la misma persona, la túnica horrible

de su condición de hija aún sobre sus hombros.


En el agua el sol parece estar al lado.

Ella piensa: Otra vez mi tío que me espía.

Todo en la naturaleza es, de algún modo, su pariente.

Piensa: Nunca estoy sola

y hace del pensamiento una plegaria.

La muerte viene así, como respuesta a una plegaria.


Nadie puede ya entender lo hermoso que él era.

Perséfone sí lo recuerda, y que él la abrazaba allí,

delante de su tío.

Recuerda el reflejo del sol en sus brazos desnudos.


Eso es lo último que recuerda claramente.

Después el dios oscuro se la llevó.


Recuerda también, de un modo menos claro,

la terrible intuición de que ya jamás podría

vivir sin él.

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Los niños ahogados


Ya ves, no tienen juicio.

Es natural entonces que se ahoguen.

Primero el hielo los atrapa.

Después, todo el invierno, sus bufandas

flotan, mientras se hunden, tras de ellos,

hasta que se quedan inmóviles.

Y el estanque los alza con sus muchos

oscuros brazos.


A ellos sin embargo debe serles la muerte

distinta, tan cercanos al origen.

Como si siempre hubieran sido

ciegos, livianos. Lo que sigue

es entonces como un sueño: la lámpara,

el mantel blanco que cubría la mesa,

sus cuerpos.


Oyen empero por sobre el estanque,

como señuelos, sus nombres:

Qué esperas, ven a casa,

a tu casa, perdida

en las aguas, azul y permanente.

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Poema


Temprano en la tarde, como ahora,

él se inclina sobre su mesa y escribe.

Luego alza la cabeza despacio.

Una mujer aparece, trayendo rosas.

Su rostro, en el espejo, flota marcado

por los rayos verdes de los tallos.


Es una forma de sufrimiento: entonces

siempre la página transparente alzada

a la ventana hasta que sus venas emergen

como palabras al fin llenas de tinta.


Y se supone que yo debo entender

lo que los une a ellos y a la casa

firmemente asentada en el crepúsculo


porque yo debo entrar en sus vidas:

es primavera, el peral está diáfano

de flores delicadas y blancas.

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 El miedo de la sepultura


De mañana, en el campo deshabitado,

el cuerpo espera que lo reclamen.

Junto a él el espíritu, sentado en una piedra:

nada viene a prestarle de nuevo forma.


Piensa en la soledad del cuerpo.

Vagando por el campo de noche

y con su sombra en torno.

Ciertamente una larga jornada.


Y, remotas, parpadeantes, las luces de la villa.

Qué lejanas parecen

las puertas. Y la leche y el pan

gravemente dejados en la mesa.

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Amor bajo la luz de la luna


A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación

a otra persona, a eso lo llaman

alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma.

(Lo que significa que para entonces adquirieron una.)

Afuera, la tarde de verano, todo un mundo

arrojado a la luna: grupos de formas plateadas

que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín

donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo,

la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio

transformada en aleación de luz de luna,

forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma

llena de ese fuego que en realidad es luz de luna,

tomada de otra fuente, y brilla

unos instantes, como brilla la luna: piedra o no,

la luna sigue estando más que viva.

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Malahierba


Algo

llega al mundo sin ser bienvenido

y llama al desorden, al desorden.


Si tanto me odias

no te molestes en buscar

un nombre para mí: ¿necesitas

acaso un desdoro más

en tu lenguaje, otra

manera de culpar

a la tribu por todo?


Ambos lo sabemos,

si adoras a un dios, necesitas

sólo un enemigo.


Yo no soy el enemigo.

Sólo soy una treta para ignorar

lo que ves que sucede

aquí mismo en esta cama,

un pequeño paradigma

del fracaso. Una de tus preciosas flores

muere aquí casi a diario

y no podrás descansar

hasta enfrentarte a la causa, es decir,

a todo lo que queda,

a todo aquello que es más fuerte

que tu pasión personal.


No estaba escrito

permanecer para siempre en este mundo.

Pero por qué admitirlo, si puedes seguir

haciendo lo de siempre,

lamentándote y culpando,

las dos cosas a la vez.


No necesito que me alabes

para sobrevivir. Llegué aquí primero,

antes que tú, antes

de que sembraras un jardín.

y estaré aquí cuando el sol y la luna

se hayan ido, y el mar, y el campo extenso.


Y yo conformaré el campo.

jueves, 6 de agosto de 2020

Luis Vidales (1904 - 1990) Colombia


El gato

El gato se acomoda
en el hueco del sueño.

Lo miro con tristeza
porque dormirse
es lo mismo
que perder un mundo.

Indolente
estila posturas dentro de su forma
como esculpiendo
fugitivas figuras
de gatos.

Oigo el tardo
envolver el ovillo de su música.

Y esto he comprendido.
A la hora en que los gatos duermen
–afuera– en los tejados
andan las sombras solas.
Gatos negros
que caen de la luna.
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Oración de los bostezadores

Dedicado a Leo Le Gris
Bostezador

SEÑOR
Estamos cansados de tus días
y tus noches.
Tu luz es demasiado barata
y se va con lamentable frecuencia.
Los mundos nocturnales
producen un pésimo alumbrado
y en nuestros pueblos
nos hemos visto precisados a sembrarle a la noche
un cosmos de globitas eléctricas.

Señor.
Nos aburren tus auroras
y nos tienen fastidiados
tus escandalosos crepúsculos.
¿Por qué un mismo espectáculo todos los días
desde que le diste cuerda al mundo?

Señor.
Deja que ahora
el mundo gire al revés
para que las tardes sean por la mañana
y las mañanas sean por la tarde.
O por lo menos
–Señor–
si no puedes complacernos
entonces
–Señor–
te suplicamos todos los bostezadores
que transfieras tus crepúsculos
para las 12 del día.
Amén.
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Teoría de las puertas

Soy alguien dado a investigaciones científicas. 
Ultimamentehe descubierto una teoría de equilibrio.
 Ante todos los sabios del mundo yo siento mi teoría de
equilibrio.
Cuando una puerta se abre, la puerta equidistante, al otro
lado del mundo, se cierra irremisiblemente.
Por esto–y todos lo hemos visto de golpe, las puertas se cierran solas.
El día que todas las puertas se abrieran a una vez, el mundo
quedaría lleno de huecos y el viento se entraría en ellos y se
llevaría a la tierra por los espacios ilímites…
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Las nubes

Las nubes son almas de mujeres
que perecieron ahogadas.
Mentira
Las nubes son las ropas blancas
que el viento se lleva
de los alambres de los patios.
también mentira.
Porqué
-¿ Las nubes?-
Naciones que hacen el mapa del cielo.
Continentes
paises
islas
las manchas blancas de las nubes.
¡oh! mi patria
mi única patria.
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Los ruidos

Ruidos de los cafés
que se escapan por las bocinas de los teléfonos.
Ruidos maravillosos de las casas.
Yo sé que cada casa
tiene sus ruidos especiales.
Así conozco la casa de mi amigo
y reconozco la mía
—de lejos—
entre la aglomeración de construcciones.
Ruidos en la ciudad que sólo es calles
y calles
en la ciudad que está de espaldas
volteada hacia adentro
hacia los interiores de las casas.
Ruidos de la época de las cavernas
que andan todavía en el mundo.
Ruidos.
Vosotros vagáis locos
buscando una salida
pero al igual que yo
no habéis podido encontrarla.
Ruidos.
Y ya lo mejor será
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Las hojas

El viento vira en los aires
sobre la hélice de la hoja.
Nadie ha visto el viento
pero las hojas van señalando su rumbo.
Da tristeza.
Para que el vuelo de las hojas
fuera a su gusto
todas deberían ir provistas
de motorcitos de mariposa.
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Los fantasmas del aire

Veníamos a construir nuestro olvido
al más secreto rincón de la casa
sin saber que en nuestros brazos
teníamos aprisionado el fantasma
alguien dijo no hay aparecidos
aparecidos tú y tu amiga
y supimos que un desconocido nos abriga
y guarda la reserva
¿quién pues dejó caer el corazón del universo
en la ola que pasa?
el trueno abre los granos en la era
y el girasol orienta
su campo electromagnético
¿y quién pues lo ha visto?
¿quién pues lo palpa?
así tú y yo bajo este inmenso halo
veníamos a construir nuestro olvido
sin saber que en nuestros brazos
teníamos aprisionado el fantasma
..............................................................................
Aquel que vive

Si veo una flor ella se refleja en mí que soy su espejo
si te miro en mí estás porque tengo la facultad del agua
no se quien sea más fugaz el día o yo
corres nube lucero hoja pero no me alcanzas
mañana cuando te encuentre cielo de plétora
ya iré más lejos que tú
cuánto rezago ya cuánta sobra
y yo cristalino no muestro lo copiado
manso río del aire oculto río
atrás o delante de mí?
cuán bello en el capullo el balbucir del olvido
con el color y el aroma que lo lleva en la entraña
cuán bello rosa árbol día eternidad
y yo sin dejarme alcanzar o ya muerto?
o ya vivo?
el fruto en el árbol vaya inocencia ignora
que es el ahorcado
y sin embargo esto aquello yo
todo vive en su vida para eterna memoria.
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Oímos a veces un canto …

Oímos a veces un canto
bajo la delgada piel del alma, ¿es ésta acaso su voz?
En su huso de luceros teje su tela la vida
y ya no sé cómo me vistes, árbol, flor;
cómo, cielo de hoy, sigues mansamente mi ruta,
ni cómo darle al verso este olor a limón.
Eternidad del oleaje, la curvatura del pétalo
le da la vuelta a la rosa en la curvatura del cosmos,
y he aquí que en la ancha sala del aire
nuestra voz sabe pulir sus ánforas.
Oímos a veces un canto …
La noche duerme al fondo del amor.
La noche. Y el hijo como beso crecido.
Oímos a veces un canto en la provincia del corazón.
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Aquí, la casa vacía

A las 2 de la tarde se le ha perdido el número en la lluvia
y entre los árboles la casa tiene el martes carcomido
una voz que pretende haber llegado de quién sabe qué planeta
se reduce hasta ser un vientecillo convencido de que es hoja
desde el fondo del ser no muy adentro hay un bramido
que insiste en echarle cal de otros días a la casa
nada es posible nada
cuando la rueda del tiempo ya no muele
y su inmenso caballo relincha a la orilla del río
un salto a las 2 y media y otra vez la claridad
haciéndonos creer que es distinta a la de hace millones de años
todo parece haber cambiado pero detrás de esta casa
en medio de las cosas insistentes
día y noche desde el principio del mundo de los vivos
el pino espera al ahorcado.
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Cuadrito de movimiento

Estoy en la ventana.
Pequeñito
el paisaje soporta encima
todo el enorme peso de la lejanía.

¡Oh! si dan ganas
de domesticar el paisaje
y amaestrarlo con docilidad
hasta que se le pueda poner un marco
y así
-completamente civilizado-
tenerlo colgado en la biblioteca.
Y entonces
-mientras yo leyera el libro nuevo
sentado en el sillón giratorio-
resultaría sumamente agradable
alzar la vista de improviso
y ver que en el cuadrito llovía-
o hacía sol -o hacía viento-
o empezaban a salir las primeras estrellas.

martes, 21 de julio de 2020

Eugenio Montejo (1938 - 2008) Venezuela


La poesía

La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
ni siquiera palabras.

Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;
tiene la llave de la puerta.
Al entrar siempre se detiene a mirarnos.
Después abre su mano y nos entrega
una flor o un guijarro, algo secreto,
pero tan intenso que el corazón palpita
demasiado veloz. Y despertamos.

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Alfabeto del mundo

En vano me demoro deletreando
el alfabeto del mundo.
Leo en las piedras un oscuro sollozo,
ecos ahogados en torres y edificios,
indago la tierra por el tacto
llena de ríos, paisajes y colores,
pero al copiarlos siempre me equivoco.
Necesito escribir ciñéndome a una raya
sobre el libro del horizonte.
Dibujar el milagro de esos días
que flotan envueltos en la luz
y se desprenden en cantos de pájaros.
Cuando en la calle los hombres que deambulan
de su rencor a su fatiga, cavilando,
se me revelan más que nunca inocentes.
Cuando el tahúr, el pícaro, la adúltera,
los mártires del oro o del amor
son sólo signos que no he leído bien,
que aún no logro anotar en mi cuaderno.
Cuánto quisiera al menos un instante
que esta plana febril de poesía
grabe en su transparencia cada letra:
la o del ladrón, la t del santo
el gótico diptongo del cuerpo y su deseo,
con la misma escritura del mar en las arenas
la misma cósmica piedad
que la vida despliega ante mis ojos.

****************************************
Una ciudad

Escribo para fundar una ciudad
donde las piedras tengan nombres propios
y el sol las llame siempre
al alba, despertándolas.
Quiero elevarla junto al río
que llevo y que me lleva
para que a su rumor crezca el paisaje.
Mido planos, niveles, geometrías,
construyo andamios sólidos,
quiero que el odio sea convexo
y el amor cóncavo y exacto.
Una ciudad con el tacto de un cuerpo
de franco rostro y cabellos flotantes
con hoteles que bajen en gradas hasta el mar
y tabernas de antiguas guitarras.
Busco la arquitectura subjetiva
de puentes, columnas, catedrales
creada en palabras nuevas
con el abecedario de las formas fuertes.
Una ciudad poblada de deseos
donde encuentre su techo el que pase
y la recorra hasta la muerte
o más tarde tal vez entre el viento fantasma
sin que ya nada lo destierre.

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Escritura

Alguna vez escribiré con piedras,
midiendo cada una de mis frases
por su peso, volumen, movimiento.
Estoy cansado de palabras.

No más lápiz: andamios, teodolitos,
la desnudez solar del sentimiento
tatuando en lo profundo de las rocas
su música secreta.

Dibujaré con líneas de guijarros
mi nombre, la historia de mi casa
y la memoria de aquel río
que va pasando siempre y se demora
entre mis venas como sabio arquitecto.

Con piedra viva escribiré mi canto
en arcos, puentes, dólmenes, columnas,
frente a la soledad del horizonte,
como un mapa que se abra ante los ojos
de los viajeros que no regresan nunca.

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Tiempo transfigurado

A Antonio Ramos Rosa

La casa donde mi padre va a nacer
no está concluida,
le falta una pared que no han hecho mis manos.

Sus pasos que ahora me buscan por la tierra
vienen hacia esta calle.
No logro oírlos, todavía no me alcanzan.

Detrás de aquella puerta se oyen ecos
y voces que a leguas reconozco,
pero son dichas por los retratos.

El rostro que no se ve en ningún espejo
porque tarda en nacer o ya no existe,
puede ser de cualquiera de nosotros,
—a todos se parece.

En esa tumba no están mis huesos
sino los del bisnieto Zacarías,
que usaba bastón y seudónimo.
Mis restos ya se perdieron.

Este poema fue escrito en otro siglo,
por mí, por otro, no recuerdo,
alguna noche junto a un cabo de vela.
El tiempo dio cuenta de la llama
y entre mis manos quedó a oscuras
sin haberlo leído.
Cuando vuelva a alumbrar ya estaré ausente.

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Terredad

Estar aquí por años en la tierra,
con las nubes que lleguen, con los pájaros,
suspensos de horas frágiles.
Abordo, casi a la deriva,
más cerca de Saturno, más lejanos,
mientras el sol da vuelta y nos arrastra
y la sangre recorre su profundo universo
más sagrado que todos los astros.

Estar aquí en la tierra: no más lejos
que un árbol, no más inexplicables;
livianos en otoño, henchidos en verano,
con lo que somos o no somos, con la sombra,
la memoria, el deseo hasta el fin
(si hay un fin) voz a voz,
casa por casa,
sea quien lleve la tierra, si la llevan,
o quien la espere, si la aguardan,
partiendo juntos cada vez el pan
en dos, en tres, en cuatro,
sin olvidar las sobras de la hormiga
que siempre viaja de remotas estrellas
para estar a la hora en nuestra cena
aunque las migas sean amargas.

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Final sin fin

…Y yo me iré
J.R.J.

La que se irá al final será la vida,
la misma vida que ha llevado nuestros pasos
sin tregua a la velocidad de su deseo.
Se llevará también todas sus horas
y los relojes que sonaban y el sonido
y lo que en ellos siempre estuvo oculto
sin ser tiempo ni trastiempo…
Cuando haya de partir –se irá la vida,
ella y su música veloz entre mis venas
que me recorre con remotos cánticos,
ella y su melodiosa geometría
que inventa el ajedrez de estas palabras.

De todo cuanto miro en este instante
será la vida la que parta para siempre o para nunca,
es decir, la que parta sin partir, la que se quede
y con ella mi cuerpo noche y día,
siguiéndolas en sus luces y sus sombras…
Si, tal vez nadie se aleje de este mundo,
aunque se extinga cada quien en su momento.
—Nos iremos sin irnos,
ninguno va a quedarse ni va a irse,
tal como siempre hemos vivido
a orillas de este sueño indescifrable,
donde uno está y no está y nadie sabe nada.

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Adiós a mi padre

Mi padre muerto iba delante
y detrás junio, de verdor ubérrimo,
y la geórgica lluvia venida de tan lejos.
Al paso de su sombra
los refrenados carruajes nos seguían.
Mi padre hablaba del camino,
de cafetales con piel de adormidera
que a un simple roce ya eran calles y torres.
Hablaba dormido,
con voz inubicable,
una voz rápida de cuando era muy joven
y yo no había nacido...
Atravesamos un bosque de apamates
que en lenta fila también iban marchando
no sé adónde.
Después sólo se oyeron las cigarras
estremecidas en un coro compacto.
Mi padre acaso creyó que las oía
pero ya entonces a bordo de un relámpago
su alma cruzaba remotas intemperies.

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Guarda silencio ante el poema

Guarda silencio ante el poema,
circula entre sus versos, no interrumpas el paso.
Es casi una oración atea, pero es una oración.
Desde que nace los hombres se congregan
y repiten en sueño sus palabras.
Es como si quedara algo sagrado
sobre la tierra todavía,
el misterio los junta a cada instante.
Tal vez rechaces tanta ceremonia
o te colme el ritual que los convoca,
da lo mismo. No hables.
Descifra despacio cada letra
como quien oye un gallo a medianoche
y siente que su canto, en vez de gritos,
es el pregón de un obituario.
Indaga si tu nombre acaso se menciona,
si para ti también ya cantó el gallo.

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Pájaros

Oigo los pájaros afuera,
otros, no los de ayer que ya perdimos,
los nuevos silbos inocentes.
Y no sé si son pájaros,
si alguien que ya no soy los sigue oyendo
a media vida bajo el sol de la tierra.
Quizás es el deseo de retener su voz salvaje
en la mitad de la estación
antes que de los árboles se alejen.
              
Alguien que he sido o soy, no sé,
oye o recuerda,
si hay algo real dentro de mí son ellos,
más que yo mismo, más que el sol afuera,
si es musical la fuerza que hace girar el mundo,
no ha habido nunca sino pájaros,
el canto de los pájaros
que nos trae y nos lleva.

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Mi amor

En otro cuerpo va mi amor por esta calle,
siento sus pasos debajo de la lluvia,
caminando, soñando, como en mí hace ya tiempo…
Hay ecos de mi voz en sus susurros,
puedo reconocerlos.
Tiene ahora una edad que era la mía,
una lámpara que siempre se enciende al encontrarnos.
Mi amor que se embellece con el mal de las horas,
mi amor en la terraza de un Café
con un hibisco blanco entre las manos,
vestida a la usanza del nuevo milenio.
Mi amor que seguirá cuando me vaya,
con otra risa y otros ojos,
como una llama que dio un salto entre dos velas
y se quedó alumbrando el azul de la tierra.

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Canción

Cada cuerpo con su deseo
y el mar al frente.
Cada lecho con su naufragio
y los barcos al horizonte.

Estoy cantando la vieja canción
que no tiene palabras.
Cada cuerpo junto a otro cuerpo,
cada espejo temblando en la sombra
y las nubes errantes.

Estoy tocando la antigua guitarra
con que los amantes se duermen.
Cada ventana en sus helechos,
cada cuerpo desnudo en su noche
y el mar al fondo, inalcanzable.

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Setiembre

Mira setiembre nada se ha perdido
con fiarnos de las hojas.
La juventud vino y se fue, los árboles no se movieron
El hermano al morir te quemó en llanto
pero el sol continúa.
La casa fue derrumbada, no su recuerdo.
Mira setiembre con su pala al hombro
cómo arrastra hojas secas.

La vida vale más que la vida, sólo eso cuenta.
Nadie nos preguntó para nacer,
¿qué sabían nuestros padres? ¿Los suyos qué supieron?
Ningún dolor les ahorró sombra y sin embargo
se mezclaron al tiempo terrestre.
Los árboles saben menos que nosotros
y aún no se vuelven.
La tierra va más sola ahora sin dioses
pero nunca blasfema.
Mira setiembre cómo te abre el bosque
y sobrepasa tu deseo.
Abre tus manos, llénalas con estas lentas hojas,
no dejes que una sola se te pierda.

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Quita a la piedra que soy

Quita a la piedra que soy
lo que le sobra,
martilla, esculpe, talla.
Se que tu mano puede dar la forma exacta,
se que tu amor puede alcanzarme
más allá del peso de las horas
y la ciega tiranía de los astros.
No soy solo esta sombra en la tierra
que persigue la muerte,
lee las vocales de mi cuerpo
las palabras que buscan la vida
al fondo, venidas desde lejos, las que estallan
en el sueño,
has que a tus ojos sea legible, sea nítido,
quiero indagar mi noche estrella por estrella.
Quita a la piedra que soy
su oscuridad,
su pátina terrestre,
frente a frente quiero ver mi deseo.

jueves, 16 de abril de 2020

Hermann Broch (1886 - 1951) Austria


La tradición...

La tradición ha llegado a su fin,
Ha dejado de ser el espejo del hombre,
Y la mirada que contempla en los fragmentos ciegos
Se vuelve ciega.
Quién en esta época
No puede desprenderse de la tradición
Está perdido;
Quién no puede recordar
Su origen
Perece.
Desnudo y sin espejo está el mundo,
Sin espejo estás tú mismo.
Pero, en medio del espanto, la gracia de la desnudez
Te ha sido regalada:
Como un niño desamparado puedes mirar a diario,
De nuevo
En el mundo que ya no tiene espejo,
En su desnudez abierta,
Y a diario de nuevo el mundo te anuncia
Tu verdad,
La verdad de tu morir solitario.
...........................................................................
 Mitad de la vida

Nunca reconozco el lenguaje en mi boca ni las palabras escritas,
y lo que digo sucede en un discurso perdido o
en uno futuro, no es sino seducción, seducción y ser seducido,
y ese miedo que invade al hombre cuando descubre
que grito y eco, gesto y comprensión, todo lo habitual,
es como algo regalado para siempre que de repente puede
extinguirse, y que él está solo
en la mitad de la vida.

Constantemente nos atrapa el río del principio y del fin, una y otra
vez,
apenas ya un río, ya sólo una corriente, apenas ya una corriente,
ya sólo una caída, pues sin orilla, sin desembocadura, sin fuente
se echa a rodar vacilante el silencioso murmullo,
ningún cielo lo cubre con su bóveda y ningún suelo lo sostiene,
ninguna mirada divina descansó jamás sobre él: ni principio ni fin,
más allá terrible
del alma, su luz, su oscuridad, fundidas en la ola de lo indistinguible.
¿Dónde se separan la desembocadura y la fuente?, ¿dónde el ser y
el no ser?,
¿allí donde Jacob liberó al ángel?

Oh, hombre en mitad de la vida,
nadie se lamenta contigo por el lenguaje perdido,
nadie, por el mundo creado, por el regalado y roto de nuevo,
nadie se lamenta contigo por el amor, por la sonrisa apagada. Pues
ya ni siquiera nadie es, ni nada ha sido. 
Tú, sin embargo, cegado y empujado por las olas,
no oyes ya tu propia queja, tan mudo es su lamento,
y más mudo aún su eco en las paredes y los barrancos de las
aguas.
¿Por qué, oh, por qué sigues luchando contra las olas que ruedan?,
¿tienes esperanza y aún esperas, como si hubiera espera en el
tiempo sin tiempo?, ¿por qué no desfalleces feliz y cansado, hundiéndote feliz en el silencio que fluye?

¿Sigues espiando, ciego, a la estrella apagada?
Nunca centellea para ti,
de ninguna orilla llega respuesta y en ningún astro se te hace visible
el cielo,
ninguno te satisface el anhelo ciego con la mirada que conoce,
ninguno la esperanza en la agitada soledad.
Feliz y doloroso fue tu primer despertar, fue el primer don del
resplandor,
más doloroso y más feliz fue el nuevo enlace del día con la
oscuridad de la noche,
feliz fue quien retornó a la ceguera.
Pero más poderosa es la certeza, inexplicable el destino humano
de engendrarse a sí mismo, divino el ojo del ser, y separar de nuevo
en el latido del corazón su luz, sus tinieblas, la esfera sublime de los patriarcas.
Pues preñado del tiempo está lo intemporal y preñada del renacer,
el alma intemporal. Y sobre el seno infinito de las aguas, más infinito aún se arquea el espejo de lo incomprensible para siempre,  el espejo del origen y del paisaje entretejido, 
recibiendo y ofreciendo en la calma tardía
del mediodía la copa dorada del otoño.

Mutismo de la madurez, el silencio del que conoce. Y tú ya no
entiendes el lenguaje en tu boca ni las palabras de otro tiempo, 
pero tan clara e intacta, como si fuera un grito desde la otra orilla del lago, sopla expuesta al sol del mediodía la voz olvidada de la niñez, y desde una sombra más fresca, 
desde el espejo oscuramente verdoso bajo las montañas
suena la canción de la vejez, la agitación sosegada.
Desembocadura y fuente del alma, su pregunta y su respuesta
intemporal, así caen los días y las olas giratorias de la noche en la copa dorada, y, apacible,
en el arco de siete colores se tensa el borde celestial sobre el
paisaje
de la mañana a la noche sagradamente renovado, creado de nuevo,
creación de los amantes,
que caminan en él. Sólo entonces, terrenal su luminosidad pesar del
luminoso universo,
descubres la muerte casada con tu vida, aunque separada de la
vida, la descubres
como una estrella de la sublime esfera infinita, eco de tu ser que
sonriente satisface tu anhelo,
transformado en sosegado mirar: y mano con mano del alma amada
y amante,
oh, mitad de la vida, escuchas contemplando la canción de tu vejez:
el lenguaje reencontrado.
..................................................................................
Como ya no te reconozco…

Como ya no te reconozco
Te conviertes en el árbol que da sombra
Y en el verde que respira
Se arrodilla mi sueño….
Tiemblan las hojas de la luz,
Oh, mundo… lleno de las sombras,
Llevo en mi olvido,
En la respiración y en el olvido,
Tu imagen profundamente olvidada.
..........................................................
Prado en verano

Preñado de azulada existencia,
Tembloroso, desciende
Lo invisible, tembloroso,
Al prado que se agita:
Aliento del sol en el patio de las montañas
Y alzado a las esferas día tras día,
Calor tras calor,
El corazón tembloroso.
Invisible la nube
Que me lleva.
.........................................................................                                    Lo que nunca fue                     

Lo que nunca fue
Susurra cada noche
Cuando el animal humano,
Soplado, lanzado
Con ojos que saben sin mirar,
Descansa en el abrevadero del sueño,
A la vez anfibio y fiera,
Informe e ingrávido,
Inclinado sobre la orilla
Del inmenso e insondable pantano,
Sumerge las patas
En lo húmedo, que seco y fresco
Como el aire, pero sin serlo,
Corre por los dedos que se agitan.
¿Te atreves a mirar hacia abajo
Sobre el borde de tu ser
En el pozo de millones de años?
¿Te atreves a reconocer en el fondo indistinto
El anillo de las tinieblas,
El cuerpo de las serpientes?
Concha de la noche que suena ante las tinieblas
Se hunde una metáfora tras otra
Y queda lo sobriamente irreal
Inflamando a modo de invierno
El secreto.
Así, también tú estarás tendido
Al borde de la muerte,
Antes de que te arrojes al pozo de tu alma,
Y toda la sabiduría que evitas
Habrás de cargarla sobre ti;
Pues árboles y animales,
Reunidos en la orilla de tu frente,
De nuevo te hablarán.
..............................................................................
Recordando la infancia…

Recordando la infancia, desde un principio
Me di cuenta de lo pasajero de la imagen:
Hombre y árbol y prado y animal
Existieron y, sin embargo, no existieron, fueron conocidos
Y permanecieron desconocidos,
La desconfianza, cuya confianza constantemente
Hubo de ganarse.
Y particularmente entretejido en todo lo irreconocible y
Toda la inconstancia,
Irreconocible pero más constante y más permanente que
Todo lo demás,
Entretejido en toda imagen pasajera, inmerso en el hombre,
El prado, el animal,
Tejía el morir, tejía la muerte,
Lo real desconocido en lo irreal.
¿Cómo pueden, rodeados de tanta irrealidad, y a su vez
Pasajeros,
Abandonarse los hombres los unos a los otros? ¿No están
Obligados
A hacer del abandono algo soportable?
El hombre en el que he querido pensar,
Si muero,
El que quisiera tener a mi lado en esa hora, para que se me
Hiciera real,
Puede desaparecerme;
Nunca he podido comprender esto y nunca lo
Comprenderé.

No es un lamento. También el dolor es digno de ser vivido.
Pero, confiando en la desconfianza, he exigido demasiado
De ti,
Demasiado para esta época en la que vivimos,
Demasiado para este tiempo que amenaza con ser tan
Corto,
Que apenas otra cosa estará permitida en él
Sino la escasa protección que el hombre es capaz de ofrecer
Al hombre,
Protección en el sueño,
Protección en la irrealidad convertida en realidad,
Protección en el miedo último.

He exigido mucho y demasiado de ti,
He sentido ansias de ti y no de ti y, sin embargo, he temido
Por ti.

He exigido de ti lo existente en lo inexistente,
La confianza en la desconfianza,
Algo permanente que no sea el morir y que perdure hasta
Que éste llegue
Para que sea más fácil,
Un saber común en torno a la caducidad, que la sobrepase,
La resistencia, oh tú, en la desaparición.

¡Qué despedida más anticipada, qué recaída en lo irreal!
Ahora cada uno debe volver a morir solo, sin
Saber del otro,
Cada uno morir solo.

A pesar de todo, no es un lamento. Pues nada ha cambiado;
Hombre, prado, árbol, mar y animal, ilimitados en la
Desconfianza,
Y en medio de un horror creciente
Se vuelve más rica la vida, se vuelve más rica la experiencia
Con cada día,
Cada día se convierte en un día regalado, ilimitado ante la
Desconfianza,
Harto de recuerdos, potente de recuerdos,
Oh, alma:
Qué azul estaba el mar en Staffa,
Cómo confiaba, cómo confío en ti.
.........................................................................
De lo creativo

Quien sólo sabe lo que sabe no puede expresarlo;
Sólo cuando el conocer se sobrepasa a si mismo se convierte en palabra,
sólo en lo inexpresable nace el lenguaje.
Y, porque se le ha impuesto lo divino, debe el hombre
cruzar una y otra vez la frontera y bajar
al lugar más allá de lo humano, una sombra
en el lugar del olvido cognoscente, de donde el retorno es difícil
y sólo pocos lo logran.
Pero la creación de lo terrestre se les encarga a aquellos
que han estado en la oscuridad y sin embargo se han liberado
órficamente para el retorno doloroso.
........................................................................................
Tercetos en la noche

La calle, abajo, está vacía en la noche,
A lo lejos suena aquí y allá una sirena de niebla
Y todo lo no sucedido me pesa:

El sueño ha llegado, fin y origen de la vida,
La ligera soledad que oculta lo pesado...
¿Comienzo de nuevo desde el principio?

Todavía no duermo, pero pronto estaré despierto,
Pues lo que sabemos se manifiesta de noche;
La oscuridad muestra lo que la luz oculta.

Frente a mi ventana están los árboles silenciosos;
Miro hacia abajo, luego apago las luces:
Qué feliz lo hace a uno esta calma,
Y siempre alguna casa vecina en algún lugar lejano.
......................................................................
La sombra de Dante

Él no se tomó a la ligera lo que tan ligeramente le habían
Dado,
Y, sin embargo, no volvió difícil lo que difícilmente se apartó
De él:
Se teje lo anónimo intemporal alrededor de Beatriz,
En donde él se suspende, en donde se suspenden los tiempos,
Así que nada en él se declaró partidario de él….
¿Le era esto apropiado? Para alcanzar la totalidad debió
Elevarlo
A su propio ser. Oh, ¿se encontró? Se encontró solamente
Fuera de sí
Extraño en lo anónimo. Y, sin embargo, se llamó Dante.

Su audacia era la soledad y por ello nada como la huida,
Una audacia que afectó más a los amigos que a los enemigos;
El dolor, sin embargo, lo afectó, pero estaba siempre
Condenado al verso,
Pese al tormento de la vigilia, pese a la angustia ante el
Sueño:
¿es la audacia infernal la que canta, es el miedo celestial el
Que calla?
El final cercano, maduro, declina en el comienzo.
.............................................................................
Lo inencontrable

Buscas el comienzo, lo vuelves a buscar;
Tan bello, tan bello era que tú ahora crees
Que es el sentido que haces de nuevo reverdecer,
Y te resucita trozo a trozo
El pasado, la dicha.

¡La montaña, el paisaje, un hotel,
Los buenos tiempos! Amaste a una mujer,
Casi tenía sentido; un jardín de infancia lleno de rocío...
¿No te arrodillaste? Oh, se escapó, se escapó tan rápido,
Un modelo de dicha.

De nuevo te arrodillas, ahora ya un anciano,
Y buscas lo bello, en lo que ya no crees,
Porque como siempre te privas a ti mismo de belleza,
Privado del sentido que corría por los dedos,
Buscas tu culpa en el pasado, la buscas en él cuando
Palpando lo inaprensible, conmovido de tu robo:
¿Cuándo comenzó la desdicha,
Cuándo comenzó?