Yo leo a los maestros

domingo, 7 de abril de 2019

Ryōkan (1758 - 1831) Japón


Una noche calma, debajo de la ventana vacía
me siento en zazen envuelto en mi kesa
ombligo y nariz en la misma línea
orejas y hombro en el mismo plano
la ventana se pone blanca, la luna empieza a salir
cesó la lluvia pero siguen cayendo gotas de agua
hay que sentir lo que significa este momento
es vacío y silencioso, sólo el que hace zazen lo sabe. 
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Poema de otoño

Después de una noche lluviosa, el agua cubre
el camino a la aldea.
La densa hierba junto a mi cabaña amaneció fría.
En la ventana, lejanas montañas de un verdeazul de jade.
Más allá, un río fluye como seda resplandeciente.
Bajo un peñasco próximo a mi cabaña, lavo mi oído
inflamado con agua pura del manantial.
En los árboles, las cigarras recitan sus versos de otoño.
Yo había preparado mi túnica y mi cayado para una
caminata,
pero la serena belleza no me deja partir.
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¿Qué quedará de mí?
El cerezo en primavera,
el cuclillo en las montañas,
las hojas de arce en otoño.
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Mi cabaña está en lo más profundo del bosque,
Cada año las malas hierbas crecen más recias.
Sin noticias de los asuntos del mundo.
A veces el canto lejano de un leñador.
El sol brilla y remiendo mi ropa.
Cuando sale la luna, leo poemas zen.
No tengo nada que deciros amigos míos,
Pero si queréis comprender
dejad de correr tras tantas cosas…
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Una noche fría… Solo, en mi cuarto vacío,
ocupado nada más que por el humo del incienso.
Afuera, un centenar de bambúes;
sobre la cama, varios libros de poemas.
La luna brilla a través de la ventana,
y toda la vecindad en silencio, excepto por el ruido
de los insectos.
Miro esta escena con una inmensa emoción,
pero sin una palabra. 
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De noche, en la profundidad de las montañas,
me siento a meditar.
Los asuntos de los hombres no llegan hasta aquí:
todas las cosas están quietas y vacías,
todo el incienso se lo tragó la noche interminable.
Mi túnica se ha convertido en un vestido de rocío.
Insomne, camino hacia el bosque...
De repente, sobre el pico más alto, aparece la luna.
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Incluso cuando no tengo
suficiente para comer,
en el fondo de la sopa de arroz
que queda en  mi cuenco,
aparece mi sombra.

***
El otoño que esperaba
parece que ha llegado.
Esta noche
en cada mata de hierba
canta un insecto.
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Voy siguiendo el curso del agua, buscando donde mana.
Llego allí donde una fuente parece comenzar, desconcertado;
comprendiendo que no se alcanza jamás la fuente verdadera.
Apoyado en mi caña, por todas partes, rumor de agua
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Primavera... El apacible sonido del cayado de un monje
viene desde la aldea.
Verdes sauces en el jardín;
las plantas acuáticas flotan serenas en el estanque.
Mi cuenco guarda el aroma del arroz de miles de casas;
mi corazón renunció al dominio de riquezas y fama.
Acariciando en silencio el recuerdo de los antiguos Budas,
voy a la aldea a mendigar de nuevo. 
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Cuando yo era un muchacho,
me gustaba jugar por todos lados.
Solía ponerme el vestido favorito
y montar en un caballo castaño de nariz blanca.
Hoy, paso la mañana en el pueblo
y la tarde bebiendo entre los duraznos florecidos del río.
De regreso a casa, he perdido el camino. ¿Dónde estoy?
Riendo, me encuentro cerca del burdel. 
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Amanecer

Regreso a mi aldea natal después de veinte años;
no hay ni rastro de viejos amigos y parientes...
Todos han muerto o se marcharon.
Mis sueños se rompen con la campana del templo
tocada al amanecer.
Un piso vacío, sin sombras; hace rato que se extinguió
la llama. 
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Con un cuerpo viejo e inútil,
he visto muchas generaciones de flores en esta ermita
ajena y solitaria.
Cuando llegue la primavera, si todavía estoy vivo,
de seguro vendré a veros de nuevo...
Esperad el sonido de mi cayado.