Yo leo a los maestros

domingo, 11 de noviembre de 2018

Pierre Reverdy (1889 - 1960) Francia


Secreto

Campana vacía
Pájaros muertos
En la casa donde todo se adormece
Las nueve
La tierra se queda inmóvil
Se diría que alguien suspira
Los árboles parecen sonreír
El agua tiembla en la punta de cada hoja
Una nube atraviesa la noche
Frente a la puerta canta un hombre
La ventana se abre sin ruido
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“Sol”

Alguien acaba de irse
En el cuarto
Queda un suspiro
Vida que deserta

La calle
Y la ventana abierta

Un rayo de sol
sobre el césped.
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Dureza del corazón

Jamás hubiera querido volver a ver tu triste rostro
Tus mejillas hundidas y tus cabellos al viento
Me fui a campo traviesa
Bajo aquellos húmedos bosques
Noche y día
Bajo el sol y bajo la lluvia
Bajo mis pies crujían las hojas muertas
A veces brillaba la luna

Volvimos a encontrarnos cara a cara
Mirándonos sin decirnos nada
Y ya no tenía bastante sitio para irme de nuevo

Quedé mucho tiempo amarrado contra un árbol
Con tu amor terrible ante mí
Más angustiado que una pesadilla

Alguien más grande que tú, por fin, me liberó
Todas las miradas llorosas me persiguen
Y esta debilidad contra la que no se puede luchar
Huyo rápidamente hacia la maldad
Hacia la fuerza que yergue sus puños como armas

Sobre el monstruo que me arrancó de tu dulzura con sus garras
Lejos de la opresión blanda y suave de tus brazos
Me voy respirando a pleno pulmón
A campo traviesa a bosque traviesa
Hacia la ciudad milagrosa donde mi corazón palpita
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Horizonte

Mi dedo sangra
Con él
Te escribo
El reinado de los viejos reyes se acabó
El ensueño es un jamón
Pesado
Que cuelga del techo
Y la ceniza de tu cigarro
Contiene toda la luz

En la curva del camino
Los árboles sangran
El sol asesino
Ensangrienta los pinos
Y a los que pasan por la pradera húmeda

La tarde en que se durmió el primer mochuelo
Yo estaba ebrio
Mis miembros laxos cuelgan ahí
Y el cielo me sostiene
El cielo en que lavo mis ojos todas las mañanas
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Partida

El horizonte se inclina
                                              Los días son más largos

                                              Viaje
               Un corazón salta en una jaula
                                              Un pájaro canta
                                              Va a morir
Otra puerta se va a abrir
              Al fondo del corredor
                                              Donde se enciende
                                              Una estrella
Una mujer morena
              La linterna del tren que parte
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4 Y 9

Las cuatro patas de los caballos tiemblan sobre el horizonte
La misma línea me sirve de tapa
El mundo está apagado bajo el toque de queda
Las ventanas brillan como ojos

Tenemos armas para reír
Y un corazón para morir

El general es un viejo señor

Sin ropa de civil

Una broma una buena broma para hacer

A un miembro de la familia

Es él quien ha asumido todo el heroísmo y el peligro

El patio es una prisión sin primer piso en la que damos vueltas sin

fin
Sólo falta una hora
Suben el rancho y las botas
La cara de un rey negro condecorado con la medalla de

salvamento
Para nada

Entre los salvajes

La música es mejor

Somos tres y yo estoy en el medio

¿Adónde van ustedes?

El placer y la muerte dan vueltas a nuestro alrededor.
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Y allá

Alguien habla y yo estoy de pie
Voy a ir allá a la otra punta

Los árboles lloran
Porque a lo lejos otras cosas mueren

Ahora la cabeza se ha apoderado de todo

Pero todavía no te he comprendido
Sigo tus pasos sin saber quién soy
Hay que pasar por una puerta en la que nadie espera
Para un imposible reposo
Todo se aparta y nos vuelve la espalda

Un poco de vacío queda en torno
Y para revivir días pasados
Un alma desapegada se entretiene
Y arrastra todavía un cuerpo que se gasta
El último tiempo de un compás
Más tenaz y más desgarrador
Un dolor musical murmura
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Aire

Olvido
Puerta cerrada
Sobre la tierra inclinada
Tiembla un árbol
Y solo
Canta un pájaro
Sobre el tejado
No hay más luz
Que el sol
Y los signos que hacen tus dedos
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Desmesura

El mundo es mi prisión
si estoy lejos de lo que amo
vosotros no estáis demasiado lejos barrotes del horizonte
el amor la libertad en el cielo tan vacío
sobre la tierra agrietada de dolores
un rostro ilumina y calienta las cosas duras
que formaban parte de la muerte
a partir de este rostro
de estos gestos de esta voz
sólo soy yo mismo quien habla
sólo mi corazón el que resuena y palpita
una cortina de fuego pantalla tierna
entre los muros familiares de la noche
círculo encantado de las falsas soledades
haz de reflejos luminosos
lamentos
todos estos desperdicios del tiempo crepitan en el hogar
todavía un plano que se desgarra
un acto que falta al llamado
queda muy poca cosa por tomar
en un hombre que va a morir.
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Ese recuerdo

Te he visto
Te he visto al fondo frente al muro
He visto el agujero de tu sombra sobre el muro
Todavía quedaba arena
Y tus pies desnudos
El rastro de tus pies que no se detenían
¿Cómo los reconocería?

Tenía el cielo todo el fondo todo el espacio
Abajo algo de tierra que al sol brillaba
Y aún algo de espacio
Y el mar
El astro que del agua emergía

Un navío que pasaba volando bajo
Un ave
La línea hacia el horizonte de donde la corriente venía
Las olas que riendo morían

Todo sigue
No sabemos dónde acabará el tiempo
O la noche
Todo borrado por el viento

Cantamos de otra manera
Hablamos con otro acento

Reconozco los ojos que quedaron vivos
Y el péndulo que en la habitación sonaba
Con una hora de atraso

La mañana verde que llega cuando no hemos dormido
Un cantarín arroyo de agua clara y otros gritos
Frente a la puerta una silueta que ha desaparecido
Un rostro en la luz
Y en medio de todo lo que vive y se despierta

La misma y única voz que persiste
En mi oreja.
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Arrugas del tiempo

Cuanto más grito más fuerte es el viento
La puerta se abre
Arrastra la piel y las plumas
Y el papel que vuela
Corro por el camino tras las hojas
Que echan a volar
El techo se rebela
Hace calor
El sol es un imán
Que nos sostiene

Desde kilómetros
Me gusta el ruido que haces
Con tus pies
Me dicen que corres
Pero nunca llegarás nunca

El Viejo aficionado al arte tiene una sonrisa idiota
Falsario y ladrón
Animal nuevo
Todo le da miedo
Se apergamina en un museo
Y participa en las exposiciones
Lo he puesto dentro de un volumen en el ultimo anaquel

Ya no cae la lluvia
Cierra tu paraguas
Que vea tus piernas.

lunes, 1 de octubre de 2018

Charles Simic (1938 - ) Serbia


Escena callejera

Un muchachito ciego
con un letrero de papel
prendido en su pecho.
Demasiado pequeño para estar fuera
mendigando solo,
pero allí estaba.

Este extraño siglo
con sus matanzas de inocentes,
su vuelo a la luna,
y ahora él aguardándome
en una ciudad extraña,
en una calle donde me perdí.

Al oírme aproximar,
se sacó un juguete de goma
de la boca
como para decir algo,
pero no lo hizo.

Era una cabeza, la cabeza de un muñeco,
muy mordisqueado,
la levantó para que la viera.
Los dos sonrieron con una mueca.
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En la Biblioteca

                                                                 Para Octavio

Hay un libro llamado
"Diccionario de Ángeles".
Nadie lo ha abierto en cincuenta años,
lo sé, porque cuando lo abrí
sus tapas crujieron, las páginas
se derrumbaron. Allí descubrí

que los ángeles habían sido una vez tan numerosos
como especies de moscas.
El cielo al ocaso
Solía estar espeso de ellos.
Había que agitar las manos
para mantenerlos apartados.

Ahora el sol brilla
a través de las altas ventanas.
La biblioteca es un lugar apacible.
Ángeles y dioses se apilaban
en libros oscuros no abiertos.
El gran secreto está
en algún estante junto al cual la Srta. Jones
pasa todos los días en sus rondas.

Ella es muy alta, de modo que mantiene
su cabeza inclinada como si escuchara.
Los libros están susurrando.
Yo no oigo nada, pero ella sí.
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En esta nuestra cárcel

Donde el celador es tan discreto
que nadie lo ve nunca
hacer su ronda,
hay que ser muy valiente
para dar golpecitos en la pared de una celda
cuando las luces están apagadas
esperando ser oído,
si no por los arcángeles del cielo,
sí por los condenados del infierno.
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Temor

El temor pasa de hombre a hombre
sin saberlo,
como una hoja pasa su temblor
a otra.
De repente todo el árbol tiembla
y no hay ni rastro de viento.
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Escolares canosos

Los viejos tienen malos sueños,
duermen poco por eso.
Andan descalzos,
sin encender la luz,
o se quedan de pie, apoyados
en qué muebles tristísimos,
escuchando sus propios latidos.

Hay en el cuarto una ventana,
y es negra igual que una pizarra.
Cada viejo está solo
en el salón, fijos los ojos
en la delgada línea de gis
entre el estar aquí
y el ya no estar aquí.

No importa. Un vaso de agua,
eso venían a buscar,
aunque no nada más.
Escuchan: la pared tiene ratones,
un auto pasa por la calle,
sus padres muertos pasan arrastrando los pies
cuando van hacia la cocina.
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Soledad

La única casa que tú y yo tuvimos.
No mayor que una caja de cerillas
—o vasta como el cielo constelado—
y contigo como único inquilino,
feliz de tener pulga que rascarse
mientras se pone a recordar la noche
en que oyó que llamaban a la puerta.

Te daba miedo abrir, pero lo hiciste.
Preguntó si tendrías una vela.
Respondiste que no tenías ninguna.
Se quedaron mirándose las caras
entre los dos departamentos negros,
sin saber qué decir ni tú ni ella
antes de darse al fin los dos la espalda.
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Haciendo el cuervo

¿Estás autorizado a hablar
en nombre de los árboles desnudos?
¿Eres capaz de explicar
lo que pretende el viento
con la camisa y el camisón 
abandonados en la lavandería?
¿Qué sabes tú de las nubes negras?
¿Y de los estanques repletos de hojas muertas?
¿De coches antiguos oxidándose en la entrada?
¿Quién te ha dado permiso
para mirar la lata de cerveza en la cuneta?
¿Y la cruz blanca junto a la carretera?
¿El columpio en el jardín de las viudas?
Pregúntate a ti mismo si las palabras bastan
o si sería mejor agitar tus alas
de árbol en árbol 
y seguir haciendo el cuervo.
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El significado

Oculto como aquel niño pequeño
que no pudieron encontrar
el día que jugaba a las escondidas
en un parque lleno de árboles muertos.

¡Nos damos por vencidos! Gritaron.

Estaba oscureciendo.
Tuvieron que llamar a su madre
para que le ordenara salir.
Primero ella lo amenazó,
luego tuvo miedo.

Al fin escucharon una ramita
Quebrarse tras sus espaldas,
¡y ahí estaba!
el enano de piedra, el ángel de la fuente.
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Ojos sujetos con alfileres

Cómo trabaja la muerte,
nadie sabe cuán largo es su día. La pequeña
esposa siempre sola
plancha la ropa de la muerte.
Las hermosas hijas
se sientan a cenar a la mesa de la muerte.
Los vecinos juegan
naipes en el patio
o sencillamente se sientan en las gradas
a beber cerveza. La muerte,
mientras tanto, en una extraña
parte de la ciudad busca
a alguien con un mal resfriado,
pero de algún modo la dirección está equivocada.
Incluso la muerte no puede encontrarla
entre todas las puertas cerradas…
Y la lluvia empieza a caer.
Una noche larga y ventosa se aproxima.   
La muerte no tiene ni un periódico
para cubrirse, tan siquiera
una moneda para llamar al elegido,
que se desviste lentamente, somnoliento,
y se acurruca desnudo
en el lado de la cama de la muerte. 
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Prodigio

Crecí inclinado sobre
un tablero de ajedrez.

Amaba la expresión final de partida.

Todos mis primos parecían preocupados.

Era una pequeña casa
cerca de un cementerio romano.
Aviones y tanques
sacudían los cristales de sus ventanas.

Un profesor de astronomía jubilado
me enseñó cómo jugar.

Aquello debió haber sido en 1944.

En el juego que utilizábamos,
la pintura casi se había desprendido
de las piezas negras.

El rey blanco había desaparecido
y tuvo que ser sustituido.

Me contaron pero no lo creo
que aquel verano vi a hombres
colgados de postes telefónicos.

Recuerdo a mi madre
tapándome mucho los ojos.

Tenía un talento para meter mi cabeza
rápidamente bajo su abrigo.

En ajedrez también, me dijo el profesor,
los maestros juegan a ciegas;
los mejores en varios tableros
al mismo tiempo.
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Mis zapatos

Zapatos, cara secreta de mi vida interior:
Dos enormes bocas desdentadas,
Dos pieles de animal parcialmente descompuestas
Oliendo a nidos de ratones.

Mi hermano y mi hermana que murieron al nacer
Continúan su existencia en ustedes,
Guiando mi vida
Hacia su incomprensible inocencia.

De qué me sirven los libros
Cuando en ustedes es posible leer
El evangelio de mi vida en la Tierra
Y aún más allá, de las cosas por venir.

Quiero proclamar la religión
Que he creado para su perfecta humildad
Y la extraña iglesia que estoy construyendo
Con ustedes como altar.

Ascéticos y maternales, soportan:
Parientes de los bueyes, de los santos, de los condenados,
Con su muda paciencia, formando
La única y verdadera semejanza de mí mismo.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Virgilio Piñera (1912 - 1979) Cuba


Naturalmente en 1930

Como un pájaro ciego
que vuela en la luminosidad de la imagen
mecido por la noche del poeta,
una cualquiera entre tantas insondables,
vi a Casal
arañar un cuerpo liso, bruñido.
Arañándolo con tal vehemencia
que sus uñas se rompían,
y a mi pregunta ansiosa respondió
que adentro estaba el poema.
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Bueno, digamos

Bueno, digamos que hemos vivido,
no ciertamente -aunque sería elegante-
como los griegos de la polis radiante,
sino parecidos a estatuas kriselefantinas,
y con un asomo de esteatopigia.
Hemos vivido en una isla,
quizá no como quisimos,
pero como pudimos.
Aun así derribamos algunos templos,
y levantamos otros
que tal vez perduren
o sean a su tiempo derribados.
Hemos escrito infatigablemente,
soñado lo suficiente
para penetrar la realidad.
Alzamos diques
contra la idolatría y lo crepuscular.
Hemos rendido culto al sol
y, algo aún más esplendoroso,
luchamos para ser esplendentes.
Ahora, callados por un rato,
oímos ciudades deshechas en polvo,
arder en pavesas insignes manuscritos,
y el lento, cotidiano gotear del odio.
Mas, es sólo una pausa en nuestro devenir.
Pronto nos pondremos a conversar.
No encima de las ruinas, sino del recuerdo,
porque fíjate: son ingrávidos
y nosotros ahora empezamos.
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Isla

Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?
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Entre la espada y la pared

Entre la espada y la pared
a nadie le gusta situarse;
cuando se está en ese trance
la vida sabe a vinagre;
cuando tocas a una puerta
es la espada quien te abre,
si la palabra socorro profieres
su filo la despedaza,
formando con sus fragmentos
un monstruo incalificable.
Estas vivo y estás muerto,
estás despierto y soñando,
tiras para el lado vivo,
y el lado muerto te arrastra;
miras a tu antagonista
-que es el fiel de tu balanza-,
clamas porque no te pese,
pero él te pone en el plato.
Ya tu corazón es polvo
y tus entrañas espanto,
y mientras el cielo brilla
se oscurece tu retrato.
Después la pared se cierra
como un telón de teatro.
Ya tu acto se acabó.
Me voy a tomar un trago.
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Yo estoy aquí, aquí

Mordiendo, arañando,
gritando y aullando,
pateando, rugiendo,
buscando y encontrando.

Cavando en tu cara,
explorando en tu pelo,
ahondando en tus ojos
y hurgando en tus entrañas.

Para vivirte, para tenerte,
para hacerte, para matarte,
para borrarte, para pintarte,
para existirte y para llorarte.

Para escribirte como una letra
-la de tu nombre y la de tu alma-,
para tatuarte como una llaga
sobre mi piel que es tu sudario.

No estoy aquí para decirte
que estoy aquí para adorarte,
estoy aquí para decirte
que yo soy tu alucinado.

No estoy aquí para adorarte
-para adorarte no te amara-,
estoy aquí para nacerte,
para morirte y resucitarte.

Estoy aquí para hacerte
a mi imagen y semejanza,
de tal modo que ya no sepas
de cuál de los dos es la imagen.

Y si no puedo nacerte,
y si no puedo resucitarte,
haré entonces que tú me mueras
para después resucitarnos.
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Cuando vengas a buscarme

Cuando vengan a buscarme         
para ir al baile de los cojos,   
diré que no uso muletas,         
que mis piernas están intactas. 
                                 
Bailaré cha-cha-cha y son       
hasta caerme en pedazos,         
pero ellos insistirán           
en llevarme a ese baile extraño. 
                                 
Con dos hachazos estaré listo,   
con dos muletas iré remando,     
y cuando entre por esa puerta   
me pondrán una coja en los brazos.
                                 
Ella me dirá: ¡Amor mío!,       
yo le diré: ¡Mi adorada!,       
¿cómo fue lo de tus piernas?     
¡cuéntame, que estoy sangrando! 
                                 
Ella, con gran seriedad,         
me contará que fue a palos,     
                                 
pero haciendo de sus tripas     
corazón como un brillante,       
lanzará una carcajada           
que retumbará en la sala.       
                                 
Después, daremos las vueltas     
de estos casos obligados,       
saludaremos a diestra, a siniestra
y a muletazos.                   
                                 
Y cuando nadie lo espere,       
a las dos de la mañana,         
vendrá el verdugo de los cojos   
para que no queden rastros.                                       
............................................................
Sombras chinescas

Pasa -digo-. Has cambiado tanto
que de pronto pensé que no eras.
¿Cómo dices? Soy yo quien te habla.
Sólo que... no estoy seguro de que seas.
Quizá la penumbra de la tarde... Haré luz.
¿Dices que no me reconoces? Pues
será mejor tocarnos como los salvajes.
¡Oh, mi mano pasa a través de tu cuerpo!
¿Y dices que a tu mano le ha ocurrido lo mismo?
¿Somos ya sólo sombras con una luz detrás?
¿Divertido espectáculo de infinitas miradas,
miradas que nos traspasan como dagas crueles?
Habrá que convenir en que es todo un suceso.
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Testamento

Como he sido iconoclasta
me niego a que me hagan estatua:
si en la vida he sido carne,
en la muerte no quiero ser mármol.
Como yo soy de un lugar
de demonios y de ángeles,
en ángel y demonio muerto
seguiré por esas calles…
En tal eternidad veré
nuevos demonios y ángeles,
con ellos conversaré
en un lenguaje cifrado.
Y todos entenderán
el yo no lloro, mi hermano….
Así fui, así viví,
así soñé. Pasé el trance.
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El hechizado
                                        A Lezama, en su muerte

Por un plazo que no pude señalar
me llevas la ventaja de tu muerte:
lo mismo que en la vida, fue tu suerte
llegar primero. Yo, en segundo lugar.

Estaba escrito. ¿Dónde? En esa mar
encrespada y terrible que es la vida.
A ti primero te cerró la herida:
mortal combate del ser y del estar.

Es tu inmortalidad haber matado
a ese que te hacía respirar
para que el otro respire eternamente.

Lo hiciste con el arma Paradiso.
-Golpe maestro, jaque mate al hado-.
Ahora respira en paz. Viva tu hechizo.
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La isla en peso ( fragmentos)

La maldita circunstancia del agua por todas partes
me obliga a sentarme en la mesa del café.
Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer
hubiera podido dormir a pierna suelta.
Mientras los muchachos se despojaban de sus ropas para nadar
doce personas morían en un cuarto por compresión.
Cuando a la madrugada la pordiosera resbala en el agua
en el preciso momento en que se lava uno de sus pezones,
me acostumbro al hedor del puerto,
me acostumbro a la misma mujer que invariablemente masturba,
noche a noche, al soldado de guardia en medio del sueño de los peces.
Una taza de café no puede alejar mi idea fija,
en otro tiempo yo vivía adánicamente.
¿Qué trajo la metamorfosis?
[…]
Hay que saltar del lecho y buscar la vena mayor del mar para desangrarlo.
Me he puesto a pescar esponjas frenéticamente,
esos seres milagrosos que pueden desalojar hasta la última gota de agua
y vivir secamente.
[…]
Llegué cuando daban un vaso de aguardiente a la virgen bárbara,
cuando regaban ron por el suelo y los pies parecían lanzas,
justamente cuando un cuerpo en el lecho podría parecer impúdico,
justamente en el momento en que nadie cree en Dios.
Los primeros acordes y la antigüedad de este mundo:
hieráticamente una negra y una blanca y el líquido al saltar.
[…]
Los cuerpos en la misteriosa llovizna tropical,
en la llovizna diurna, en la llovizna nocturna, siempre en la llovizna,
los cuerpos abriendo sus millones de ojos,
los cuerpos, dominados por la luz, se repliegan
ante el asesinato de la piel,
los cuerpos, devorando oleadas de luz, revientan como girasoles de fuego
encima de las aguas estáticas,
los cuerpos, en las aguas, como carbones apagados derivan hacia el mar.
[…]
Bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad,
un pueblo se hace y se deshace dejando los testimonios:
un velorio, un guateque, una mano, un crimen,
revueltos, confundidos, fundidos en la resaca perpetua,
haciendo leves saludos, enseñando los dientes, golpeando sus riñones,
un pueblo desciende resuelto en enormes postas de abono,
sintiendo cómo el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir,
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla;
el peso de una isla en el amor de un pueblo.

lunes, 6 de agosto de 2018

Omar Khayyam (1048 - 1131) Irán


Cuando vaciles bajo el peso del dolor, y estén ya secas las fuentes de
tu llanto, piensa en el césped que brilla tras la lluvia; cuando el
resplandor del día te exaspere, y llegues a desear que una noche sin
aurora se abata sobre el mundo, piensa en el despertar de un niño.
.........................................................................................................
Noche; silencio. Inmovilidad de las ramas y del pensamiento. Una
rosa, imagen de tu efímera belleza, deja caer con lentitud sus
pétalos. ¿En dónde estarás ahora, tú que me ofreciste el vaso que no
dejo de beber? Estoy seguro de que ninguna flor se deshoja cerca de
aquél cuya sed apagas, y te ves privada del amargo placer con que
sólo yo he sabido embriagarte.
...........................................................................................................
Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, procura ser feliz
hoy. Coge un ánfora de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe,
mientras te dices que quizás mañana te busque, en vano, el astro de
la noche.
............................................................................................................
Caeremos en la ruta del amor, y nos pisoteará el destino. ¡Oh, mi
pequeñuela! ¡Oh, mi preciosa copa! Levántate, y dame tus labios,
antes de que me convierta en polvo.
..............................................................................................................
¿Sabes lo que te puede acontecer mañana? Ten confianza, pues, de
lo contrario, no dejará el infortunio de justificar tus temores. No te
apegues a nada. No interrogues los libros ni a los hombres: él
destino es inescrutable.
..............................................................................................................
El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. La vana ciencia de
los hombres: palabras. Los pueblos, las bestias y las flores de los
siete climas: sombras. El fruto de tu continua meditación: nada.
..............................................................................................................
Los sabios no podrán enseñarte nunca nada, mas la caricia de unas
negras pestañas de mujer te revelará la felicidad. No olvides que tus
días sobre la tierra están contados, y que bien pronto volverás al
polvo. Trae vino, busca un lugar al abrigo de importunos, y deja que
la vid te consuele.
...............................................................................................................
Cuando hayamos muerto, no habrá ya rosas ni cipreses, ni labios
rojos ni vino perfumado; tampoco habrá ni penas ni alegrías, ni
auroras ni crepúsculos. El universo se aniquilará, puesto que su
realidad depende tan sólo de nuestro pensamiento.
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Para el sabio, la tristeza y la alegría son semejantes, lo mismo que
el bien y el mal; para el sabio, todo lo que tuvo principio debe tener
también fin. Considera, por tanto, si hay razón para que te alegres
con la ventura que llega, o te entristezcas con la desgracia que no
esperabas.
...............................................................................................................
Me pregunto qué es, en verdad, lo que poseo, qué subsistirá de mí
cuando haya muerto. La vida es breve como un suspiro. Llamas que
el viajero olvida, cenizas que dispersa el viento: he ahí la vida del
hombre.
...............................................................................................................
¿Para qué encender las lámparas, si los huéspedes se han quedado
dormidos? Veo lo suficiente para notar su palidez. Así estarán,
extendidos y yertos, en la noche del sepulcro. ¿Para qué encender
las lámparas, si no hay aurora entre los muertos?
...............................................................................................................
Nada me interesa ya: levántate y dame vino. Esta noche, tu boca es
la más bella flor del universo. ¡Vino! ¡Vino rosado como tus mejillas!
Y que mis remordimientos sean tan leves como tus rizos.
...............................................................................................................
Mi pobre corazón de angustia herido
y de locura, no podrá curarse
de esta embriaguez de amor, ni libertarse
de la prisión donde quedó sumido.

Pienso que el día de la creación
en que el vino de amor fue al hombre dado,
el que llenó mi copa fue esenciado
con sangre de mi propio corazón.
.................................................................................................................
Olvida que no alcanzaste la recompensa que acaso merecías.
Sé feliz. No te quejes.
No esperes nada.
Lo que ha de sucederte escrito está en el Libro
que, a su capricho, hojea el viento de la Eternidad.
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El amor que no arrasa no es amor.
¿Brinda acaso un tizón el calor de una hoguera?
Día y noche, toda su vida entera,
el verdadero amante se consume
entre el dolor y el placer.
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Mi nacimiento no trajo ningún bien al mundo.
Mi muerte no disminuirá ni su esplendor ni su grandeza.
Nadie pudo jamás explicarme para qué he venido
ni por qué he venido, ni por qué me iré.
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Si sembraste en tu corazón la rosa del Amor,
tu vida no fue inútil. O si intentaste escuchar
la voz de Dios, o si alzaste tu copa sonriendo de placer,
tu vida no fue inútil.