Yo leo a los maestros

domingo, 28 de mayo de 2017

Fadwa Tuqan (1917 - 2003) Palestina


Detrás de sus paredes

Una injusta mano lo ha construido
y permanece de su tamaño
como una eterna miseria.
He visto sus melancólicos muros,
desgastados y deteriorados por las largas centurias, gritando:
¡Tú me quitas la luz y la libertad,
pero no podrás extinguir en mi corazón
la chispa de la esperanza.

Maldito, existirás para sofocar cada sueño
que se regenera en la medida que se alimenta.
Mi corazón nunca dejará de soñar
incluso si esta celda se cerrara para siempre.

Si mil cadenas me atan
tantas fantásticas alas me harán volar.
Maldeciré a cada persona y las de tu futuro por el tiempo que pueda.
Porque no me doblegará, nunca seré silenciado
delante de la furia.

Nunca dejaré de ser libre.
Voy a cantar los deseos de mi espíritu,
incluso si vas a aplastarme con cadenas.
Mi canción manará a raudales desde el fondo.
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Dolores de parto

El viento sopla el polen en la noche
a través de las ruinas de hogares y campos.
La tierra se estremece de amor,
con el dolor de dar a luz,
pero el conquistador nos quiere hacer creer
historias de sumisión y rendición.

¡Oh Aurora Árabe!
Dile al usurpador de nuestra tierra
que el parto es una fuerza desconocida para él,
el dolor del cuerpo de la madre,
que la tierra cargada de cicatrices
inaugura vida
en el momento del amanecer
cuando la rosa sangrante
florece en la herida.
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Mi ciudad está triste

El día en que conocimos la muerte y la traición,
se recogió la marea,
las ventanas del cielo se cerraron,
y la ciudad contuvo sus respiros.
El día del repliegue de las olas, el día
en el que la pasión abominable abrió la cara,
la esperanza se redujo a cenizas,
y mi triste ciudad fue asfixiada
tragando mientras el dolor.
Sin ecos ni signos,
los niños, las canciones, se perderán a sí mismas.
Mientras se desnudan, cubiertos de sangre los pies,
la tristeza se arrastra por mi ciudad,
un silencio plantado como la monta,
oscuro como la noche
un terrible silencio que transporta
el peso de la muerte y la derrota.
¡Ay, mi triste ciudad enmudecida!

¿Las frutas y el grano pueden por lo tanto ser quemados,
en el tiempo de la cosecha?

¡Doloroso el final de la ruta!
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En las olas

Aquella noche
Las caras se desvanecieron en torno nuestro
Y todo desapareció
Menos el brillo azul de
Tus ojos y la llamada
En aquel brillante azul
Donde mi corazón
Navegó cual barco
Guiado por las olas.
Las olas nos condujeron
A un mar sin playas,
Sin límites
Y sin resistencia
A que las olas contaran
La eterna historia de la vida
Resumida
En una mirada.
Y la tierra se inundó con
El impulso de la marea, el viento y la lluvia.

Aquella noche
Mi jardín se despertó
Y los dedos del viento
Arrancaron su cercado.
En mi jardín, la hierba,
Las flores y los frutos se estremecieron
Con la danza del viento y la lluvia.
Todo se desvaneció
Aquella noche
Menos el brillo azul de tus ojos
Y la llamada
En el brillante azul
Donde mi corazón navegó
Cual barco guiado por las olas.
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Solo quiero estar en tu seno

Sólo quiero morir en mi tierra,
Que me entierren en ella,
Fundirme y desvanecerme en su fertilidad
Para resucitar siendo hierba en mi tierra,
Resucitar siendo flor
Que deshoje un niño crecido
En mi país.
Sólo quiero estar en el seno de mi patria
Siendo tierra
Hierba
O flor
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Veinte años después

 Aquí las huellas de las pisadas se detienen;
 Aquí la luna
 Yace con los lobos, los perros, y las piedras,
 Detrás de las rocas y las carpas, detrás de los árboles.
 Aquí la luna
 Vende su cara cada noche,
 Por una daga, una vela, un entrelazado de lluvia.
 No arrojes una piedra en su fuego;
 No robes los anillos de vidrio
 De los dedos de las gitanas.
 Ellas dormían, así como los peces y las piedras y los árboles.

 Aquí las huellas de las pisadas se detienen;
 Aquí la luna estaba pariendo.
 ¡Gitanas!
 Devuélveles sus anillos de vidrio
 Y las pulseras azules.
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No lloraré

A las puertas de Yafa
amigos míos,
y entre el caos de escombros
de las casas,
entre la desnutrición
y las espinas, dije a los ojos,
quieta:
deteneos... Lloremos
sobre las ruinas
de quienes se han marchado
abandonándolas.

La casa está llamando a quien la edificó
La casa está dando el pésame por él.

Y el corazón, deshecho, gime
y dice:
¿Qué te han hecho los días?
¿Dónde están los que antes te habitaban?
¿Has sabido de ellos?
¿Has sabido tras su partida?

Aquí soñaron, aquí estuvieron
y trazaron los planes del mañana.
Más, ¿dónde están los sueños y el mañana?
Y, ¿dónde, dónde ellos?

¿Cómo van a aplastarme las heridas?
¿Cómo podrá aplastarme la desesperación?
¿Cómo voy a llorar ante vosotros?...
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El diluvio y el árbol

El día en que el diabólico ciclón se propagó tiránico.
El día en que costas salvajes arrojaron
el oscuro diluvio
contra la tierra buena y verde,
gritaron (y a través de los aires, sus “albricias”
resonaron por todas las agencias):
Ha caído el árbol.
El poderoso tronco está aplastado.
Ya, ni un asomo de vida para el árbol
dejó la tempestad.

El árbol ha caído...
¡Perdón, rojos arroyos!
¡Perdón, raíces regadas
con el vino que sangran los cadáveres!
¡Perdón, raíces árabes,
hundidas como rocas en la entraña,
y que cada vez más os entrañáis!

El árbol se alzará.
El árbol se alzará, y sus ramas,
al sol, irán creciendo;
en risas verdeciendo, y en hojas,
cara al sol.
Y el pájaro vendrá,
no tiene más remedio que venir.
El pájaro vendrá.
El pájaro vendrá.
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Polvo

El final
de mi largo camino
hasta donde yo llegue, en cualquier destino,
es el premio de los años
no el de llegar.
¿Porqué me apresuro? ¿Qué quiero
de mi viaje
por esos desiertos
como una sombra fugitiva?
Mis pies consumidos por las rocas
las olas del viento que siguen dando vueltas
y vueltas conmigo
mientras yo sigo a través de este vacío
de esta soledad.
Polvo, polvo
delante y detrás mío; a mi alrededor, polvo.
Corro y corro; y en mis manos
solo la ilusión, nada.
Cansada, cansada.
El final
de mi largo camino,
aunque éste se alargue,
de cualquier destino,
es el premio de los años,
no el de llegar.
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Un instante

Amor, guardemos silencio, y no digamos
“recuerdas cuando fuimos… alguna vez iremos…”
¡Olvidemos el pasado y no invadamos el futuro!
Este instante es el que cuenta
sólo este instante, nada antes ni después.
No tiene valor el tiempo:
el ayer es una sombra que se desvanece
y el misterio del futuro
se extiende más allá de nuestro alcance…
Tal vez tus sueños y mis sueños
son distintos.
Pero este instante
único, radiante en nuestras manos
es una flor magnífica de tiempo.
James Gibbs,
s/t ¡Disfrutemos, amor,
antes de que se marchite!