Yo leo a los maestros

sábado, 17 de junio de 2017

Izet Sarajlić (1930 - 2002) Bosnia y Herzegovina



Una granada lanzada desde el Mrkovići

Hace treinta horas
las granadas
llueven sobre nosotros desde todas partes.
Una de ellas
ha sobrevolado ahora
este poema.
Ha sido lanzada desde el Mrkovići
donde antes de la guerra cogía margaritas
con la mujer que amo.
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Una calle para mi nombre

Paseo por la ciudad de nuestra juventud
y busco una calle para mi nombre.
Las calles grandes, ruidosas,
se las dejo a los grandes de la historia.
¿Qué hacía yo mientras se hacía la historia?
Simplemente te amaba.

Busco una calle pequeña, simple, cotidiana,
a través de la cual, sin llamar la atención de nadie,
podamos pasear incluso después de la muerte.
No es importante que tenga un paisaje hermoso,
tampoco que haya pájaros.
Lo importante es que en ella puedan tener refugio
cualquier hombre o perro en peligro.
Sería hermoso que estuviera empedrada,
pero tampoco esto es imprescindible.

Lo más importante es que
en la calle que lleve mi nombre
no le suceda nunca a nadie una desgracia.
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La quema de los libros

Para protestar 
contra la indiferencia de la opinión pública internacional
algunos miembros de la Unión de Escritores
han anunciado que hoy
quemarán en público sus propios libros.

En su comunicado
veo que figura también mi nombre.

Es cierto,
apruebo de corazón esta protesta
contra la indiferencia del mundo,
pero yo nunca quemaré mis libros.

En primer lugar, porque los amo
y después porque será mejor
enviárselos a Ismar,
que hoy trabaja como farmacéutico en Suiza,
para que recuerde
la época en que reparaba mi techo
tapando los agujeros causados por las granadas.
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Teoría de la distancia

La teoría de la distancia la han inventado los estrictos,
aquellos que no quieren arriesgar en nada.

Yo pertenezco a aquellos
que creen que del lunes
se debe hablar el lunes;
es probable que el martes sea demasiado tarde.

Obviamente es difícil estando en la cantina,
mientras caen los proyectiles,
escribir poesía.

La única cosa más difícil es no escribir.
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Nuestros encuentros de amor en el León

Qué hermosa vejez pudimos haber tenido
tú y yo
sin toda esta locura nacionalista eslavo meridional.

Y en cambio,
después de todo sólo nos han quedado
estos encuentros de amor tristes
en el cementerio del León.

Ahora quiero decirte
que por momentos logro ser feliz
en medio de esta infelicidad
cuando en el cementerio me sorprende la lluvia.

Cuánto me gusta empaparme junto a ti.
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Aquel mirlo

¿Qué habrá sido de aquel mirlo
que cantaba la primavera pasada
cuando esperábamos el tren
en la estación de Dovlici?
Pero, ¿puede un poema sobre el mirlo
sustituir el canto del mirlo?
¿Puede?
Lo dudo.
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Desde algún tiempo

Desde hace algún tiempo
no me interesa en absoluto la poesía.

Me interesa la vida.

Los peores lugares en la poesía son, en realidad, la poesía.

En cuanto la vida irrumpe en la poesía,
los versos, casi sin la intervención del autor,
se convierten en poesía.
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Cambio de domicilio

Mis amigos
con cada vez mayor frecuencia
cambian de domicilio.

Le pasó también a Alfonso Gatto.

Hasta ayer
vivía en la romana
calle Margutta.

Ahora habita
en el cementerio
de Salerno.

Este es el peor
de los veintiocho domicilios
que hasta ahora ha cambiado.

Mejor era incluso aquél
de los tiempos de Mussolini:
Alfonso Gatto,
Cárcel Central,
Milano.
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La primera comida sin mi hermana

Es horrible la primera comida sin la hermana
que amabas, que te amaba,
a quien acudiste cuando bombardearon tu casa,
con la cual has compartido
los cuatrocientos días más difíciles de tu vida.

Es horrible ver su silla vacía junto a la mesa.

La comida es la misma que ayer,
pero no se trata del almuerzo.

Se trata del plato menos,
del trozo de pan menos,
del vaso de agua menos.

En realidad,
se trata de un Sarajlić menos
cuando éramos ya pocos.
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Último tango en Sarajevo

La Sarajevo amorosa no se rinde.
Sobre la mesa la invitación para el baile matutino en el "Sloga".
¡Y, por supuesto, vamos!
Mis pantalones están un tanto deslucidos
y tu vestido no es de Via Veneto.
Pero nosotros no estamos en Roma,
nosotros estamos en guerra.

Llega también Jovan Divjak, En las botas se ve
que acaba de llegar de la primera línea.
Cuando te dice ¿bailas? te sientes confundida.
Es la primera vez que bailas con un general.
El general no sabe el honor que te hace
y que tú le haces a él.
Ha bailado con la más celebrada señora de Sarajevo.

Pero ahora este tango... ¡es sólo nuestro!
Nos da vueltas, cansados, la cabeza.
Amor mío, se acaba nuestra maravillosa vida.
Llora, llora, si quieres, no estamos en Via Veneto
y tal vez sea éste nuestro último baile.

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