Yo leo a los maestros

miércoles, 10 de abril de 2013

Alaíde Foppa (1914 - 1980*) Guatemala


Ella se siente a veces...

Ella se siente a veces
como cosa olvidada
en el rincón oscuro de la casa
como fruto devorado adentro
por los pájaros rapaces,
como sombra sin rostro y sin peso.
Su presencia es apenas
vibración leve
en el aire inmóvil.
Siente que la traspasan las miradas
y que se vuelve niebla
entre los torpes brazos
que intentan circundarla.
Quisiera ser siquiera
una naranja jugosa
en la mano de un niño
-no corteza vacía-
una imagen que brilla en el espejo
-no sombra que se esfuma-
y una voz clara
-no pesado silencio-
alguna vez escuchada.
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Mujer

Un ser que aún no
Acaba de ser,
No la remota rosa
angelical,
que los poetas cantaron.
No la maldita bruja que
los inquisidores quemaron.
No la temida y deseada
prostituta.
No la madre bendita
no la marchita y burlada
solterona.
No la obligada a ser buena
no la obligada a ser mala.
No la que vive
porque la dejan vivir
no la que debe siempre
decir que si.
Un ser que trata
de saber quién es
y que empieza a existir.
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Oración

Dame, señor
un silencio profundo
y un denso velo
sobre la mirada.
Así seré un mundo
cerrado:
una isla oscura;
cavaré en mí misma dolorosamente
como en tierra dura
Y cuando me haya desangrado
ágil y clara será mi vida
Entonces, como río sonoro y transparente,
fluirá libremente
el canto encarcelado.
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Oscuro canto

Oscuro canto
que brota
de la honda esperanza
rota,
y del retorno
al círculo cerrado.
Peso escondido
como hijo sin nacer
en el vientre profundo,
apretado nudo
en el lugar del corazón.

Ay, tampoco suena
ni sube
el nocturno canto
hacia el cielo lejano.
Es una voz sorda
que se ahoga en la garganta,
es un grito callado.
Y si sube,
no es un vuelo
en la noche muda,
es sólo una nube de humo
que se pierde en la sombra.
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Señor, estamos solos...

Señor, estamos solos,
Yo, frente a Ti:
Diálogo imposible
Grave es tu presencia
Para mi solitario amor.
Escucho tu llamada
Y no sé responderte.
Vive sin eco y sin destino
El amor que sembraste:
Sepultada semilla
Que no encuentra el camino
Hacia la luz del día.
En mi pecho encendiste
Una llama sombría
¿Por qué señor,
no me consumes entera,
si no hay para tu amor
otra respuesta
que mi callada espera?
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Destierro

Mi vida
es un destierro sin retorno.
No tuvo casa
mi errante infancia perdida,
no tiene tierra
mi destierro.
Mi vida navegó
en nave de nostalgia.
Viví a orillas del mar
mirando el horizonte:
hacia mi casa ignorada
pensaba zarpar un día,
y el presentido viaje
me dejó en otro puerto de partida.
¿Es el amor, acaso,
mi última rada?
Oh brazos que me hicieron prisionera,
sin darme abrigo…
También del cruel abrazo
quise escaparme.
Oh huyentes brazos,
que en vano buscaron mis manos…
Incesante fuga
y anhelo incesante
el amor no es puerto seguro.
Ya no hay tierra prometida
para mi esperanza.
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Un día

Este cielo nublado
de tempestad oculta
y lluvia presentida
me pesa;
este aire denso y quieto,
que ni siquiera mueve
la hoja leve
del jazmín florecido,
me ahoga;
esta espera
de algo que no llega
me cansa.
Quisiera estar lejos,
donde nadie
me conociera:
nueva
como la yerba fresca,
ligera,
sin el peso
de los días muertos
y libre
ir por caminos ignorados
hacia un cielo abierto.
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Mis hijos

Cinco hijos tengo: cinco,
como los dedos de mi mano,
como mis cinco sentidos,
como las cinco llagas.
Son míos:
cada día
soy más de ellos,
y ellos,
menos míos.
Por la secreta vía de la sangre,
algo de mi apariencia se llevaron.
Mis ojos castaños me miran hoy
con renovado brillo; ríe mi boca
alegre y limpia, con dientes de niño.
Y misteriosamente reaparecen
semblantes de mi infancia,
que nueva vida ocultos esperaron.
Hondo caudal irremplazable, el tiempo
también les di, más mío que mi sangre:
el hilo ininterrumpido de los sueños
y el curso roto de los pensamientos;
la larga espera, las noches despiertas,
el reposo no repuesto, las fiestas...
Y el tiempo se acortó
de mi frágil belleza pasajera.
Intacto brotó el amor cada vez,
como si diera la misma semilla
el fruto que de mí se desprendía
y en mi fértil corazón, nueva flor.
Oh, amor, estremecimiento sombrío,
esperanza y temor,
y el manto de piedad que los abriga.
Sangre, amor y tiempo,
de mi vida les di.
Mas no me dejó desnuda
la inagotable entrega
por sí misma nutrida:
entera me daría,
cada día,
por cada uno de ellos,
y entera y florecida
quedaría.
Cinco hijos tengo,
cinco caminos abiertos,
cinco juventudes,
cinco florecimientos.
Y aunque lleve el dolor
de cinco heridas
y la amenaza
de cinco muertes,
crece mi vida
todos los días.
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* Desaparecida por la dictadura de su país.

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