Yo leo a los maestros

domingo, 17 de febrero de 2013

Robert Desnos (1900 - 1945 ) Francia


La voz

Tan semejante a la flor y a la corriente de aire
al curso del agua a las sombras pasajeras
a la sonrisa vislumbrada aquella famosa noche a medianoche
tan semejante a toda la felicidad y a la tristeza
es la medianoche pasada alzando su torso desnudo por encima de las torres
                                                                                                                              y de los álamos
llamo a mí a los perdidos en los campos
los viejos cadáveres los viejos robles talados
los jirones de tela pudriéndose sobre la tierra y la ropa secándose
                                                                                      a los alrededores de las granjas
llamo a mí a los tornados y a los huracanes
las tempestades los tifones los ciclones
los maremotos
los temblores de tierra
llamo a mí al humo de los volcanes y al de los cigarrillos
a los círculos de humo de los puros de lujo
llamo a mí a los amores y los enamorados
llamo a mí a los vivientes y a los muertos
llamo a mí a los sepultureros llamo a los asesinos
llamo a los verdugos llamo a los pilotos los albañiles los arquitectos
                                                                                                                               a los asesinos
llamo a la carne
llamo a la que amo
llamo a la que amo
llamo a la que amo
la medianoche triunfante despliega sus alas de satén y se posa sobre mi lecho
las torres y los álamos se pliegan a mi deseo
aquellos se derrumban aquellos se desploman
los perdidos en el campo se reencuentran al encontrarme
los viejos cadáveres resucitan por mi voz
los jóvenes robles talados se cubren de verdor
los viejos jirones de tela pudriéndose en la tierra y sobre la tierra crujen
                                                                          por mi voz como el estandarte de la revuelta
la ropa secándose en los alrededores de la granja viste adorables mujeres
                                                                                                                                           que no adoro
que vienen a mí
obedecen a mi voz y me adoran
los tornados giran en mi boca
los huracanes enrojecen si pueden mis labios
las tempestades rugen a mis pies
los tifones si es posible me despeinan
recibo los besos de embriaguez de los ciclones
los maremotos vienen a morir a mis pies
los temblores de tierra no me estremecen pero hacen que todo se desplome
                                                                                                                                     a una orden mía
el humo de los volcanes me viste con sus vapores
y el de los cigarrillos me perfuma
y los círculos de humo de los puros me coronan
los amores y el amor tan largo tiempo perseguidos se refugian en mí
los enamorados escuchan mi voz
los vivientes y los muertos se someten y me saludan
los primeros con frialdad los segundos con familiaridad
los sepultureros abandonan las tumbas apenas cavadas y declaran que sólo yo
                                                                                                    puedo mandar los nocturnos trabajos
los asesinos me saludan
los verdugos invocan la revolución
invocan mi voz
invocan mi nombre
los pilotos se guían por mis ojos
los albañiles sienten vértigo al escucharme
los arquitectos parten hacia el desierto
los asesinos me bendicen
la carne palpita a mi llamado

la que amo no me escucha
la que amo no me entiende
la que amo no me responde
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A la misteriosa 

Tanto he soñado contigo que pierdes tu realidad.
¿Habrá tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo
y besar sobre esa boca
el nacimiento de la voz que quiero?
Tanto he soñado contigo,
que mis brazos habituados a cruzarse
sobre mi pecho, abrazan tu sombra,
y tal vez ya no sepan adaptarse
al contorno de tu cuerpo.
Tanto he soñado contigo,
que seguramente ya no podré despertar.
Duermo de pie,
con mi pobre cuerpo ofrecido
a todas las apariencias
de la vida y del amor,  y tú, eres la única
que cuenta ahora para mí.
Más difícil me resultará tocar tu frente
y tus labios, que los primeros labios
y la primera frente que encuentre.
Y frente a la existencia real
de aquello que me obsesiona
desde hace días y años
seguramente me transformaré en sombra.
Tanto he soñado contigo,
tanto he hablado y caminado, que me tendí al lado
de tu sombra y de tu fantasma,
y por lo tanto,
ya no me queda sino ser fantasma
entre los fantasmas y cien veces más sombra
que la sombra que siempre pasea alegremente
por el cuadrante solar de tu vida.
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Despertares

Es extraño despertarse a veces en plena noche.
En pleno sueño alguien toca la puerta
y en la extraordinaria ciudad de medianoche
de medio-sueño de medio-recuerdo
las puertas de los zaguanes retumban
con estrépito de calle en calle

Quién es ese visitante nocturno de rostro desconocido,
qué viene a buscar, qué espía.
Es un mendigo que pide pan y albergue
es un ladrón, es un pájaro,
es un reflejo de nosotros mismos en el hielo.
Quién vuelve de un abismo de transparencia
e intenta volver a entrar en nosotros.

Él se da cuenta que hemos cambiado
que la llave ya no puede abrir la cerradura
de la puerta misteriosa de los cuerpos.
Aunque sólo hayan pasado segundos desde que nos dejó
en el momento inquietante en que se apaga la luz

¿Qué sucede entonces?
¿Dónde deambula? ¿Sufre?
¿Es ése el origen de los fantasmas?
¿El origen de los sueños?
¿El nacimiento de los recuerdos?

No toques nunca a mi puerta visitante.
No hay sitio en mi casa ni en mi corazón.
Para las antiguas imágenes de mí mismo
tal vez me reconozcas.
Yo no sabría ya reconocerte.
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El cementerio

Aquí estará mi tumba, y sólo aquí, bajo tres árboles.
Recojo sus primeras hojas primaverales
Entre un zócalo de granito y una columna de mármol.
Recojo sus primeras hojas primaverales,
Pero otras hojas nacerán de la feliz podredumbre
De este cuerpo que, si puede, vivirá cien mil años.
Pero otras hojas nacerán de la feliz podredumbre,
Pero otras hojas se ennegrecerán
Bajo la pluma de los que cuentan sus aventuras.
Pero otras hojas se ennegrecerán
Con una tinta más líquida que la sangre y que el agua de las fuentes:
Testamentos incumplidos, palabras que se pierden más allá de los montes.
Con una tinta más líquida que la sangre y que el agua de las fuentes,
¿ Podré yo defender mi memoria del olvido
Como una jibia que huye perdiendo la sangre, perdiendo el aliento?
¿ Podré yo defender mi memoria del olvido?
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Como una mano que en el instante de la muerte y del naufragio...

Como una mano que en el instante de la muerte y del naufragio
                     se levanta al modo de los rayos del sol poniente, así surgen
                     por todas partes tus miradas.
Quizá ya no haya tiempo, ya no haya tiempo para verme,
Pero   la   hoja   que   cae  y   la   rueda   que   gira   te   dirán   que   nada
                     perdura en la tierra,
Salvo el amor,
Y de esto quiero convencerme.
Botes de salvamento de colores rojizos,
Tempestades en fuga,
Un vals anticuado que se llevan   el tiempo  y   el viento por los
                     largos caminos del cielo.
Paisajes.
No quiero más abrazos que aquel al que aspiro,
Y muera el canto del gallo.
Como una mano que en el instante de la muerte se crispa, así
                    se oprime mi corazón.
Nunca he llorado desde que te conocí.
Quiero demasiado a mi amor para llorar.
Tú llorarás sobre mi tumba,
o yo sobre la tuya.
No será demasiado tarde.
Hasta mentiré. Diré que fuiste mi amante,
Y al final todo es tan absolutamente inútil,
A ti ya mí muy cerca nos espera la muerte.
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The night of lovelees nights 

Noche glacial y pútrida, noche espantable, noche
De fantasmas inválidos y de plantas podridas,
Incandescente noche, llama y fuego en los pozos,
Tinieblas sin relámpagos, astucias y mentiras.

En el fragor del río, ¿quién me mira? ¿Marinos,
Pescadores, ahogados? ¡Reventad los tumores
Malignos en la piel de las sombras fugaces,
Ya me han visto esos ojos, clamores: resonad!

Hasta los edificios alargaba ese día
El sol, en la ciudad, la sombra de los árboles.
Restallaban banderas en lo alto de las torres,
Daba a los sacrificios sus frutos el verano.

Vienes de lejos, sí, vomitando culebras,
Triste asesino, héroe, por cierto, sin dolor
El amante se esfuma, y a ti, hijo suicida
De tus obras, ¿ansiar la dicha te avergüenza?

En mi hielo, oh espectro, la noche se prolonga
Entre féretros fríos y pechos goteantes,
Quema y arde el amor como una falsa oronja
Y en las manos inválidas la sombra de una amante.

Sin embargo no eres de aquellos que desdeño.
Estréchame la mano, ¡oh mi hermano!, besémonos
Entre cartas de amor, entre cintas y peines,
La plegaria jamás ensució tus rodillas.

Buscabas en la playa al pie de los peñascos
La cala donde encallan las estrellas marinas:
Por el gélido cielo los fuegos del ocaso
Navegaban, y tú, soñando entre salinas,

Veías circular barcos desconocidos
En el agua agitada por saltos imposibles.
¿Dónde están esas tardes? Apuntad los cañones,
olas, hacia los blancos del cielo rumoroso.

Qué destino te hizo siervo de las severas,
Las de largos cabellos que hechizan colibríes,
Las que en el duro seno dan un fatal asilo,
Las que llevan un nido de misterio en la nuca,

Las que hallaste desnudas en noches de naufragio,
Las que incendios y páramos pueblan, las que mienten
Sin por eso perder la mirada sincera,
Las que agostó el fatal amor antes de tiempo,

Las de hondo corazón, las de piernas hermosas,
Las de sutil sonrisa, malvada y delicada,
Las de ternura ardiente como un diamante en llamas,
Las que en la marcha van meneando las caderas.

Las de bragas estrechas que estrangulan los muslos,
Las que bajo la falda llevan un pantalón
Blanco que, artificioso, les desnuda la piel
Entre la jarretera y el vuelo de volados,

Las que ansioso seguiste con esperanza o dudas
No se volvieron nunca, nunca para mirarte,
Y las flores marchitas que al andar arrojaban
Te arrastraron tras ellas, al azar de sus pasos.

Hasta la muerte, empero, las seguirás, sin pausa,
Con los ojos cansados de indagar las tinieblas,
De ver un nuevo día nacer sobre sus lechos
Y de albergar su sombra en tus ojos cerrados.

Con su mirada dulce y una rosa en la boca,
Torturarán tu pecho, derramarán tu sangre
Encarnizadamente, con sus manos crueles,
Como por castigar el amor que les dieron.

Qué dicha si bastara, para lograr su amor,
Hacer frente sin miedo a increíbles peligros,
Conservar siempre fieles el corazón y el alma
Para ver la ternura en sus ojos brillantes,

Pero los más audaces, si no los más sinceros,
Roban, a boca llena, a sus bocas un sí,
Y ante nosotros, como en un mascarón de proa,
Esplende su sonrisa y flotan sus cabellos.

Pues lo único rige el amor y sus penas,
Sólo él poseyó las almas fervorosas
Algunos, sometidos por desgracia a su ley
Víctimas de un verdugo fueron durante años.

En sus metamorfosis otros lo persiguieron:
Tras ojos muy azules, he aquí los muy negros
Brillando en una cara donde muere la rosa,
Más profundos que el cielo y la desesperanza.

Amo de sus insomnios y también de su sueño
En masa los arrastra, por diversos países,
En pos de epifanías y mares desventrados...
Será la pleamar y faltará la estrella.

Alguien me dijo que, extraviado entre hielos,
En un caos de montes y lejos de los mares,
Vio pasar sin violencia y sin humo la masa
Empenachada, inmensa, de un barco gigantesco.

Marinos silenciosos asían los cordajes
Y pájaros chillones rozaban los obenques,
Contra los parapetos soñaban bailarinas
Enfundadas en telas suntuosas y turbantes.

En sus cuellos y brazos enhebraban las joyas
Mil destellos glaciales, y grandes abanicos
De plumas, en sus manos, crepitaban, tendidos
Hacia escalas con torres rojas de fiesta y bailes.

Bailarines absortos en su melancolía,
En sueños comparaban sus ansias al acero.
Entre los montes era, en noche de locura,
Grandes nubes rozaban el flanco de los témpanos.

Hubo otro, también, que en medio de un calvero
Un rosal descubrió entre enhiestos abetos.
¿Cuántas rosas de sangre alcanzó a recoger
Antes de adormecerse, al alba, bajo el musgo?

Sus ojos preservaron, sin embargo, el extraño
Paisaje en la pupila, y su titubeante
Corazón eligió, para dejar la lucha,
El lugar que embalsaman la rosa y el tomillo.

En la época aquella en que con voz vibrante
Cantábamos, cruzamos singulares países
En que a nuestras amadas, con palabras de claro
Sentido familiar, el eco respondía.

Pero hoy, desde que la noche nos aplasta,
En nuestro pecho tienen acentos misteriosos
Esas voces, y cuando nos las trae el recuerdo
Su orden imperiosa nosotros no acatamos.

¿Escucháis esas voces cantando en la montaña,
Escucháis la trompetas romanas y los cuernos?
¿Por qué sólo cantamos estribillos de reos
Al compás de una eterna y lúgubre campana?

¿Será acaso Don Juan quien va por la alameda
En que la sombra se une a espectros del amor?
¿Ha marcado los pechos con su talón pesado
El paso que resuena en las noches desiertas?

No es por cierto el Don Juan que desciende impasible
La escalera bañada de luces infernales,
Ni aquel que profanó, escupiendo, la Biblia
Y bebía, burlón, con el Comendador.

Incomprendidos, nunca conmovieron sus ojos,
Ni conoció su boca sino el beso del sueño,
Y es el Don Juan que sueña, en sombríos ardores,
Con la que lo desprecia y lo ignora y sin tregua

Clava su boca muda, sus labios sepulcrales,
Sus helados diamantes en sus ojos y boca,
Crueles ojos de esfinge y manos animales
En sus ojos y manos, y en su estrella y su cielo.

Mas él, herido el pecho por difuntas quimeras,
Que hunden aún el pico pútrido en sus amores,
Con un beso viril, oh bellezas efímeras,
Os salvará quizás antes que llegue el fin.

En su boca la risa fresas aplastará,
Un destino más puro le marcará los ojos.
Es Baco que renace de brasas y ceniza,
En los dientes ceniza y brasas en las manos.

Mas por uno que vuelve, cuántos que sin morir
En los pies y en el alma llevan duras cadenas.
Los ríos correrán, se pudrirán los muertos...
Cada año las hayas se cubrirán de hojas.
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Nadie más que tú

 Nadie más que tú pese a las estrellas y a las soledades
Pese a las mutilaciones de árboles al caer la noche
Nadie más que tú seguirá su camino que es el mío
Cuanto más te alejas más crece tu sombra
Nadie más que tú saludará nunca el mar al alba
cuando cansado de errar yo salido de los bosques tenebrosos
y de los matorrales de ortigas camine hacia la espuma
Nadie más que tú me pondrá la mano en la frente ni en los ojos
Nadie más que tú y niego la mentira y la infidelidad
Puedes cortar la cuerda de esta embarcación anclada
El águila prisionera en una jaula roe lentamente los barrotes de cobre cubiertos de verdín
¡Qué evasión!
Es el domingo señalado por el canto de los ruiseñores en los bosques de un suave verdor el
hastío de las niñas en presencia de una jaula en que se agita un canario mientras en la calle
solitaria el sol desplaza lentamente su línea delgada sobre la acera caliente
Cruzaremos otras líneas
Nadie nadie más que tú
Y yo solo solo solo como la hiedra marchita de los jardines suburbanos solo como el vidrio
Y tú nadie más que tú.
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Esquina

Hay en esta esquina una atmósfera de recuerdos, de encuentros, de hechos extraños absurdos
y muy importantes
El naranja y el verde ponen flores en la vitrina de la farmacia
En las ventanas del café pueden leerse las inscripciones esmaltadas
La canción del transeúnte es la misma que en cualquier otra parte
El farol es el mismo
Las casas iguales a tantas otras
El mismo empedrado
Las mismas aceras
El mismo cielo
Y sin embargo muchos se detienen en este lugar
Muchos parecen encontrar aquí el olor de su propio cuerpo
Y el perfume de amores pasados
Irremediablemente sepultados en un tortuoso olvido.
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Este corazón que odiaba la guerra

¡ He aquí este corazón, que odiaba la guerra, anhelando el combate y la batalla
!Este corazón que no latía sino al ritmo de las mareas, de las estaciones, de las horas del día y
de la noche,
Helo aquí, hinchándose y enviando a las venas una sangre ardiente de salitre y de odio.
Y tanto ruido lleva al cerebro que los oídos me silban,
Y no es posible que ese ruido no invada la ciudad y aún los campos
Como el sonido de una campana llamando a la rebelión y al combate.
Escuchad. Lo oigo volver repetido por el eco.
Pero no, es el ruido de otros corazones, de millones de otros corazones que laten como el mío
en toda Francia.
Todos esos corazones palpitan al unísono por la misma tarea.
Su ruido es el del mar al asalto de los acantilados
Y toda esta sangre lleva a millones de cerebros la misma consigna :
¡ Todos contra Hitler y muerte a sus secuaces
!Sin embargo este corazón odiaba la guerra y palpitaba al compás de las estaciones,
Pero una sola palabra : Libertad, ha bastado para despertar las antiguas cóleras
Y millones de franceses se preparan en la sombra para la tarea que la aurora próxima les
impondrá.
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Cuento de hadas  

Había una vez  (y fueron tantas veces)
un hombre que adoraba a una mujer.
Había una vez (la vez fue muchas veces)
que una mujer a un hombre idolatraba.
Había una vez (lo fue muchas más veces)
una mujer y un hombre que no amaban
o aquel o aquella que los adoraban.

Había una vez (tal vez sólo una vez)
una mujer y un hombre que se amaban.
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Infinitivo

Ahí morir oh bella pavesa ahí morir
ver las nubes fundirse como la nieve y el eco
principios del sol y del blanco pobres como Job
no morir aún y ver durar la sombra
nacer con el fuego y no morir
apretar y abrazar amor fugaz el cielo opaco
ganar las alturas abandonar el borde
y quien sepa descubrir lo que amo
omita transmitir mi nombre a través de los años
reír en horas tormentosas dormir al pie de un pino
gracias a las estrellas iguales a una cifra
y morir de lo que amo al borde de las llamas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El poema de: "A la misteriosa" esta excelente.