Yo leo a los maestros

martes, 29 de mayo de 2012

Wallace Stevens (1879 - 1955) Estados Unidos



El comienzo

Así llega al fin el verano hasta estas pocas manchas
Y al óxido y la podredumbre de la puerta por donde ella se fue.

La casa está vacía. Pero es aquí donde ella se sentaba
Para peinar su cabello húmedo de rocío, una luz intangible,

Perpleja por sus más oscuras iridiscencias.
Éste era el espejo donde solía mirar,

Al ser momentáneo, sin historia,
La identidad del verano perfectamente percibido,

Y sentir su alegría campestre y sonreír
Y ser sorprendida y temblar, mano y labio.

Ésta es la silla de la que recogía
Su vestido, el más esmerado y favorecedor de los tejidos,

Al que un tejedor cosió doce campanas ...
El vestido yace, abandonado, sobre el suelo.

Ahora, los primeros tuteadores de tragedia,
Para empezar, hablan con suavidad en los aleros.
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El poema que ocupó el lugar de una montaña

Allí estaba, palabra tras palabra,
El poema que ocupó el lugar de una montaña.

Él aspiraba de su oxígeno,
Incluso cuando el libro yacía del revés sobre el polvo, en su mesa.

Le trajo a la memoria cómo necesitó
De algún lugar para seguir su rumbo,

Cómo llegó a recomponer los pinos,
A trasladar las rocas, abrir camino entre las nubes,

Para una perspectiva que sería perfecta,
Donde él se consumase en una inexplicable consunción:

La exacta roca en donde sus inexactitudes
Descubriesen, al fin, el panorama hacia el que había tendido,

Donde pudiese yacer y, contemplando el mar,
Reconocer su hogar, único y solitario.
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Soldado hay una guerra 

Soldado, hay una guerra entre la mente
y el cielo, entre el pensamiento y el día y la noche.
Por eso el poeta está siempre al sol,

remienda la luna en su habitación y la cose
a sus cadencias virgilianas, arriba abajo,
arriba abajo. Es una guerra que nunca acaba.

Sin embargo depende de la tuya. Las dos son una.
Son un plural, un derecha e izquierda, un par,
dos paralelas que se encuentran aunque sea solamente en

el encuentro de sus sombras o que se encuentran
en un libro en un cuartel, una carta de Malasia.
Pero tu guerra acaba. Y después regresas

con seis carnes y doce vinos o bien sin ellos
para andar por otra habitación... Monsieur y camarada,
el soldado es pobre sin los versos del poeta,

sus compendios insignificantes, los sonidos que se clavan,
inevitablemente modulantes, en la sangre.
Y guerra por guerra, tiene cada una su clase de valentía.

Qué sencillamente el héroe ficticio se vuelve el real;
qué alegremente con las palabras justas muere el soldado,
si ha de morir, o vive del sustento del habla fiel.
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Seis paisajes diferentes 


Un viejo está sentado
A la sombra de un pino
En china
Contempla sus espuelas,
Blancas y azules,
Al borde de la sombra,
Movidas por el viento,
Su barba ondea al viento.
Así fluye el agua
Sobre la maleza.

II 
La noche es del color
Del brazo de la mujer;
La noche, la hembra,
Oscura
Fragante y flexible,
Se esconde.
Un charco brilla
Como un brazalete
Agitado en una danza.

III 
Me mido
Con un árbol alto.
Encuentro que soy mucho más alto,
Porque llego directamente al sol,
Con mi ojo;
Y alcanzo a la orilla del mar
Con mi oído.
Aun así, me disgusta
La forma en que se arrastraban las hormigas
Fuera y dentro de mi sombra.

IV 
Cuando mi sueño estaba cerca de la luna,
Los blancos pliegues de su túnica
Se llenaron de luz amarilla.
Las plantas de sus pies
Enrojecieron.
Su pelo se llenó con ciertas azules cristalizaciones
De estrellas
No muy lejanas.


Ni todas las cuchillas de los postes,
Ni los cinceles de las largas calles,
Ni los mazos de las cúpulas
Y de las lastas torres
Pueden esculpir
Lo que puede esculpir una estrella
Brillando entre las hojas de una parra.

VI 
Los racionalistas, usando cuadrados sombreros,
Piensan, en cuadradas habitaciones,
Mirando al suelo
Mirando al techo
Se limitan
A triángulos rectángulos.
Si intentaran romboides,
Como conos, curvas, elipses-
Como por ejemplo , la elipse de medialuna-
Los racionalistas usarían sombreros.
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Humanidad hecha de palabras

¿Qué seríamos nosotros sin el mito sexual,
el humano ensueño o el poema de la muerte?

Castrados en un amasijo hecho de luna. La vida consiste
en proposiciones acerca de la vida. El humano

ensueño es una soledad en la cual
componemos estas proposiciones, desgarrados por los sueños,

por los terribles sortilegios de las derrotas
y por el miedo a descubrir que derrotas y sueños son uno.

La raza entera es un poeta que escribe
las excéntricas proposiciones de su destino.
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Estudio de dos peras


I
Oposculum pedagogum.
Las peras no son violones,
desnudos o botellas.
No se parecen a ninguna otra cosa.

II
Son formas amarillas
compuestas de curvas
combándose hacia la base.
Son toques rojos.

III
No son superficies planas
de curvados perfiles.
Son redondas,
ahusadas en el vértice.

IV
Tal como están modeladas
hay porciones de azul.
Una tiesa hoja seca cuelga
del vástago.

V
El amarillo resplandece,
brilla en distintos amarillos,
limones, verdes y naranjas
que florecen en la piel.

VI
Las sombras de las peras
son burbujas sobre el verde mantel.
Las peras no se ven
como el observador quiere.
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La casa estaba callada y el mundo estaba sereno

La casa estaba callada y el mundo sereno,
el lector se convirtió en libro; y noche de verano.
Era como el ser consciente del libro.
Las palabras eran habladas como si hubiese libro,
excepto que el lector se reclinaba sobre la página,
quería reclinarse, quería tanto ser
el escolar para quien el libro es verdad, para quien
la noche de verano es como una perfección del pensamiento.
La casa estaba callada porque debía estarlo,
el silencio era parte del significado, parte de la mente,
el acceso de perfección a la página,
y el mundo estaba sereno. La verdad en un mundo sereno,
en el cual no hay otro significado, el mismo
está sereno, el mismo es verano y noche, el mismo
es el lector reclinado tarde y leyendo ahí.
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Re-Declaración, de Romance

La noche no conoce de los encantos de la noche,
es lo que es como yo soy lo que soy,
y al percibir esto me percibo mejor a mí mismo,
y a ti. Sólo los dos podemos intercambiarnos
el uno en el otro lo que cada uno tiene para dar.
Sólo nosotros dos somos uno, no tú y la noche,
no la noche y yo, pero tú y yo, solos,
tan solos, tan profundamente por nosotros mismos,
mucho más allá de las soledades casuales,
esa noche es sólo el panorama de nosotros,
supremamente verdaderos cada uno a sí mismo,
en la pálida luz que cada uno sobre el otro dirige.
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El hombre de nieve

Se debe poseer un espíritu de invierno
para observar la escarcha y las ramas
de los pinos encostrados de nieve;

y haber tenido frío durante largo tiempo
para contemplar los enebros erizados de hielo,
los rudos abetos en el distante resplandor

del sol de enero; y no pensar
en ningún dolor en el sonido del viento,
en el rumor de unas pocas hojas,

que es la voz de la tierra
llena del mismo viento
que sopla en el mismo desnudo paraje

para el que escucha, el que escucha en la nieve,
y, nada en sí mismo, contempla
esa nada que no está allí y la nada que está.
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De poesía moderna

El poema de la mente en el acto de hallar
Lo que habrá de bastarle. No siempre hubo de hallar:

La escena era precisa: repetía
Lo que había en el guión.
Entonces el teatro
Cambiaba en algo más. Y su pasado era un recuerdo.

Ha de vivir. Saber el habla del lugar.
Ha de encarar a los hombres del tiempo,
Hallar a las mujeres del tiempo; pensar acerca de la guerra
Y hallar lo que habrá de bastarle. He de
Edificar un escenario nuevo, estar sobre el escenario
Y, tal actor insaciable, lentamente y con
Meditación decir palabras que en el oído
En el más delicado oído de la mente, repitan
Exactamente lo que quiere oír, en cuyo
Sonido, un invisible auditorio escucha
No la pieza, sino a sí mismo, expresada en una
Emoción como de dos personas, como de
Dos emociones convirtiéndose en una. El actor es
Un autor metafísico en lo oscuro, tañendo
Un instrumento, tañendo tensas cuerdas que producen
Sonidos que atraviesan súbita equidad, que contienen
En su totalidad la mente, debajo de la cual no puede
Descender, fuera de la que no habrá de subir. Debe
Ser el encuentro de una satisfacción, y
Quizá de un hombre patinando, una mujer que baila, una
Mujer peinándose. El poema del acto de la mente.
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La poesía es una fuerza destructiva

La desgracia es
no tener en verdad nada.
Es tener o nada.

Es algo para tener,
un león, un buey en su pecho,
sentirla respirar allí.

El corazón, perro fornido,
buey joven, oso patizambo,
prueba la sangre de ellos, no la escupe.

Es como un hombre
en el cuerpo de una bestia violenta.
Sus músculos son los de él…

El león duerme al sol.
Su hocico sobre sus garras.
Puede matar a un hombre.

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