Yo leo a los maestros

domingo, 13 de mayo de 2012

Du Fu (712-770) China



Escrito en el muro de la ermita de Chang

Es primavera en las montañas.
Vine sólo en tu busca.
Entre las crestas silenciosas
El eco de las hachas: talan árboles.
Los arroyos helados todavía.
Hay nieve en el sendero.
Bajo un sol indeciso
Llego a tu choza, entre dos rocas
Colgada. Nada pides, nada esperas.
No ves siquiera el halo que te envuelve,
Vaga luz oro y plata. Manso
Como los ciervos que has domado.
¡Olvidar el camino de regreso,
Ser como tú, flotar,
Barca sin remo, a la deriva!
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Alba de invierno

Hombres y bestias del zodíaco
Una vez más contra nosotros.
Verdes botellas de vino, rojas conchas de langosta,
Todas vacías, se apilan en la mesa.
"¿Cómo olvidar a un viejo conocido?"
Y cada uno, sentado, escucha sus propios pensamientos.
Fuera, chirrían las ruedas de los carros.
En el alero los pájaros despiertan.
En otra alba de invierno, pronto,
He de enfrentarme a mis cuarenta años.
Me empujan duros, tercos instantes,
Doblado hacia la sombra larga del crepúsculo.
La vida gira y pasa, borracho fuego fatuo.
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Contemplación primaveral

La patria está quebrantada,
más permanecen sus ríos y montañas.
La primavera ha llegado a la capital,
y espesas matas la sepultan.
Me aflige la situación,
y mis lágrimas rocían las flores.
Lloro la separación,
y el canto de los pájaros me asusta
Las llamas de la guerra
han ardido tres meses seguidos.
Una carta de la familia
vale más que mil onzas de oro.
Al levantar mis cabellos,
los encuentro blancos
y escasos para sujetarlos.
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Lluvia

Aunque la tenue lluvia quiebre las oscuras nubes para
diluirse después  a los lejos donde se desplazan y sobresalen
sus  púrpuras ennegrecidos
el camino no resplandece.
Y más allá  de donde vuelan blancos pájaros de fuego
Los sonidos del frío río de lluvia crecen familiares
En las húmedas sombras que arroja el sol del otoño. Debajo de
Nuestro portal de zarza, se alejará hasta secar el molino
De la villa: el arroz descascarado, mitad húmedo y fragante.
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Viajando hacia el norte

Entre el moral que amarillea
Una lechuza grita. Ratas escurridizas
Buscan sus madrigueras. Medianoche.
Un viejo campo de batalla.
La luna brilla, fría, sobre los huesos mondos.
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El azor pintado

Lejos de las murallas, en una ancha barandilla,
sin aldea que la estorbe,
la mirada llega lejos, muy lejos.
Las claras aguas del río casi rebosan el cauce.
Concluye la primavera,
y los serenos árboles están llenos de flores.
Entre una fina lluvia,
los pececillos aparecen,
y el vuelo oblicuo de las golondrinas
al pairo de la suave brisa.
En la ciudad, cien mil hogares,
aquí dos o tres familias.
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Melancolías múltiples

Recuerdo que a mis quince años,
casi un niño,
pero robusto como un ternero,
trepaba a las copas de los árboles
del patio, en agosto,
al madurar la pera y el dátil.
Ahora, a mi quebrantada edad,
sobrepasados los cincuenta,
prefiero en vez de vertical
mantenerme acostado.
Sin embargo, con forzada sonrisa
recibo a mis amigos burócratas,
que me ayudan con su peculio.
Triste quedo porque me es imposible
superar las múltiples melancolías
que a mi vida rodean.
Mi casa son sólo paredes...
Mi esposa monótonamente carga
la misma tristeza...
Mi hijo, sin urbanidad alguna,
desde la puerta, soez me exige la comida.
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Noche de luna

La misma luna que ella mira alumbra esta noche
el filo de la cordillera y la soledad de nuestro cuarto.
Mis hijos pequeños, mis ausentes niños, todavía muy tiernos
para entender las razones de mi encierro o para recordarme.

En este momento los cabellos de mi esposa tendrán el aroma de la madrugada
y sus brazos de jade blanco se estarán congelando en la claridad de la luz.
¿Cuándo nos volveremos a encontrar para abrir las cortinas de par en par
y mirar la luna hasta que las lágrimas secas nos manchen las mejillas?
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Agitación nocturna 

El aire frío del guadual entra en la alcoba
y la luz de la luna cubre por completo los rincones
del jardín. El rocío forma innumerables gotas perladas.
Las dispersas estrellas de pronto brillan, después desaparecen.

Las luciérnagas brillan en un oscuro vuelo. Las aves acuáticas
despiertan y comienzan a llamarse cantando.
Todas las cosas son presas del fusil y la granada.
La noche se vacía de sufrimientos y transcurre despejada.
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Noche sin descanso

Como el color del bambú al desplazarse en el dormitorio
El brillo de la luna colma cada esquina de nuestro
Jardín. Pesado y derramado collar de rocío,
Las estrellas no serán las próximas en crecer  repentinamente.

El resplandor de las luciérnagas volando en la oscuridad despierta
A los patos que comienzan a llamarse uno al otro.
Todas las cosas cazadas entre  escudo y espada,
Todo el vacío de la angustia pasando en la noche clara
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 Balada al borde del cielo

Al borde del cielo, el anciano no puede regresar.
Sol crepuscular, llego por el este a la orilla del gran río, lloro.
En el Longyou, en las Fuentes del Río, ya no cultivan la tierra.
Los jinetes tártaros y los guerreros tibetanos han entrado
en los países de Ba y Shu.
Grandes olas salpican hasta el cielo, el viento arranca los árboles.
Delante vuelan las grullas calvas, detrás los cisnes.
Por novena vez envío una carta a Luoyang:
Hace diez años que no se de mis hermanos.

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