Espíritu del 76
Querida Srta. Monroe: Siempre y cuando me permita usted usar minúsculas al comienzo de mis versos, le presento el siguiente excelente poema americano para su posible publicación, previo pago, en su revista:
Espíritu del 76
Su padre
construyó un puente
sobre
el río Chicago,
ella en cambio
construyó un puente
sobre la luna.
Como reconocerá usted sin titubeos, se trata de un poema excelente y muy americano. Sinceramente, espero que no haya ninguna regla prosódica prehistórica que imposibilite su publicación. Suyo,
W.C. Williams
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Llegada
Y, sin embargo, de algún modo uno llega
y se descubre a sí mismo
desabrochándole el vestido
en un dormitorio ajeno...
Siente cómo el otoño
deja caer sus hojas de seda y lino
por sus tobillos.
¡El cuerpo presumido y venoso emerge
enroscado sobre sí mismo
como un viento invernal...!
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Una suerte de canción
Deja que la serpiente espere
bajo su yerbal
y la escritura
sea de palabras lentas y rápidas, prontas
a morder, tranquilas en la espera,
desveladas.
-Reconciliar por la metáfora
a la gente con las piedras.
Componer (no hay ideas
sino en las cosas) Inventa!
Saxígrafa es mi flor que parte
las rocas.
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Para despertar a una anciana
La vejez :
vuelo de pájaros
que pían
al rozar
pelados árboles
sobre la nieve tersa.
Los sacude
de aquí para allá
un viento oscuro__
¿ Y qué ?
Sobre varas ásperas
se posa la bandada,
la nieve
se cubre de cáscaras
de semillas,
un estridente
gorjeo de hartazgo
serena el viento.
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Fragmento
De la misma manera
que sobre quien
censura también
pueden caer la pena
y el error
tampoco cuando escribes
te es dado
conocer
el alcance y poder
de tus palabras
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Entre paredes
las alas traseras
del
hospital en donde
nada
crece hay
cenizas
en las que brillan
los pedazos
rotos de una botella
verde.
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El acto
Ahí estaban las rosas, en la lluvia.
No las cortes, le supliqué.
Mucho no durarán, dijo ella.
Pero están tan hermosas
donde están.
Bah, todos fuimos hermosos alguna vez, dijo
y las cortó y me las puso
en la mano.
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Cosas así me dejan mudo de asombro
Los gorriones
brincan ingenuos
por la calzada
riñendo
con voces chillonas
por las cosas
que les interesan.
Pero nosotros somos más
listos –cada cual se
encierra en sí mismo
y ninguno sabe
qué intenciones, buenas
o malas, tiene
el otro.
Entretanto,
el anciano que va
recogiendo estiércol de perro
camina por el arroyo
sin alzar la vista
y con paso
más majestuoso que
el del pastor episcopal
al acercarse al púlpito
un domingo.
Cosas así
me dejan mudo de asombro.
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El descenso
El descenso nos llama
como nos llamaba el ascenso.
La memoria es una especie
de consumación,
una suerte de renovación,
incluso
de inicio, pues los espacios que abre son lugares nuevos
habitados por hordas
de especies
hasta entonces impensadas,
y sus movimientos
se orientan hacia nuevos objetivos
(aun cuando antes hayan sido abandonados).
Ninguna derrota es enteramente una derrota, pues
el mundo que abre es siempre un sitio
hasta entonces
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
abre paso a nuevos lugares
y no hay blancura (perdida) tan blanca como el recuerdo
de la blancura .
Con el atardecer, el amor despierta
aunque sus sombras
-que dependen
de la luz del sol-
se adormecen y se apartan
del deseo .
Despierta así un amor
sin sombras
que ha de crecer
con la noche.
Surgido de la desesperación,
inconcluso,
el descenso
despierta a un nuevo mundo
que es el reverso
de la desesperación.
Para lo que no podemos lograr, lo que
se niega al amor,
lo que perdimos por anticiparnos,
se abre un descenso
sin fin, e indestructible.
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Consagración de un pedazo de tierra
Este pedazo de tierra
frente a las aguas de esta ensenada
consagra la viviente presencia
de Emily Dickinson Wellcome
que nació en Inglaterra, se casó,
perdió a su marido y con su hijo
de cinco años se embarcó
en un barco de dos mástiles, rumbo
a Nueva York, fue aventada hasta las Azores,
encalló en los bancos de la Isla del Fuego,
en una casa de huéspedes de Brooklin
encontró a su segundo marido,
se fue con él a Puerto Rico,
parió otros tres hijos, perdió
a su segundo marido, vivió
trabajosamente ocho años
en Santo Tomás y en Santo Domingo, siguió
a su hijo mayor a Nueva York, perdió
a su hija, a su "nene",
recogió a los chicos del hijo mayor
de su segundo matrimonio, los crió
__ quedaron huérfanos__ peleó
por ellos con la otra abuela
y las tías, los trajo aquí
verano tras verano y aquí se defendió
contra pícaros, tormentas, sol, fuego,
contra las moscas, contra
las muchachas que venían a husmear,
contra la sequía, la cizaña, las marejadas,
los vecinos, las comadrejas ladronas
de gallinas, contra
la flaqueza de sus propias manos
y la fuerza creciente
de los muchachos, contra el viento,
las piedras, los intrusos, las grietas,
contra su propia alma.
Desenyerbó esta tierra con sus manos,
tiranizó desde esta parcela, puso
como trapo al hijo mayor
hasta que no la compró, aquí
vivió quince años, aquí
alcanzó la soledad final y __
Si no puedes traer nada sino
tu osamenta: quédate afuera.
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