Yo leo a los maestros

viernes, 6 de agosto de 2010

Kabir (1398—1518) India

¡Oh, amigo! Espera en Él durante tu vida, conoce durante tu vida, comprende durante tu
vida, pues en la vida está tu liberación.
Si no desatas tus ligaduras durante la vida, ¿qué esperanza de liberación tendrás en la
muerte?
Creer que el alma se unirá a Él sólo porque haya abandonado el cuerpo, es una idea absurda. Si lo hallamos ahora, lo hallaremos luego. De lo contrario, permaneceremos en la ciudad de la muerte.
Si te unes a Él en el presente, lo estarás en la Eternidad.
Báñate en la Verdad; conoce al Maestro Verdadero; ten fe en su Nombre.

Kabir dice:
Lo que nos socorre es el Espíritu de búsqueda constante; soy esclavo de ese Espíritu.
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¿A qué playa te encaminarías, corazón mío?
Nadie te precede; no hay camino....

No hay agua, ni barca, ni barquero.
No hay ni siquiera una cuerda para remolcar la barca,
ni barquero para jalarla....

Sé fuerte y entra en tu propio cuerpo,
pues ahí es firme tu asidero.
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No vayas al jardín florido, no vayas, ¡oh, amigo!
En ti están el jardín y sus flores.
Inclínate sobre el loto de los mil pétalos,
y contempla allí la Infinita Belleza.
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La luna brilla en mi interior,
pero mis ojos ciegos no pueden verla.
La luna está en mí, lo mismo que el sol.
Sin que lo toquen,
el tambor de la eternidad resuena en mi interior,
pero mis oídos sordos no pueden oírlo.
Así, en tanto que el hombre reclame el yo y lo mío,
sus obras serán como cero.
Cuando todo amor del yo y de lo mío haya muerto,
entonces es cuando se consumará la obra del Señor.
Que el trabajo no tenga otro afán que el conocimiento.
Alcanzado el conocimiento, déjese el afán.
El afán de la flor es el fruto;
cuando el fruto madura, la flor se marchita.
El ciervo contiene el almizcle,
aunque no lo busca en sí mismo,
sino husmeándolo en la hierba.
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¡Oh, servidor!, ¿dónde me buscas?
¡Mira! ¡Estoy junto a ti!
No estoy en los templos, ni en las mezquitas
ni en la Kaaba, ni en Kailash.

Tampoco estoy en los ritos, ni en las ceremonias,
ni en el Yoga, ni en las renunciaciones.
Si eres un verdadero buscador, ahora mismo, de inmediato, sin dilación,
puedes verme.

Dice Kabir:
"¡Oh, Sadhu! Dios es el aliento de todo lo que respira".
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Cada morada enciende sus lámparas.
Como eres ciego, no las ves.
Un día tus ojos se abrirán de pronto, y verás,
y las cadenas de la muerte caerán por sí solas.
Nada qué decir, nada qué escuchar, nada qué hacer.
Aquel que vive, aunque muerto, no morirá jamás.
Porque vive en soledad dice el asceta
que su casa está muy lejos.
Tu Señor está junto a ti y, sin embargo,
trepas a lo alto de la palmera para buscarlo.
El sacerdote brahmán va de casa en casa,
para iniciar al pueblo en la fe.
Pero ¡ay!, la verdadera fuente de vida está a tu lado,
mientras te pones a adorar la piedra
que tú mismo levantaste.

Kabir dice:
No puedo decir cuán adorable es mi Señor.
El ascetismo, el rosario, las virtudes y los vicios,
nada de todo ello existe para Él.
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Ante lo incondicionado danza lo condicionado.
"Tú y yo no somos más que uno",
proclaman las trompetas.
El Maestro avanza y saluda a su discípulo:
tal es la mayor de las maravillas.
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En los baños sagrados no hay más que agua,
y sé de su ineficacia, pues me he bañado en ellos.
Las sagradas imágenes carecen de vida,
no pueden hablar;
lo sé, puesto que las he convocado a gritos.
Los Puranas y el Corán no son más que palabras;
aparté el velo y lo vi.

Kabir deja que hable la experiencia;
todo el resto es mentira, lo sabe muy bien.
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La flauta del Infinito toca sin jamás interrumpirse,
y canta Su amor.
Cuando el Amor renuncia a todo límite,
alcanza la Verdad.
¡Cuán lejos se esparce su perfume!
No tiene fin; ningún obstáculo se le opone.
La forma de su melodía brilla como un millón de soles.
La vina hace vibrar incomparablemente
las notas de la verdad.
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El asceta tiñe sus vestiduras,
en lugar de teñirse el alma con los colores del amor.
Permanece sentado en el templo,
abandonando a Brahma,
para adorar una piedra;
se agujerea las orejas,
lleva una larga barba y sórdidos andrajos;
parece un chivo.
Anda por el desierto yugulándose el deseo,
y acaba pareciéndose al eunuco.
Se rapa la cabeza y tiñe sus vestidos;
lee el Gita y se convierte en un charlatán.

Kabir dice:Tú, que obras como él,
marchas hacia las puertas de la muerte,
atado de pies y manos.
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