Yo leo a los maestros

jueves, 9 de abril de 2009

VLADIMIR MAIAKOVSKI (1893 -1930) Rusia

LA FLAUTA ESPINA DORSAL

Para todos vosotros,
los que me gustaban o me gustan,
guardados por las imágenes santas en la cueva,
levanto el cráneo lleno de versos,
como una copa de vino en un brindis de sobremesa.
Pienso más y más a menudo:
sería mejor poner el fin
con la punta de una bala:
Hoy mismo,
por si acaso,
doy un concierto de despedida.
¡Memoria!
Recoge en la sala del cerebro
las filas inagotables de los amados.
Vierte la risa de los ojos en los ojos.
Adorna la noche de las bodas pasadas.
Verted la alegría de la carne en la carne.
Que la noche no se olvide de nadie.
Hoy tocaré la flauta
en mi propia espina dorsal.
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¡ESCUCHAD!

¡Escuchad!
Acaso, si las estrellas brillan,
¿es que hay a quien le haga falta?
¿Es que alguien quiere que estén?
¿Es que alguien toma estas escupitinas por perlas?
Y a gritos,
entre polvaredas de mediodía,
se abre paso hacia dios,
teme que nadie le espere,
llora,
besa su mano nervuda,
ruega,
¡habrá por fuerza una estrella!
clama,
¡no aguantará este calvario a oscuras!
Y después
anda inquieto,
con expresión de calma.
Le dice a alguien:
«¿Acaso ya no tienes nada?
¿No da miedo?
¡¿Sí?!»
¡Escuchad!
Acaso, si las estrellas
brillan,
¿es que hay a quien le haga falta?
¡¿Es que es preciso
que cada vez que anochece
sobre los tejados
se encienda siquiera una estrella?!
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Me gusta ver morir a los niños.

¿Tú encontrarás la cresta nublada de la risa
Que asciende tras la trompa de la tristeza?
Y yo—
En la sala de lectura de las calles---
He hojeado tantos tomos de ataúdes.

La medianoche
Con dedos húmedos
Me tienta,
Palpa la barda
y la loca iglesia corre
con gotas de lluvia en la calva de su bóveda.

Veo a Cristo escaparse del icono
mostrando al viento su herida,
el barro lo besa llorando.
Le advierto al ladrillo
que clavaré la daga de palabras poseídas
en la hinchada blandura de los cielos:

" Sol !
¡Padre mío!
¡Sé por lo menos tú compasivo, no me atormentes!
A través de ti gotean los hilos de mi sangre
¡Es mi alma la que está clavada
en la oxidada cruz del campanario
cual girones de una nube desgarrada
en le cielo calcinado!

¡Tiempo!
Al menos tú, avieso pintorcillo,
pinta mi imagen
para la deforme capilla de la época!"

¡Estoy tan solo como la última pupila en el ojo
de un hombre que va hacia los ciegos! "
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Y DE TODOS MODOS

La calle se ha hundido como la nariz de un sifilítico.
El río es voluptuosidad que se prolonga en saliva.
Lanzando su propia ropa interior hasta la última hoja
los jardines yacen derrengados obscenamente en junio.

Salgo a la plaza,
me pongo en la cabeza
la calle ardiente, como una peluca roja.
Los peatones me eluden por temor: en mi boca
agita las piernas un grito a medio masticar.

Pero no oiré un reproche, no escucharé ladridos,
y habrá flores a mis pies como a los de un profeta,
porque ustedes, narices hundidas, lo saben muy bien:
yo soy su poeta.

¡Vuestro juicio final me da tanto miedo como una taberna!
Pero tan sólo a mí, a través de edificios en llamas,
me sacarán en andas las prostitutas como a efigie sagrada,
y me mostrarán a Dios en su descargo.

¡Y Dios llorará leyendo mi brevísimo libro!
Hecho de temblores en compactado ovillo, no de palabras;
y echará a correr por el cielo estrechando mis versos
y los recitará a sus amigos conteniendo el aliento.
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QUÉ QUERÉIS! ...

Las páginas
susurrantes
entreabren sus párpados,
y el olor
de la pólvora
insiste
en nuestras fronteras.
Nada nuevo
cae bajo el rayo
cuando uno tiene
más de veinte años.
¿Vamos a entristecernos
por eso?
¿Vamos a gritar que nos hundimos?
La historia con sus aguas bravas,
la guerray las amenazas
están ahí:
nosotros
seguiremos adelante
como una proa en medio del espacio.
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POR EL CABLEMETIERON UN NÚMERO

Tóquela apenas –me salió una llaga.
Se me escapó el teléfono.
La sala contigua
de la contigua

con modorra:
¿Cuándo sucedió?
¿De dónde salió un lechón vivo?
El timbre se queja de las quemaduras.
El teléfono está al rojo vivo.
¡Ella está enferma!
¡Ella está en cama!
¡Vete!
¡Rápido!
Oprimo el ardor de la carne humeante.
El rayo rayó fugaz mi cuerpo.
Apreté el labio en el calor del teléfono.
Perforando
agujeros
en la casa
por la Miasnítskaya
a través del campo
haciendo
el cable,
el número
voló
como bala
hasta la señorita.
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LA NUBE EN PANTALONES

Con mi corazón sangrante desgarrado en harapos
excitaré
vuestra mente
que sueña en cerebros reblandecidos
cual cebado lacayo en mugriento sofá;
hasta hartarme me burlaré, atrevido y mordaz.

Ni una sola cana mi alma tiene,
ni en mis años hay ternura senil.
La fuerza de mi voz atruena el mundo
y con veintidós años
camino enhiesto, hermoso.

¡Vosotros los delicados!
que sobre tiernos violines recostáis el amor
o, si rudos sois, sobre timbales.
Nunca podréis hacer como yo,
volverse del revés y ser todo labios.
Venid y aprended.

Damas pulidas envueltas en sedas y batistas
que humedeciendo los labios hojean los libros
como cocineras un libro culinario:
¡dejad esa decencia de ligas angelicales!
Si quieren
amaré la carne hasta la locura
y, tornasolado como el cielo,
si quieren
seré intachablemente delicado:
no seré un hombre,
sino una nube en pantalones.

En el mundo no existe una Niza florida.
Hoy glorifico de nuevo
a hombres cansados como un hospital,
y a mujeres sobadas como un refrán.
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