Yo leo a los maestros

martes, 21 de abril de 2009

SAINT-JOHN PERSE (1887 - 1975) Francia

MARES

Estrechos son los bajeles

I. ...Estrechos son los bajeles, estrecho nuestro lecho.
Inmensa la extensión de las aguas, más vasto nuestro imperio
En las cerradas estancias del deseo.

Entra el Verano, que viene de mar. A la mar sola diremos
Que extranjeros fuimos en las fiestas de la ciudad,
y qué astro ascendiente de las fiestas submarinas
Vino una noche a husmear en nuestro lecho, el lecho de lo divino.

En vano la tierra próxima nos traza su frontera.
Una misma ola por el mundo, una misma ola desde Troya
Menea su cadera hasta nosotros. En la alta mar
muy lejos de nosotros se imprimió antaño ese soplo...
Y el rumor una noche fue grande en las estancias:
¡la muerte misma, a son de caracolas, no se haría oír en ellas!

¡Amad, oh parejas, los bajeles; y la mar alta en las estancias!
La tierra una noche lleva sus dioses, y el hombre da caza a las bestias leonadas;
las ciudades se desgastan, las mujeres sueñan. ..Que haya siempre a nuestra puerta
Esa alba inmensa llamada mar -selección de alas y levantamiento de armas;
amor y mar del mismo lecho, amor y mar en el mismo lecho -

y este diálogo aún en las cámaras.
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El muro

El lienzo de muro está enfrente, para conjurar el círculo de tu sueño.
Pero la imagen lanza su grito.
La cabeza contra una oreja del sillón grasiento, exploras tus dientes
con tu lengua: el sabor de las grasas y las salsas infecta tus encías,
y sueñas con las nubes puras sobre tu isla, cuando el alba verde
crece lúcida en el seno de las aguas misteriosas.
Es el sudor de las savias en exilio, la suarda amarga de las plantas silicuosas,
la insinuación acre de los manglares carnosos y la ácida delicia
de una negra sustancia en las vainas.
Es la miel silvestre de las hormigas en las galerías del árbol muerto.
Es un sabor de fruto verde que acidula el alba que bebes:
el aire lechoso enriquecido con la sal de los alisios...
¡Alegría!, ¡oh alegría desatada en las alturas del cielo!
Las telas puras resplandecen, los invisibles atrios están sembrados de hierbas
y las verdes delicias del suelo se pintan al siglo de un largo día.
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El libro

Y qué queja entonces en boca del lar, una noche
de largas lluvias en marcha hacia la ciudad, removía
en tu corazón el oscuro nacimiento del lenguaje:
"...De un luminoso exilio -y más lejano ya que la rodante tempestad
-¿cómo guardar las vías, ¡oh Señor!, que me habíais entregado?
"...¿Sólo me dejarás esta confusión de la noche,
después de haberme, en un tan largo día, nutrido con la sal de tu soledad,
"testigo de tus silencios, de tu sombra y de tus grandes gritos? "

-Así te quejabas, en la confusión de la noche.
Pero bajo la oscura ventana, ante el lienzo de muro frontero,
cuando no podías resucitar el esplendor perdido,
abriendo el Libro,
paseabas un desgastado dedo por sobre las profecías,
y luego, fija la mirada en el espacio, esperabas el instante de la partida,
el levantarse del gran viento que te desellaría de un golpe,
como un tifón, partiendo las nubes ante la espera de tus ojos.
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PARA CELEBRAR UNA INFANCIA

¡Palmeras...!
Entonces te bañaban en el agua de hojas verdes;
y era también el agua verde sol, y las sirvientas de tu madre,
altas mozas lucientes, meneaban sus cálidas piernas cerca de tu temblor...
(Hablo de una alta condición, antaño, entre los trajes, en el reino de girantes claridades.)

¡Palmeras...! ¡y la dulzura
de una vejez de las raíces...! la tierra
entonces deseó ser más sorda, y el cielo más
profundo en donde los árboles demasiado grandes,
fatigados de un oscuro designio, anidaban un pacto
inextricable...
(He tenido este sueño, en la estimulación: una segura
permanencia entre las telas entusiastas.)
Y las altas
raíces curvadas celebraban
la partida de los prodigiosos caminos, la invención de las bóvedas y las naves,
y la luz entonces, en más puros hechos fecunda,
inauguraba el blanco reino al que lleve tal vez un cuerpo sin sombra...
(Hablo de una alta condición, antaño, entre hombres y sus hijas, que masticaban cierta hoja.)
Entonces, los hombres tenían
una boca más grave, las mujeres tenían brazos más lentos;
entonces, de nutrirse como nosotros las raíces, grandes bestias taciturnas se ennoblecían;
y más largos sobre más sombra se levantaban los párpados...
(Tuve ese sueño, nos ha consumido sin reliquias.)
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Y vosotros, Mares

I
Y vosotros, Mares, que leíais en más vastos sueños, ¿nos abandonaréis una noche a los rostros de la Ciudad, entre la piedra pública y los pámpanos de bronce?

Más grande, oh muchedumbre, es nuestra audiencia en esta vertiente de una edad sin ocaso: el Mar, inmenso y verde corno una aurora en el oriente de los hombres,

El Mar en fiesta sobre sus gradas como una oda de piedra: vigilia y fiesta en nuestras fronteras, murmullo y fiesta a la altura de los hombres -el Mar mismo nuestra vigilia, corno una promulgación divina...

El olor fúnebre de la rosa no ha de cercar ya las rejas de la tumba; la hora viva en las palmeras no ha de encubrir ya su alma de extranjera... Nuestros labios de vivientes, ¿fueron amargos alguna vez?

He visto sonreír en las hogueras de alta mar la inmensa cosa en feria: el Mar en fiesta de nuestros sueños, como una Pascua de heno verde y como fiesta que se santifica,

Todo el Mar en fiesta de confines, bajo su halconera de nubes blancas, como dominio de franquicia y como tierra de manos muertas, como provincia de mala hierba que hubiese sido jugada a los dados...

¡Inunda, oh brisa, mi nacimiento! ¡Y que mis auspicios

se marchen al circo de más vastas pupilas!... Las azagayas del Mediodía vibran a las puertas del júbilo. Los tambores de la nada se rinden ante los pífanos de la luz. ¡Y el Océano, aplastando de una parte a otra su carga de rosas muertas,

Sobre nuestras terrazas de calcio levanta su cabeza de Tetrarca!
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ELOGIOS

V
PERO ESTAS AGUAS tranquilas son de leche
y todas las cosas que se abren a las blandas soledades de la mañana.
El puente lavado, antes del día, con un agua igual en sueño a la mezcla del alba,
hace una hermosa relación del cielo.
Y la infancia adorable del día, por la trenza de las tiendas enrolladas,
hace bajar al mismo tiempo mi canción.
Infancia, amor mío, ¿sólo era aquello?...
Infancia, amor mío... ese doble anillo del ojo y el sosiego de amar.
Tanta calma y después tan tibio,
tan continuo también,
que parece extraño estar allá, con las manos hundidas en la facilidad del día...
¡Infancia, amor mío! Nada más que ceder... ¿Lo he dicho, entonces?
Yo ni aun quiero remover esas ropas blancas, en lo incurable,
en las soledades verdes de la mañana. ¿Lo he dicho, entonces?
Nada más que servir como una vieja cuerda... Y el corazón,¡el corazón!
Que se arrastre por los viejos puentes, más humilde y más salvaje
y más, que un viejo látigo,
extenuado....

VI
Y OTROS SUBEN, a su vez, al puente y yo pido, de nuevo, que no suelten la vela,
pero esta linterna, bien pueden apagarla...
¡Infancia, amor mío! Es la mañana, son las cosas dulces que suplican,
como el odio de cantar,
dulces como la vergüenza, que tiembla en los labios, cosas dichas de perfil,
ah dulces, y que suplican, como la voz del macho si consciente en plegar
su alma ronca hacia el que pliega...
Y ahora pregunte, ¿no es la mañana... un sosiego del soplo
y la infancia agresiva del día, dulce como el canto que estira los ojos?
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LLUVIAS

A Katherine y Francis Biddle

I

El baniano de la lluvia echa sus raíces sobre
la Ciudad.
Un polipero apresurado sube a sus bodas de coral en toda esa leche de agua viva,
Y la idea desnuda como un reciario peina en los jardines del pueblo su crin de niña.
Canta, poema, en la vocinglería de las aguas
la inminencia del tema:
Canta, poema, en el tropel de las aguas la
evasión del tema:
Una alta licencia en el flanco de las Vírgenes
proféticas,
Una eclosión de óvulos de oro en la leonada
noche de los légamos
Y mi lecho hecho, ¡oh fraude!, a la linde de
semejante sueño,
Allí donde se aviva y crece y comienza a girar
la rosa obscena del poema.
Señor terrible de mi risa, he aquí la tierra humeante con el husmo de la venación,
La arcilla viuda bajo el agua virgen, la tierra lavada del paso de los hombres insomnes,
Y, olida de más cerca como un vino, ¿no es verdad que provoca la pérdida de la
memoria?
Señor, ¡Señor terrible de mi risa!, he aquí el reverso del sueño sobre la tierra,
Como la respuesta de las altas dunas al escalonamiento de los mares, he aquí, he
aquí
La tierra a cabo de uso, la hora nueva en sus mantillas y mi corazón visitado por una
extraña vocal.


II

Nodrizas sospechosísimas. Cortejantes de ojos velados de madurez, ¡oh Lluvias! por
quienes
El hombre insólito mantiene su casta, ¿qué diremos esta noche a quien haga altanera
nuestra vela?
¿Sobre qué lecho nuevo, a qué reacia cabeza raptaremos aún la chispa valedera?
Mudo el Ande sobre mi techo, tengo una aclamación fortísima en mí, y es para
vosotras, ¡oh Lluvias!
Llevaré mi causa ante vosotras: ¡en la punta de vuestras lanzas lo más claro de mi bien!
¡La espuma en los labios del poema como
una leche de corales!
Y aquella que danza como un encantador de serpientes a la entrada de mis frases,
La Idea, más desnuda que una cuchilla en el
juego de las facciones,
Me enseñará el rito y la medida contra la
impaciencia del poema.
Señor terrible de mi risa, líbrame de la confesión, de la acogida y del canto.
Señor terrible de mi risa, ¡cuánta ofensa en
los labios del chubasco!
¡Cuántos fraudes consumados bajo nuestras
más altas migraciones!
En la noche clara de mediodía, anticipamos
más de una proposición.
Nueva sobre la esencia del ser. . . ¡oh humos presentes sobre la piedra del lar!
Y la lluvia tibia sobre nuestros techos hizo igualmente bien en apagar las lámparas en
nuestras manos.
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La ciudad

La pizarra cubre sus techos, o bien la teja en que vegetan los musgos.
Su aliento se vierte por el tiro de las chimeneas.
¡Grasas!
¡Olor de los hombres urgidos, como de un soso matadero!,
¡agrios cuerpos de las mujeres bajo las faldas!
¡Oh ciudad contra el cielol
Grasas, aspirados alientos, y el vaho de un pueblo contaminado
-pues toda ciudad se ciñe de inmundicia.
Sobre la lumbrera del tenderete -sobre los cubos de basura del hospicio
-sobre el olor de vino azul del barrio de los marineros
-sobre la fuente que solloza en los patios de la policía
-sobre las estatuas de piedra mohosa y sobre los perros vagabundos
-sobre el chiquillo que silba, y el mendigo cuyas mejillas tiemblan
en la cavidad de las mandíbulas,
sobre la gata enferma que tiene tres pliegues en la frente,
la noche desciende, entre el vaho de los hombres...
-La Ciudad por el río mana hacia el mar como un absceso...
¡Crusoe! Esta noche, cerca de tu Isla, el cielo que se aproxima loará al mar,
y el silencio multiplicará la exclamación de los astros solitarios.
Corre las cortinas; no enciendas:

Es la noche sobre tu Isla y en su contorno, aquí y allá,
dondequiera se curva el impecable vaso del mar;
es la noche color de párpados, sobre los caminos entretejidos del cielo y del mar.
Todo es salado, todo es viscoso y pesado como la vida de los plasmas.
El pájaro se arrulla en su pluma, bajo un sueño aceitoso;
el fruto vano, sordo de insectos cae en el agua de las caletas, cavando su ruido.
La isla se adormece entre el circo de vastas aguas,
lavada por cálidas corrientes y grasas lechadas,
en la frecuentación de légamos suntuosos.
Bajo los manglares que lo fecundan, lentos peces entre el cieno
han descargado burbujas de su cabeza chata; y otros que son lentos,
manchados como reptiles, velan. -Los légamos son fecundados.
-Oye chasquear a las huecas bestias en sus conchas.
-Sobre un trozo del cielo verde hay un humo apresurado
que es el enmarañado vuelo de los mosquitos.
-Los grillos bajo las hojas se llaman dulcemente.- Y otras bestias que son dulces,
atentas a la noche, cantan un canto más puro que el anuncio de las lluvias:
es la deglutición de dos perlas hinchendo su gollete amarillo...
¡Vagido de las aguas girantes y luminosas!
¡Corolas, bocas de moaré: el duelo que apunta y se ensancha!
Son grandes flores móviles en viaje, flores vivientes para siempre,
y que no cesarán de crecer por el mundo...
¡Oh el color de las brisas circulando sobre las aguas calmas,
las palmas de las palmeras que se menean!
Y ni un lejano ladrido de perro que signifique la choza;
que signifique la choza y el humo de la tarde
y las tres piedras negras bajo el olor de pimiento.
Pero los murciélagos cortan la noche blanda con pequeños gritos.

¡Alegría!. ¡oh alegría desatada en las alturas del cielo!

...¡Crusoe!, ¡estás ahí! y tu rostro se ofrece a los signos de la noche,
como una invertida palma de la mano.
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EXILIO

A Archibald MacLeish

Puertas abiertas sobre las arenas, puertas abiertas sobre el exilio,
Las llaves a las gentes del faro, y el astro enrodado vivo sobre la piedra del umbral:
Huésped mío, déjame tu casa de vidrio en
las arenas. . .
El Estío de yeso aguza sus puntas de lanza
en nuestras llagas,
Elijo un lugar flagrante y nulo como el osario
de las estaciones.
Y, sobre todas las playas de este mundo, el espíritu del dios humeante deserta su lecho
de amianto.
Los espasmos del relámpago son para el arrobamiento de los Príncipes en Taurida.

*

A nulas riberas dedicado, a nulas páginas confiado el puro cebo de este canto. . .
Otros asen en los templos el cuerno pintado
de los altares:
¡Mi gloria está en las arenas! ¡Mi gloria está en las arenas! ... Y no es errar, oh Peregrino,
Codiciar el ara más desnuda para ensamblar en las sirtes del exilio un gran poema nacido de nada, un gran poema hecho de nada. . .
¡Soplad, oh frondas por el mundo, cantad, oh conchas sobre las aguas!
He fundado sobre el abismo y la neblina y el vaho de las arenas. Me acostaré en las cisternas y en los huecos navíos,
En todos los lugares vanos e insípidos en que yace el gusto de la grandeza.
“. . . Menos hálitos halagaban a la familia de los Julio; menos alianzas asistían a las grandes castas sacerdotales.
Adonde van las arenas en su canto se van los Príncipes del exilio,
Adonde fueron las altas velas tensas se va el náufrago resto más sedoso que un sueño de
lutista,
En donde fueron las grandes acciones de guerra blanquea ya la quijada de asno,
Y el mar a la redonda hace rodar su ruido de cráneos so­bre las riberas,
Y que todas las cosas del mundo le sean vanas, es lo que una noche, a la orilla del mundo, nos contaron
Las milicias del viento en las arenas del exilio. . .”
Sabiduría de la espuma, ¡oh pestilencias del espíritu en la crepitación de la sal y la leche
de cal viva!
Una ciencia heredo de las sevicias del alma... ¡El viento nos cuenta sus piraterías, el viento nos cuenta sus engaños!
Como el Caballero, la cuerda al puño, a la entrada del desierto,
Espío en el circo más vasto el lanzamiento de los signos más fastos.
Y la mañana para nosotros conduce su dedo entre santas escrituras.
¡No es de ayer el exilio! ¡no es de ayer el
exilio. . .!
“Oh vestigios, oh premisas”,
Dice el Extranjero en las arenas, “¡toda cosa en el mundo me es nueva!”... Y el nacimiento de su canto no le es menos ajeno.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

mi nombre es rogelio lugo de muy cerca del mar en la peninsula de paraguana venezuela...en estos momentos estoy preparando mi mas reciente obra poetica en homenaje a SAINT JHON PERSE ME GUSTARIA CUANDO SE PUBLICARA HACERSELAS LLEGAR MI CORREO ES mares8405@gmail.com....muchos saludosw desde este recodo de mar que gravita en la piel de los oceanos..

rogelio lugo

pte.asoc. escritores

Anónimo dijo...

Los ultimos poemas NO son de SJP. por que están allí? Tubarec, desde Argentina

Juan Carlos Céspedes (Siddartha) dijo...

Tienes razón, Tubarec. Hubo un error que hemos procedido a corregir. Gracias por tu oportuna alerta.

Juan Carlos Céspedes