Yo leo a los maestros

jueves, 1 de enero de 2015

Tristan Corbière (1845 - 1875) Francia


Al eterno señora

¡Maniquí ideal, cabeza de turco del señuelo,
Eterno Femenino !... plancha tus pañoletas;
Y ven a mis rodillas, cuando yo marque la hora,
A mostrarme cómo hacen ustedes, ángeles caídos.

Sé peor, y haznos la alegría de la infelicidad,
Piafa con pie ligero en los senderos arduos.
¡Condénate, puro ídolo! ¡y ríe! ¡ y canta! ¡y llora,
Amante! ¡Y muérete de amor!... en nuestros ratos perdidos

¡Hija de mármol! ¡en celo! ¡sé juguetona!... y pensativa.
¡Dueña, carne mía! hazte virgen y lasciva...
Feroz, santa, y bestia, buscándome un corazón...

¡Sé hembra del hombre, y, oh mujer, sirve de Musa
Cuando el poeta brama desde el Fondo, desde el Filo, desde el Fuego!
Y luego –cuando él ronque– ¡ besa a tu Vencedor !
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Soneto a Sir Bob

Perro de mujer ligera, braco inglés pura sangre.
Hermoso perro, al verte besuquear a tu dueña,
A pesar mío gruño –¿por qué?– No sabes nada…
¡Ah! Es que yo –lo ves– no acaricio jamás,
No soy un perro hermoso, y… carezco de dueña.

–¡Bob! ¡Bob!– ¡Oh! ¡Nombre altivo hasta aullar de alegría!…
Si me llamase Bob… ¡Lo pronuncia tan bien!…
Mas no soy pura sangre. –Por falta de pericia,
Me han hecho también braco… cruzado de cristiano.

¡Oh Bob! Nos cambiaremos en la metempsicosis:
Toma tú mi soneto, yo cascabel y cinta;
Tú mi piel, yo tu pelo –con pulgas o sin ellas…

Y yo seré sir Bob –¡Su amor único y fiel!
Yo morderé a los gozques, ¡ella me morderá!
Y llevaré Su nombre grabado en el collar.
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Steam-boat
                                       A una pasajera.

¡En humo se ha ido la eternidad,
            La travesía
Que hizo de ti mi amor, mi hermana
            De un solo día!…

Lejos: aquella mar incolora
Donde aún flota lo que fue Tú…
Aquí: la tierra y tu escollera,
            ¡Tumba de penas!

Allí te esperan… ¡Vete ligera!
¿Quién, Pasajera, te acunará?…
¡Tu batelero, oh pasajera
            Del corazón!

¿Qué menelao, sobre la orilla
Aguarda?… –Vete, tengo tu estela
Y tu recuerdo cuando él espera
            Verte llegar.

¡Tu entrecortada voz que se agita,
Mi asustadiza, no la tendrá!…
¡Ni tus pestañas con sal de bruma
            En la cellisca!

¡Con tus cabellos te azota el viento!…
¡Mujer sin trabas: no te tendrá!
Ni, en esas largas horas de guardia,
            Tu dulce tedio…

Ni mi poesía donde: –Llevada,
Tú serás una gaviota herida
Y yo la ola que rozará…,
            Etcétera.

–¡Qué enorme el largo, bestia sin límite,
Sin Ti, Pequeña, parecerá!…
El horizonte ya es solamente
            Una pared.

Solo, ¡qué estrecho encontraré
El camarote!… El camarote
En que teníamos sólo un cojín
            Para dormir.

El sol que ahora ya no proyecta
Tu sombra aquí se hace sombrío,
Y el oleaje ha hecho un gran pliegue…
            –¡Como el olvido!–

Así cantaba sus infortunios,
En noche fresca, hacia la aurora,
Un pilotín, vigía al seco
            Sobre la cofa.
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La pipa del poeta

Soy nodriza de un poeta,
Su Pipa, y: duermo a su Bestia.

Cuando sus tuertas quimeras
Se le agolpan en la frente,
Humeo… Y así no ve
Telarañas en su bóveda.

… Le construyo un cielo, nubes,
Mar, desierto y espejismos;
–Allí su ojo muerto yerra…

Cree entre la nube densa,
Reconocer una sombra.
–Siento que muerde mi tubo…

–¡Libera otro torbellino
Su alma, su argolla, su vida!
… Siento que me apago. –Él duerme–
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

 -Duerme: se calmó la Bestia,
Teje hasta el final tu sueño…
¡Querido!… el humo lo es todo,
–Si es cierto que todo es humo…
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Ocaso

¡Qué grato era aquel Joven y qué lleno de savia!
¡Tan ávido de vida!… Y tan dulce en su sueño.
¡La cabeza qué altiva o inclinada con gracia!
¡Husmeando el amor!… que tristemente pasa.

¡Era un don Nadie!… –Pero de pronto ha visto cómo
Le sonríe a la vuelta sin rencor la Fortuna;
Ya no sonreirá como otras veces; sabe
Cuánto cuesta todo eso y cómo se consigue.

Su corazón ha echado panza y saluda en prosa.
Se cotiza muy caro… es alguien este Dios;
Ya no va con las manos, sin nada, en los bolsillos..
En su gloria que lleva como un abrigo fúnebre,
Lo reconoceréis banal, vacío, célebre…
Lo reconoceréis, a este desconocido.
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Buenas noches

Entonces llegarás, imbécil papagayo,
Buscando el parpadeo de este espejo al que cubre
Un brillo de oro, resto del astro rubio extinto.
Y verás una joya en el brillo de estaño.

Llegarás a este hombre, a su débil reflejo
Sin calor… Pero, el día en que irradiaba fiebre,
Nada sentiste, tú que –en el atardecer–
Caes sobre ese rayo caído que ha dejado.

A ti no te conoce, a ti, la consabida

Sombra que recostó en su cielo desnuda
¡Cuando era un Dios!… Todo eso -se acabó.-

Cree –Pero él no tiene la mirada que atrae.
Llora –Pero él no tiene esa cuerda que llora.
Sus cantos… –Eran de otro; él no los ha leído.
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Buena fortuna y fortuna

Odor della feminità

Cuando el tiempo acompaña yo me planto en mi esquina
por aquella que pasa con un aire triunfal;
al girar su sombrilla, ¿no querrá recoger
mi tenaz parpadeo o quizá el corazón?
Y me siento contento, poco, pero algo es algo;
para engañar el hambre se emborracha el mendigo.

Un buen día, qué oficio, iba de un lado a otro,
ay, qué oficio… Por fin vi cómo ella pasaba.
¿Ella? La que pasaba. Y también con sombrilla.
Atrevido, insolente, la rocé… Pero entonces
con la vista en el suelo, sin apenas sonreír,
me tendía la mano…
                              y me dio una moneda.
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Epitafio

Aquí yace, -corazón sin corazón, mal plantado,
Demasiado logrado- como fracasado.

El grito del ciego

El ojo del asesinado aún vive
Una púa lo perfora
Estoy clavado y sin ataúd
Me han enterrado un clavo en el ojo
Pero el ojo así clavado aún vive
Y una púa lo perfora

Deus misericors
Deus misericors
El martillo golpea la cabeza de madera
El mismo martillo que construirá la cruz
Deus misericors
Deus misericors

Las aves de rapiña
Miran atentas mi carne
Mi Gólgota aún no termina
Lamma lamma sabacthani
Las palomas de la muerte
Están sedientas de mí

Roja como una porta militar
La llaga luce al final
Como la encía babeante
De una anciana que desdentada ríe
La llaga luce al final
Roja como una porta militar

Veo círculos dorados ante mí
Son las mordidas del pálido sol
Tengo dos agujeros hendidos por un hierro
Encarnecido en la forja infernal
Veo círculos dorados ante mí
Son las mordidas del fuego celestial

Por mi médula viene retorciéndose
La lágrima a punto de surgir
Dentro se vislumbra el paraíso
Miserere, De profundis
Por mi cráneo viene retorciéndose
La azufrosa lágrima a punto surgir

Bendito sea el muerto bueno
El muerto salvado que duerme ya
Felices los mártires y los elegidos
que van tras su Virgen y su Jesús
Oh Bendito sea el muerto
el muerto juzgado que duerme ya

Desde aquí veo a un caballero
Que reposa sin ningún rencor
Descansa en el cementerio bendito
Bajo la siesta de granito
Desde aquí veo a un hombre de piedra
En su mirada no hay rencor

Oh, aún las siento
Tierras amarillentas de Armor
Aún siento el rosario entre los dedos
Y al Cristo de hueso clavado en la leña
Todavía me dejas boquiabierto
Cielo herido de Armor

Perdón, por llorar tan alto
Señor, pero tal es mi destino
Mis ojos son dos pilas de agua bendita hirviente
Donde Satán alguna vez los dedos clavó
Perdón por gritar tan alto,
Señor, contra la fe

Ya oigo al viento del norte
Que silba como un cuerno de caza
Es la llamada a la jauría espectral
Mi grito acompaña eso y más
El viento del norte,
La llamada del cuerno de caza
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Femenino singular

¡Eterno femenino del Pánfilo eterno!
¡Haznos saltar, peleles pagamos la tramoya!
La escena iluminamos… Y tú, entre bastidores,
Al tramoyista puedes ofrecerle tu cuerpo.

Que estalle en nuestra espalda tu caprichoso látigo,
¡Corona tus rodillas!… nuestra testuz de ciervos;
¡Ríe! ¡enseña tus dientes!… somos civilizados.
Y en nosotros hay algo de eunuco y alguacil.

… Ah, ¿no entiendes?… –Ni yo– Exhibe tus encantos.
Gira: ¡Estamos borrachos! Y vacíos: ¡Sé cruel!
¡Fustiga a tu pachá, tu humilde servidor!…

Luego, ¡aprende a caer! –pero a caer con gracia–
¡En nuestra fina arena que no quede señal!…
–Es el oficio de la mujer y el gladiador. –
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Auxilio

Si tú, guitarra mal templada,
kriss indio, bárbaro tres veces,
caja en los suplicios versada,
con mi pobre voz no enalteces

la dulzura de mi martirio,
y tú, cigarro, si a otros yerros
no me llevas, cual faro o cirio...
–¡Maldito este oficio de perros...!

Si la tromba de mi amenaza
pasajera cuando maldigo,
todo lo enturbia o deslavaza,
–La mudez sea conmigo...

Y si es mi alma un encendido
mar que no tiene ola ni brisa,
–Por estar helado y cocido...
escurro el bulto a toda prisa.

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