Yo leo a los maestros

domingo, 6 de julio de 2014

René Char (1907 - 1988) Francia


Bailemos en Baronnies

Vestida con falda de olivo
                                              la Enamorada
había dicho:
                      Cree en mi muy infantil fidelidad.
                                    Y desde entonces,
un valle abierto
                                                            una cuesta que brilla
un sendero de alianza
                               han invadido la ciudad
donde el libre dolor se halla bajo las aguas vivas

Versión de Jorge Riechmann
..........................................................................
Consuelo

     Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi amor: el
que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda: ¿quién en
verdad le amó?

     Mi amor busca su semejanza en la promesa de las
miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad. Dibuja
la esperanza y en seguida la desprecia. Prevalece sin
tomar parte en ello.

     Vivo en el fondo de él como un resto de felicidad.
Sin saberlo él, mi soledad es su tesoro. Es el gran meridiano
donde se inscribe su vuelo, mi libertad lo vacía.

     Por las calles de la ciudad va mi amor. Poco importa
a dónde vaya en este roto tiempo. Ya no es mi
amor: el que quiera puede hablarle. Ya no se acuerda:
¿quién en verdad le amó y le ilumina de lejos para que
no caiga?
........................................................................
El junco ingenioso

Oigo la lluvia incluso cuando no es lluvia sino noche;
Disfruto del alba incluso cuando no es alba
Sino la blancura de mi pulpa al nivel del légamo.
La boca de un niño me hiere con los dientes.
¡Amor de las aguas silenciosas!

Al majuelo el ruiseñor,
A mí los juegos fascinantes.

Versión de Jorge Riechmann
.....................................................................
Cuatro edades

I
El otoño para la hoja
El agua hirviendo para el cangrejo
Y el favorito el zorro
Ebrio sobre los hombros luminosos de la Actriz

Adherido al balcón naranja
Un ventisquero de rizos
Acampa en la ansiedad de mi corazón.

II
He estrangulado a mi hermano
Porque no gustaba de dormir
Con la ventana abierta
Hermana mía
Dijo antes de morir
Pasé noches enteras
Mirándote dormir
Inclinado sobre tu brillo en el cristal.

III
Apretados los puños
Rotos los dientes
Con lágrimas en los ojos
La vida
Apostrofándome empujándome y riendo a medias
Yo espiga anticipada de las siegas de agosto
Distingo en la corola del Sol
Una yegua
Me abrevo en su orina.

IV
Mi amor es triste
Porque es fiel
No interpela el olvido de los demás
No cae de la boca como un diario del bolsillo
No es flexible en la angustia que en común se arremolina
No se aísla en las rompientes de la península simulando
pesimismo
Mi amor es triste
Pues está en la naturaleza turbada del amor ser triste
Como la luz es triste
La dicha triste
No has pasado libertad tus correas de arena.

Versión de Jorge Onfray
 ............................................................................
Desherencia

Antigua era la noche
Cuando la entreabrió el fuego.
Igualmente mi casa.

No se mata a la rosa
En las guerras del cielo.
Destierran a una lira.

Mi pena persistente
De una nube de nieve
Gana un lago de sangre.
La crueldad ama vivir.

Oh fuente que mentiste
A nuestros destinos gemelos,
Del lobo trazaré
Este único retrato pensativo.

Versión de Jorge Riechmann
...........................................................................
En las alturas

Espera aún a que yo venga
A romper el frío que nos retiene.

Nube, en tu vida tan amenazada como la mía.

(Había un precipicio en nuestra casa.
Por eso hemos partido y nos hemos establecido aquí).
...................................................................
La compañera del cestero

Yo te amaba.
Amaba tu rostro de manantial abarrancado por la tormenta y la cifra de tu dominio que cercaba mi beso.
Hay quien se confía a una imaginación redonda. A mí me basta ir.
He traído de la desesperación un cestillo tan pequeño, amor mío,
que ha sido posible trenzarlo con mimbre.
......................................................................
Yvonne 

La sed hospitalaria

Quién la oyó nunca quejarse?

Nadie más que ella hubiera podido beber las cuarenta fatigas
sin morir,
Esperar, muy adelantada, a quienes venían después;
Desde el alba hasta el crepúsculo era su esfuerzo viril.

Quien ha excavado el pozo y sube el agua yacente
arriesga el corazón en la separación de sus manos.

Versión de Jorge Riechmann
.......................................................................
Desnudo perdido

Llevarán ramos aquellos      cuyo aguante pueda desgastar la
noche nudosa que precede y sigue al relámpago. Su palabra              
recibe existencia del fruto intermitente que la propaga
dilacerándose. Son los hijos incestuosos de la cortadura y del signo,
que alzaron hasta los brocales el círculo florido de la tinaja
de la adhesión. La furia de los vientos los mantiene aún desvestidos.
Contra ellos vuela      una pelusa de noche negra.

Versión de Jorge Riechmann
....................................................................
El sorgue

Canción para Ivonne

Río que demasiado temprano parte, en un tráfico, sin compañero,
Dona a los niños de mi país el rostro de tu pasión.

Río donde el relámpago acaba y donde comienza mi casa,
Que hace rodar por los escalones del olvido la rocalla de mi razón.

Río, en ti la tierra es escalofrío, el sol, ansiedad.
Que cada pobre en su noche haga su pan de tu mies.

Río frecuentemente castigado, río en el abandono.

Río de los aprendices de callosa condición,
No hay viento que no se doblegue ante la cresta de tus surcos.

Río del alma vacía, del harapo y de la sospecha,
De la vieja desgracia que se devana, del olmo, de la compasión.

Río de los extravagantes, de los febriles, de los descuartizadores,
Del sol suelto de su arado para conchabarse con el mentiroso.

Río de los mejores que sí mismos, río de nieblas abiertas,
De la lámpara que apaga la angustia alrededor de su sombrero.

Río de las consideraciones del sueño, río que enmohece el hierro,
Donde las estrellas son esta sombra que ellas rechazan al mar.

Río de los poderes transmitidos y de grito embocando las aguas,
Del huracán que muerde la viña y anuncia el vino nuevo.

Río del corazón jamás destruido en este mundo loco de prisión,
Protégenos violento y amigo de las abejas del horizonte.
........................................................................
Madeleine en la lamparilla de la noche

para Georges de La Tour

Yo querría hoy que la hierba fuese blanca para pisar la evidencia de verte sufrir: yo no
miraría bajo tu mano joven la forma dura, sin enlucido, de la muerte. Un día
discrecional, otros, sin embargo, menos ávidos que yo, quitaron vuestra camisa de tela,
ocuparon vuestra alcoba. Mas ellos olvidaron al partir cubrir la lamparilla de noche y un
poco de aceite se derrama por el puñal de la flama sobre la imposible solución.
.......................................................................................
Antonin Artaud

No tengo voz para elogiarte, hermano mío.
Si me inclinara sobre tu cuerpo que la claridad va a dispersar,
Tu risa me rechazaría.
El corazón entre nosotros, durante lo que se llama impropiamente una
[hermosa tormenta,
Da en tierra varias veces,
Mata, cava e incendia,
Luego renace más tarde en la dulzura del hongo.
No necesitas un muro de palabras para exaltar tu verdad,
Ni las volutas del mar para ungir tu profundidad,
Ni de esta mano febriciente que nos rodea la muñeca,
Y suavemente nos conduce a derribar un bosque
En donde el hacha son nuestras entrañas.
Está bien. Vuelve al volcán,
Y nosotros,
Que lloremos, asumamos tu relevo o preguntemos:
“¿Quién es Artaud?” a esa espiga de dinamita de la que ningún grano
[se separa,
Para nosotros, nada habrá cambiado,
Nada, sino esta quimera viviente del infierno que se despide
de nuestra angustia.

París, 8 de marzo de 1948
..............................................................................
Artina

                                                                      Al Silencio de aquella que permite soñar

En la cama que me prepararon había: un animal sanguinolento y maltrecho
del tamaño de un bollo, un caño de plomo, una ráfaga de viento, un molusco
helado, un cartucho sin pólvora dos dedos de un guante, una mancha de aceite;
no había una puerta de prisión, pero sí el sabor de la amargura, un diamante
de vidriero, un pelo, un día, una silla rota, un gusano de seda, el objeto robado,
una presilla de sobretodo, una mosca verde domesticada, una rama de coral,
un clavo de zapatero, una rueda de ómnibus.

   Ofrecer un vaso de agua al paso de un caballero que se lanza a rienda suelta en un
hipódromo invadido por la multitud supone, de una y otra parte, una falta absoluta
de habilidad; Artina traía a los espíritus que visitaba esa aridez monumental.

   El impaciente se daba perfecta cuenta de la clase de sueños que en adelante
frecuentarían su cerebro, sobre todo en el dominio del amor cuya actividad
voraz se manifestaba de ordinario fuera de la época sexual. La asimilación
alcanzaba su desarrollo en la noche profunda de los invernaderos herméticamente
cerrados.

   Artina cruzó sin dificultad el nombre de una ciudad. Es el silencio que hace surgir
el sueño.

   Los objetos designados y reunidos con el nombre de naturaleza-concreta forman
parte del escenario en el cual se desarrollan los actos de erotismo de las series fatales,
epopeya cotidiana y nocturna. Los ardientes mundos imaginarios que circulan sin interrupción por la campiña
en la época de las cosechas tornan el ojo agresivo y la soledad intolerable para aquel que dispone del poder de destrucción.
En los cataclismos extraordinarios, resulta directamente preferible apelar sin reservas a ellos.

   El estado de letargo que precedía a Artina suministraba los elementos indispensables
para la proyección de impresiones sorprendentes sobre la pantalla de ruinas flotantes: edredones llameantes
precipitados en el insondable abismo de tinieblas en perpetuo movimiento.

   Artina conservaba a despecho de los animales y de los ciclones una inagotable frescura.
Al andar adquiría una transparencia absoluta.

   Por más que surja en medio de la más activa depresión el aparejo de la belleza de Artina,
los espíritus curiosos no dejan de ser espíritus furiosos, los espíritus indiferentes, espíritus
extremadamente curiosos.

   Las apariciones de Artina superaban el marco de esas comarcas de sueño donde el pro y el
pro están animados de igual y asesina violencia. Ellas evolucionaban en los pliegues de una
seda quemante poblada de árboles con hojas de ceniza.

   El carruaje de caballos lavado y renovado superaba casi siempre al departamento tapizado
con salitre cuando se trataba de acoger en una velada interminable a la multitud de los
enemigos mortales de Artina. El semblante de leña muerta era particularmente odioso. La carrera jadeante
de dos enamorados al azar de los grandes caminos se volvía de golpe una distracción suficiente para permitir
que el drama se desarrollara, de nuevo, a cielo abierto.

   A veces una maniobra imprudente hacía caer sobre la garganta de Artina una cabeza que no era la mía. El enorme
bloque de azufre se consumía entonces lentamente, sin humo, presencia de por sí e inmovilidad vibrante.

   El libro abierto sobre las rodillas de Artina sólo era legible en los días lóbregos. A intervalos regulares los héroes acudían
a informarse de las desgracias que de nuevo se abatirían sobre ellos, de las sendas múltiples y terroríficas por las cuales
sus irreprochables destinos se empeñarían nuevamente. Sólo preocupados por la Facultad casi todos tenían un aspecto
agradable. Se desplazaban lentamente, se mostraban poco locuaces. Expresaban sus deseos mediante amplios e imprevistos movimientos  de cabeza. Parecía además que se ignoraban totalmente unos y otros.

   El poeta ha asesinado a su modelo.
                                                                                                                                                             Artine

Versión de Aldo Pellegrini

No hay comentarios: