Yo leo a los maestros

viernes, 9 de diciembre de 2011

Jean Cocteau (1889 - 1963) Francia

Fruto

Un farol dominical,
madurado por el viento
puede incendiar las ramas;
debe recogerse antes.
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Los dulces ojos

Tristeza, abono de mis dichas. Nos limita,
esta reja, salida de todos los tinteros,
Napoleón, apicultor, guantes de armiño
el día de la coronación, cubierto de laureles
y sandalias de nácar.

Cisne moribundo, cuyo grito es dulce,
corre negra sangre para escribir estas líneas.
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El poeta de treinta años

Aquí estoy en la mitad de mi vida
cabalgo sobre mi hermosa casa;
a los dos lados veo el mismo paisaje,
pero sin vestirse con la misma estación.

Aquí la tierra es roja vid encornada
como un joven ciervo. La línea suspendida,
con risas y señales, recibe el nuevo día;
viene el invierno y el honor que se me debe.

De acuerdo, dices quererme todavía,
Venus. Si no hubiera hablado de ti,
si mi casa no estuviese hecha con mis poemas,
sentiría el vacío y me caería del techo.
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Los perros ladran a lo lejos
Los perros ladran a lo lejos y, cerca canta el gallo.
Es tu forma de ser, oh! naturaleza traviesa
pero abril lo cambia todo la mañana siguiente,
viste los maduros frutales de suave satén,
tiñe la viña y la mariposa de tonalidades azufre,
en el néctar de la rosa embriaga a los abejorros,
y anuda los lazos del amor desatado.
Así canta un poeta amado por dioses salvajes,
Y que, como Jano, posee varias bocas.
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Un amigo duerme

Tus manos por las sábanas eran mis hojas muertas. Mi otoño era un amor por tu verano.
El viento del recuerdo resonaba en las puertas de lugares que nunca visitáramos.

Permití la mentira de tu sueño egoísta allá donde tus pasos borra el sueño. Crees estar donde estás.
Qué triste nos resulta estar donde no estamos, así siempre.

Tu vivías hundido dentro de otro tú mismo, abstraído a tal punto de tu cuerpo que eras como de piedra.
Duro para el que ama es tener un retrato solamente.

Inmóvil, desvelado, yo visitaba estancias a las que nunca ya retornaremos.
Corría como un loco sin remover los miembros: el mentón apoyado sobre el puño.

Y, cuando regresaba de esa carrera inerte, te encontraba aburrido, con los ojos cerrados,
con tu aliento y con tu enorme mano abiertos, y tu boca rebosante de noche...
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Vocabulario

Por supuesto, te acuestas como un ángel de nieve
más pesado que el bronce, más ligero que el corcho
sobre el amante cuyo espasmo finalmente te regocija
bajo tu fuego helado la carne se hace estatua
y a la larga, es preciso que, muerto, me acostumbre
a recibirte en mi lecho.
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Mediodía
El remero, angel de madera, impulsa con sus alas
-Afrodita, sus avestruces, sus diamantes-,
desde la amplia calma a bordo de una ola constante,
un carruaje esmeralda de corceles espumosos
He aquí los restos: bidones, anclas, vigas
mástiles, medusas, miradas de ahogados en las vitrinas
del bulevar de las ciudades submarinas
Y el mar se retira succionando entre burbujas
Rápido me quito mi camisa, mi sombrero,
me tiendo, naúfrago desnudo en esta orilla,
obligando a mostrarse bajo el calor salvaje
al atezado indio Sioux capturado en mi piel
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Despertar
Rugido de leones
Sonrisa sinuosa de jóvenes cocodrilos
al hilo del agua
de la poderosa corriente
Islas de las especias
¡Qué bello es el hijo
de la reina viuda
y del marinero!
El hermoso marinero abandonó a una sirena
que se lamenta de su ausencia
al sur del islote
Suena la diana en el cuartel
-sueño muy corto-
amanecer de lámparas que se extinguen.
Nos despertamos
sintiéndonos una banda en harapos!
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Pieza ocasional

Graba tu nombre en un árbol
que se extienda hasta el nadir.
El árbol es mejor que el mármol,
en él los nombres crecen.

1 comentario:

Daniel dijo...

Fantástica la visión del poeta.