Yo leo a los maestros

sábado, 11 de abril de 2009

KONSTANDINOS KAVAFIS (1863 - 1933) Egipto

LA CIUDAD

Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.
Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí".
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.
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ÍTACA

Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni a fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante tí los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.

Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.
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Vuelve

Vuelve otra vez y tómame,
amada sensación retorna y tómame -
cuando la memoria del cuerpo se despierta,
y un antiguo deseo atraviesa la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan,
cuando las manos sienten que aún te tocan.

Vuelve otra vez y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan....
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Al atardecer

De cualquier forma aquellas cosas no hubieran durado mucho.
La experiencia
de los años así lo enseña. Mas qué bruscamente
todo cambió.
Corta fue la hermosa vida.
Pero qué poderosos perfumes,
en qué lechos espléndidos caímos,
a qué placeres dimos nuestros cuerpos.

Un eco de aquellos días de placer,
un eco de aquellos días volvió a mí,
las cenizas del fuego de nuestra juventud;
en mis manos cogí de nuevo la carta,
y leí y volví a leer hasta que se desvaneció la luz.

Y melancólicamente salí al balcón -
salí para distraer mis pensamientos mirando
un poco la ciudad que amo,
un poco del bullicio de sus calles y sus tiendas.
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Así

En esta fotografía obscena
vendida (a escondida de miradas) en la calle,
en esta fotografía pornográfica
cómo puede haber una cara tan
maravillosa como la tuya.

Quien sabe la vida fatal, sórdida, que harás;
en qué cruel ambiente
te habrás hecho esa fotografía;
qué espíritu tan vulgar el tuyo.
Mas pese a todo permanece, aún vive en mí aquella cara
maravillosa, esa figura
hecha y ofrecida para el placer griego
-así permaneces para mí y así te canto.
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Era pobre y sórdida la alcoba....

Era pobre y sórdida la alcoba,
escondida encima de la equívoca taberna.
Desde la ventana se veía el callejón
sucio y estrecho. De abajo
subían las voces de unos obreros
que jugando a las cartas mataban el tiempo.
Y allí, en una cama mísera y vulgar
poseí el cuerpo del amor, poseí los labios
sensuales y sonrosados por el vino -
sonrosados de tanto vino que incluso ahora,
cuando escribo, después de tantos años,
en mi casa solitaria, vuelvo a embriagarme.
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UN ANCIANO

En el lado de adentro del bullicioso café
inclinado sobre la mesa, está sentado un anciano:
con un diario delante, sin compañía.

Y en el desmedro de la aciaga vejez
piensa cuán poco gozó los años
en que poseía fuerza, y palabra, y apostura.

Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.
Y sin embargo el tiempo en que era joven parece
como ayer. Qué breve espacio, qué breve espacio.

Y cavila cómo lo engañó la Prudencia;
y cómo siempre en ella se confió-, ¡qué locura!-
la mentirosa que decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo".

Recuerda los ímpetus que contenta; y cuánta
alegría sacrificada. Cada ocasión perdida
se burla ahora de su necia prudencia.

... Mas de tanto pensar y recordar
el anciano se cansó. Y se queda dormido
apoyado en la mesa del café.
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LA VITRINA DE LA CIGARRERÍA

Junto a una iluminada vitrina
de una cigarrería estaban, entre otros muchos.
Casualmente sus miradas se encontraron,
y el ilícito deseo de sus cuerpos
expresaron tímidamente, con vacilación.
Después, unos pocos pasos inquietos en la acera -
hasta que sonrieron, y se hicieron una leve seña.
Y enseguida ya el coche cerrado...
el acercamiento sensual de los cuerpos;
las manos unidas, los labios unidos.
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LA MESA DEL LADO

Apenas tendría veintidós años.
Y sin embargo estoy seguro, que, hace casi esos
años, este mismo cuerpo lo gocé.
No es en absoluto una exaltación del erotismo.
Y sólo poco rato antes entré al casino:
no he tenido tiempo para beber mucho.
El mismo cuerpo yo lo gocé.
Y si no recuerdo dónde -un olvido mío no importa.
Ah mira, ahora que se sentó en la mesa del lado,
conozco cada movimiento que hace -y por debajo de la ropa
desnudos los miembros amados vuelvo a ver.
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RECUERDA, CUERPO...

Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no sólo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz -y algún
obstáculo casual los hizo vanos.
Ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado -cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.
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