Una granada lanzada desde el
Mrkovići
Hace treinta horas
las
granadas
llueven
sobre nosotros desde todas partes.
Una
de ellas
ha
sobrevolado ahora
este
poema.
Ha
sido lanzada desde el Mrkovići
donde
antes de la guerra cogía margaritas
con
la mujer que amo.
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Una calle para mi nombre
Paseo
por la ciudad de nuestra juventud
y
busco una calle para mi nombre.
Las
calles grandes, ruidosas,
se
las dejo a los grandes de la historia.
¿Qué
hacía yo mientras se hacía la historia?
Simplemente
te amaba.
Busco
una calle pequeña, simple, cotidiana,
a
través de la cual, sin llamar la atención de nadie,
podamos
pasear incluso después de la muerte.
No
es importante que tenga un paisaje hermoso,
tampoco
que haya pájaros.
Lo
importante es que en ella puedan tener refugio
cualquier
hombre o perro en peligro.
Sería
hermoso que estuviera empedrada,
pero
tampoco esto es imprescindible.
Lo
más importante es que
en
la calle que lleve mi nombre
no
le suceda nunca a nadie una desgracia.
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La quema de los libros
Para
protestar
contra la indiferencia de la opinión pública internacional
algunos
miembros de la Unión de Escritores
han
anunciado que hoy
quemarán
en público sus propios libros.
En
su comunicado
veo
que figura también mi nombre.
Es
cierto,
apruebo
de corazón esta protesta
contra
la indiferencia del mundo,
pero
yo nunca quemaré mis libros.
En
primer lugar, porque los amo
y
después porque será mejor
enviárselos
a Ismar,
que
hoy trabaja como farmacéutico en Suiza,
para
que recuerde
la
época en que reparaba mi techo
tapando
los agujeros causados por las granadas.
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Teoría de la distancia
La
teoría de la distancia la han inventado los estrictos,
aquellos
que no quieren arriesgar en nada.
Yo
pertenezco a aquellos
que
creen que del lunes
se
debe hablar el lunes;
es
probable que el martes sea demasiado tarde.
Obviamente
es difícil estando en la cantina,
mientras
caen los proyectiles,
escribir
poesía.
La
única cosa más difícil es no escribir.
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Nuestros encuentros de amor
en el León
Qué
hermosa vejez pudimos haber tenido
tú
y yo
sin
toda esta locura nacionalista eslavo meridional.
Y
en cambio,
después
de todo sólo nos han quedado
estos
encuentros de amor tristes
en
el cementerio del León.
Ahora
quiero decirte
que
por momentos logro ser feliz
en
medio de esta infelicidad
cuando
en el cementerio me sorprende la lluvia.
Cuánto
me gusta empaparme junto a ti.
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Aquel mirlo
¿Qué
habrá sido de aquel mirlo
que
cantaba la primavera pasada
cuando
esperábamos el tren
en
la estación de Dovlici?
Pero,
¿puede un poema sobre el mirlo
sustituir
el canto del mirlo?
¿Puede?
Lo
dudo.
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Desde algún tiempo
Desde
hace algún tiempo
no
me interesa en absoluto la poesía.
Me
interesa la vida.
Los
peores lugares en la poesía son, en realidad, la poesía.
En
cuanto la vida irrumpe en la poesía,
los
versos, casi sin la intervención del autor,
se
convierten en poesía.
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Cambio de domicilio
Mis
amigos
con
cada vez mayor frecuencia
cambian
de domicilio.
Le
pasó también a Alfonso Gatto.
Hasta
ayer
vivía
en la romana
calle
Margutta.
Ahora
habita
en
el cementerio
de
Salerno.
Este
es el peor
de
los veintiocho domicilios
que
hasta ahora ha cambiado.
Mejor
era incluso aquél
de
los tiempos de Mussolini:
Alfonso
Gatto,
Cárcel
Central,
Milano.
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La primera comida sin mi
hermana
Es
horrible la primera comida sin la hermana
que
amabas, que te amaba,
a
quien acudiste cuando bombardearon tu casa,
con
la cual has compartido
los
cuatrocientos días más difíciles de tu vida.
Es
horrible ver su silla vacía junto a la mesa.
La
comida es la misma que ayer,
pero
no se trata del almuerzo.
Se
trata del plato menos,
del
trozo de pan menos,
del
vaso de agua menos.
En
realidad,
se
trata de un Sarajlić
menos
cuando
éramos ya pocos.
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Último tango en Sarajevo
La
Sarajevo amorosa no se rinde.
Sobre
la mesa la invitación para el baile matutino en el "Sloga".
¡Y,
por supuesto, vamos!
Mis
pantalones están un tanto deslucidos
y
tu vestido no es de Via Veneto.
Pero
nosotros no estamos en Roma,
nosotros
estamos en guerra.
Llega
también Jovan Divjak, En las botas se ve
que
acaba de llegar de la primera línea.
Cuando
te dice ¿bailas? te sientes confundida.
Es
la primera vez que bailas con un general.
El
general no sabe el honor que te hace
y
que tú le haces a él.
Ha
bailado con la más celebrada señora de Sarajevo.
Pero
ahora este tango... ¡es sólo nuestro!
Nos
da vueltas, cansados, la cabeza.
Amor
mío, se acaba nuestra maravillosa vida.
Llora,
llora, si quieres, no estamos en Via Veneto
y
tal vez sea éste nuestro último baile.
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