Aquí encontrarás la gran poesía; las obras más importantes de los grandes maestros de la palabra.
domingo, 8 de abril de 2018
Hugo von Hofmannsthal (1874 - 1929) Austria
Balada de la vida exterior
Y crecen niños con ojos profundos,
Que nada saben, crecen y mueren,
Y prosiguen los hombres su camino.
Y los frutos acres se endulzan,
Y caen de noche como pájaros muertos
Y yacen unos días y se pudren.
Y siempre sopla el viento, y siempre de nuevo
Percibimos y hablamos muchas palabras
Y sentimos el placer y el cansancio del cuerpo.
Y los senderos cruzan la hierba y hay lugares,
Aquí y allá, llenos de antorchas, árboles y estanques,
Y amenazantes y mortalmente marchitos…
¿Por qué fueron creados? ¿Y nunca
Se asemejan y son innumerables?
¿Qué alterna risa, llano y palidez?
¿De qué nos sirve todo esto, a nosotros y a estos juegos,
Pues somos mayores y eternamente solos,
Al caminar, no buscamos ya objetivo alguno?
¿De qué sirve haber visto a menudo tales cosas?
Y, sin embargo, mucho dice el que dice “anochecer”,
Una palabra de la que chorrea melancolía y dolor
Cual densa miel de los huecos panales.
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Tiempo interminable
¿Eres realmente tan débil como para no recordar
Los tiempos de la dicha?
Sobre el valle oscurecido se anunciaron las estrellas,
Pero nosotros permanecimos en la sombra, temblando.
El olmo gigantesco
Se agitó como en sueños y dejó caer una cortina
De ruidosas gotas sobre la hierba. ¡Ni una hora
Había transcurrido
Desde aquella lluvia! Y ello me pareció un tiempo
Interminable.
Pues a quien lo vive, se le dilata la vida: se abren silenciosos,
Entre dos instantes, abismos de un sueño interminable:
Como si hubiera aspirado en mí tus veinte años
De existencia,
Me pareció, mientras el árbol aún conservaba
Sus gotas.
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Consagración del artista
Caminamos silenciosos, intimidados, encorvados de miedo,
Y temerosos, ocultamos lo que protegemos en nuestro corazón,
Y decimos palabras que no nos conmueven,
Y, encantados, alabamos cosas muertas.
El alma yace enterrada y ahogada…
Lo descompuesto alumbra pálido por nocturnos caminos…
Y si nos cansamos, que el arte nos enardezca
Hasta que, en el delirio, nos alejemos del vacío suplicio.
Hace poco, mi ojo reparó en el libro del maestro Wolfram
Sobre Parsifal, y ante mí se alzó la maldición
Que del perdido Grial cayó:
“¿¡Desgraciado, qué no preguntaste!?”
Presintiendo con compasión, libera el silencioso suplicio:
Esto es único ¡una consagración de artista!
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Apago la luz
Apago la luz
Con mano púrpura,
Me quito el mundo
Como si fuera un traje de colores
Y me sumerjo en lo oscuro
Desnudo y solo,
El reino profundo
Será mío y yo suyo.
Grandes milagros corren ligeros
A través de la espesura,
Venas de agua saltan
En el sentido más profundo,
Oh, que sigan saltando,
Yo llegaría al centro
Al corazón de la tierra
Cerca de todo, lejos de todo.
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Poética
¡Terrible es este arte! Hilo de mi cuerpo el hilo,
Y este hilo es también mi camino en el aire.
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La señal
Y cómo nos miramos,
Adentrándonos muy hondo el uno en el otro,
Pero nada queda ya:
Ni tan sólo un beso.
Nada queda en el pecho y las mejillas
Nada de todo ese deseo,
Ni siquiera queda una señal
De tanta felicidad.
¡Y si llevaras una señal,
Una señal rojo púrpura,
También palidecería,
Y desaparecería también!
No queda por leer señal alguna
Más que en el fondo de nuestro ser:
Porque lo que fuimos
Nos pertenece hasta la tumba.
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Pregunta
¿Acaso no percibes el temblor de mis labios?
¿Acaso no sabes leer esos pálidos rasgos,
Ni sentir que mi sonrisa es congoja y mentira
Cuando mis miradas, inquisidoras, se ciernen sobre ti?
¿No ansías un hálito de vida,
Un brazo cálido que te lleve lejos
De ese pantano de días yermos, vacíos,
Sobre el que se tejen las pálidas luces, extraviadas?
¿Tan mal leí en tus ojos profundos?
¿No vi brillar cálida, ahí, ninguna ansia secreta?
¿No oculta tu húmeda mirada
Alguna oculta puerta de tu alma? Los deseos que ahí
Dormían,
Como silenciosas rosas en el oleaje, oscuro,
Son como tu palabrería: carentes de alma… ¿Palabras,
Palabras?
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El cuerpo del señor
Envueltas las calles en el repique de campanas, en el
Olor a incienso,
Palpita en ellas una suntuosa festividad
Y atrae por doquier un feliz gentío
Hacia todas las ventanas pero la tuya sigue cerrada.
Así he vertido también yo ante ti
Una variada multitud de sueños,
Contenido del alma:
Apenas lo percibiste, y entonces callé, contrariado
Y esquivo,
Mientras suave dispersa el viento los suaves tonos.
Presta atención: un día se desvanece rápido,
Y vacía y desértica vuelve a estar la calle;
Presta atención: presiento que llegan tiempos
En los que suspirarás por las canciones rechazadas:
Hoy suena para ti, sin pedirlo, un coro de voces,
Cuando un día lo pidas, guardará silencio.
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Posesión
El gran jardín está abierto,
Amplias terrazas silenciosas:
¡Si me dejara conocer todos sus rincones,
Disfrutar de cada recodo!
Alzar la vista desde el suelo de flores,
Hasta el cielo entre las ramas,
A lo largo del arroyo caminar en lo desconocido,
Dejarme llevar por la suave pendiente:
Entonces, sólo entonces llegaré al estanque,
Que en el centro reflejará,
Ante mí, la dicha entera del jardín,
De ensueño unidad, liberada.
¡Mas las miradas profundas sobre
Semejante, plena posesión son escasas!
Entre el encontrar y el perder
Han de ser consideradas divinas.
Todo en uno, piel y centro,
Esa suerte pertenece al sueño…
¡Hondamente aprehendido y poseído!
¿Tendrá esto lugar en la vida?...
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Tercetos acerca de la transitoriedad
Aún me percato de sus respiros en las mejillas:
¿cómo puede ser que estos días cercanos
se hayan ido, para siempre idos, totalmente?
Esto es algo que nadie del todo percibió
y a menudo es tan terrible como para quejarse:
que todo escurrió y huyó
Y que mi propio yo, por nada obstaculizado,
se deslizó sobre un niño pequeño
como un perro inmensamente mudo y extraño.
Entonces: puesto que yo también fui hace cien años
y mis antepasados en la mortaja,
conmigo mis padres son como mi propio pelo,
tan uno conmigo como mi propio pelo.
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