Yo leo a los maestros

lunes, 29 de agosto de 2011

Pierre Louÿs (1879 - 1925) Bélgica.

El árbol

A un árbol, desnuda, subí cierta vez:
la lisa corteza mis muslos asían,
en húmedo musgo fincaba los pies.
Tan alto que, apenas, las hojas mojadas
del sol me cubrían
con sombra discreta,
me puse a horcajadas
en cómoda horqueta
y balanceaba feliz, al desgaire,
los pies en el aire.
De lluvia temprana, besando mi piel
las gotas rodaban del fresco dosel;
de zumo de flores bermejas tenía
las plantas, y el musgo mis brazos cubría.
Y al soplo impetuoso
del viento -al empuje de fuerzas internas-
el árbol hermoso
tremaba de vida...
Lo sentí de pronto, toda estremecida,
y apreté las piernas
y posé, entreabiertos, los labios en llama
sobre la vellosa nuca de la rama.
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El deseo

Ella entró, y apasionadamente, los ojos
cerrados, unió sus labios a los míos y
nuestras lenguas se conocieron... Nunca hubo
en mi vida un beso como aquél.

Ella estaba de pie contra mí, toda amorosa
y complaciente. Una de mis rodillas, poco
a poco, se colocó entre sus muslos cálidos,
que cedieron como para un amante.

Mi mano deslizándose sobre su túnica,
buscaba adivinar el cuerpo desnudo que curva
a curva ondulante se plegaba, donde se combaba,
se atiesaba con los roces de la piel.

Con sus ojos en delirio, designaba el lecho,
pero no teníamos el derecho de amarnos antes
de la ceremonia de nupcias y nos separamos
bruscamente.
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Bilitis

De lana viste la vecina ruda;
hay mujeres que lucen sedas, oro;
otras, con hojas cubren su decoro;
otra, las flores con primor anuda.

Yo no quiero vivir sino desnuda.
T ámame, amante, como voy. Adoro
de joyas y damascos el tesoro,
mas, no a Bilitis una gasa escuda.

Son mis labios de un rojo sin ardides;
es negro mi cabello, sin tocado,
flota libre en mi frente un solo rizo.

Una noche de amor así me hizo
mi madre. Tómame cual soy, amado:
mas, si te gusto, dímelo... no olvides.
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La amiga recién casada

Esta tarde casó Melisa, mi mejor amiga. Era propicio el signo: nuestras madres se hallaban encintas. En la ruta del cortejo no se han marchitado aún las rosas; brilla aún en las antorchas la llama nupcial.

Deshago el camino con mi madre, y sueño, sueño... Tal como ella fue hoy, pudiera serlo yo. ¿Acaso no florece mi infancia en pubertad?

Ese mismo fastuoso cortejo, las flautas, los aires nupciales y el carro florido del esposo, la pompa y la fiesta -una tarde- será todo para mí, por mí, entre los gajos de olivo.

Y así como a esta hora Melisa se muestra desnuda ante un hombre, yo dejaré caer mis velos, y habré de saber, en la noche perfumada y atónita, qué es el amor. Y más tarde, quizá, ansiosos pequeñines mamarán de mis pródigos senos.

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La carta perdida

¡Ay de mí! He perdido su carta. La había puesto entre el estrofión y la piel, al calor del seno. Pero, he corrido y ha debido perdérseme.

Desandaré el camino para buscarla, pues si alguien la encontrase, la llevaría a mi madre, y ésta me azotaría ante la burla de mis hermanas.

Si la hallase un hombre, me la devolvería, y tal vez intentaría hablarme en secreto. En ese caso, creo saber la manera de arrebatársela.

Pero, si es una mujer quien la ha leído, ¡oh, Zeus guardián, protégeme! Porque lo contará a todo el mundo, o me birlará a mi amante.
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Penumbra

Bajo sábanas de lana transparente
ella y yo nos deslizábamos.
Incluso nuestras cabezas estaban hundidas,
la lámpara iluminaba la tela sobre nosotras.
De ese modo yo vislumbraba su cuerpo en misteriosa luz.
Estábamos cercanas, la una a la otra, íntimas, desnudas.
"En la misma túnica", dijo ella. Permanecimos así, nuestros
cabellos en orden para estar más descubiertas, y
el bálsamo de dos mujeres se elevó
de su naturales incensarios en el estrecho espacio del lecho.
Nadie en este mundo, ni siquiera la lámpara nos vio esa noche.
Quien de nosotras era amante solo ella o yo lo podríamos decir.
Pero los hombres nunca sabrán nada sobre eso.
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Los pechos de Mnasidika

Ella abrió escrupulosamente, con una mano
su túnica y me ofreció sus suaves y tibios pechos,
tal como se ofrecen a una diosa un par de
palomas vivientes. "Ámalos bien", me dijo
"¡Yo los amo!". Ellos son venerados, son como chiquillos
pequeños. Yo me deleito con ellos
cuando estoy sola. Me recreo y les brindo
placer. Los riego con leche. Los visto con flores.
Sus minúsculos vértices
se enamoran del fino cabello con el que los acaricio.
Los halago con un estremecimiento. En lana reposan ellos en
su sueño. Ya que nunca tendré niños.
Y ya que están tan lejos de mi boca.
Bésalos por mí.
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Palabras maternales

Me baña mi madre en la oscuridad, me viste a cielo abierto y me peina al sol. Mas, si voy a salir en noches claras de luna, me ciñe más el cíngulo y le hace doble nudo.

Y me ha dicho: "Juega con las vírgenes; danza con los niños; mas no te asomes nunca a la ventana, ni escuches requiebros de mancebos; y duda, duda mucho de consejos de viudas".

"Una tarde, pequeña, como a todas, alguno vendrá a llevarte en medio de fastuoso cortejo, de timbales sonoros y de amorosas flautas".

"Esa tarde, cuando te vayas, Bilitis mía, me dejarás tres odrezuelos de hiel: uno para la mañana, otro para el mediodía; y el tercero, el de más amargo sabor, el tercero será para los días de fiesta".
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El objeto

"Salud Bilitis, Mnasidika salud. -Siéntate.
¿Cómo está tu marido?. - Muy bien. No le digáis
que he venido aquí. Me mataría si supiera eso.
- Quédate sin temor.
- ¿Esta es vuestra habitación? ¿Es ese vuestro lecho?
Perdonadme soy curiosa.
- Tú conoces también el lecho de Myrriné.
- Si un poco.
- Se dice que es alegre. Lasciva, oh, querida mía
pero callémonos.
- ¿Que querías tú de mi?
- Que tu me prestases...
- Habla...yo no me atrevo a nombrarlo por su nombre.
Nosotras no lo tenemos.
- De verdad?
- Mnasidika es virgen.
- ¿Entonces donde se puede comprar?
- En casa de Drakón
- Dime también donde compras tu hilo de bordar.
El mío se rompe fácilmente.
- Yo me lo hago yo misma, pero Nais los tiene de gran calidad.
- ¿A que precio?
- Tres óbolos.
- Es caro
- ¿Y el objeto?
- Dos dracmas
- Adiós.
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Escena

- ¿Dónde has estado?
- En casa de una vendedora de flores,
he comprado tres preciosos lirios
aquí te los traigo.
- ¿Tanto has demorado para comprar
tan pocas flores?.
- La vendedora me ha demorado
- Tienes las mejillas pálidas y los ojos brillantes
- Es la fatiga del camino
- Tus cabellos están mojados y revueltos
- Es el calor y el viento que me ha deshecho el peinado.
- Se te ha desatado el cinturón. Yo misma
había hecho el nudo menos apretado que este.
- Tan suelto que se me ha desatado, un hombre
me los ha atado de vuelta
- Tu vestido trae una mancha.
- Es el agua de las flores
- Mnasidika, mi querida, tus ojos son los mas bellos
en todo Mitilene.
- Yo lo sé bien, lo sé bien.
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2 comentarios:

naty P dijo...

excelente poeta,no lo conocía. Amo la poesía, y escribo también. Exitos!

Anónimo dijo...

Me quedo afónica de tan exquisitas palabras, apesar de no conocer mucho al leer esta poesía mi mente se ah lleno de miles de maravillas.