Contémplala: Es Muy Bella
Contémplala: es muy bella, su risa golpea
la costa,
toda de iras y espumas. Pero no intentes
decirle lo que piensas. Ella está en otro mundo
(tú no eres más que un extranjero de sus ojos,
de su edad)
Dile, en todo caso, que te gustan sardinas fritas,
sobre todo una tarde en que llueve un inolvidable
vino blanco. Háblale del hermoso fuego
de tu patria.
Ella es clara y oscura como la lluvia
en que reina
su ciudad. Sus ojos se detienen en un punto
movedizo
entre la estación del amor y un tiempo
imprevisible.
Claro que a veces olvidas (por un instante,
es cierto)
tu oficio de notario, y, como ser humano al fin,
te pones a hablar líricamente de política.
Lo mejor
que puedes hacer es convencerte de que la poesía
te completa,
comprobar que has cruzado el lindero del horror
y la angustia,
escribir que una tarde recorriste
la bella ciudad empedrada
para encontrar lo que no podía ser el amor
sino el poco de sueño
que recuerda un gran sueño.
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Abrí La Verja De Hierro
Abrí la verja de hierro,
Sentí como chirriaba, tropecé en algún tronco
y miré una ventana encendida, pero la madrugada
devoraba las hojas y tú no estabas allí diciéndome
que el mundo está roto y oxidado. Entré,
subí en silencio las escaleras, abrí otra puerta,
me quité el saco, me senté, me dije estoy sudando,
comencé a golpear mi pobre máquina de hablar,
de roncar y de morir (tú dormías, tú duermes, tú
no sabes
cuánto te amo), me quité la corbata y la camisa,
me puse el alma nueva que me hiciste esta tarde,
seguí tecleando y maldiciendo, amándote
y mordiéndome
los puños. Y de pronto llegaron hasta mí
otras voces:
iban cantando cosas imposibles y bellas, iban
encendiendo
la mañana, recordaban besos que se pudrieron
en el río,
labios que destruyó la ausencia. Y yo no quise decir nada
más: no quiero hablar, acaso en el chirrido
de la verja rompí cruelmente el aire de tu sueño.
Qué importa entrar o salir o desnacer.
Me quito los zapatos
y los lanzo ciego, amorosamente, contra el mundo.
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El ahorcado del café Bonaparte
A Pablo Armando Fernández
Para no conocer los abismos del humo
para no tragarse los periódicos de la tarde
para no usar unos espejuelos cubiertos de sangre o telaraña
El que estaba sentado en un rincón lejos de los espejos
tomándose una taza de café no oyendo el tocadiscos
sino el ruido de la pobre llovizna
El que estaba sentado en un rincón lejos de los relámpagos
lejos de los leones morados de todas las guerras
hizo un cordón con una hoja de papel
en que estaban escritos el nombre del Papa el nombre del Presidente
y otros dos mil Nombres Ilustres
y a la vista de todos los presentes
se colgó del sombrerero que brillaba sobre su cabeza
El patrón del café salió bajo su capa negra en busca de un policía
Armstrong cantaba sin cesar la luna había aparecido
como una gata furiosa en un tejado
Tres borrachos daban puñetazos en el mostrador
y el ahorcado después de mecerse dulcemente durante un cuarto de hora
con su voz lejana
comenzó a pronunciar un hermoso discurso:
"Maintenant je suis pendu dans le Bona
La lluvia es el cuarzo de mi miseria
Los políticos roen mi bastón
Si no me hubiera ahorcado moriría
de esa extraña enfermedad
que sufren los que no comen
En mis bolsillos traigo cartas estrujadas
que me escribí yo mismo
para engañar mi soledad
Mi garganta estaba llena de silencio
ahora está llena de muerte"
"Estoy enamorado de la mujer que guarda las llaves de la noche
Ella se ha mirado en mis ojos sin saber quién he sido
Ahora lo sabrá leyendo mi historia de hollín en los periódicos
Sabrá que me llamaba Louis Krizek
ciudadano del corazón de los hombres libres
heredero de la ceniza del amanecer
He vivido como un fantasma
entre fantasmas que viven como hombre
He vivido sin odio y sin mentira
en un mundo de jueces y de sombras
La tierra en que nací no era mía
y tampoco el aire en que reposo
Tan sólo he poseído la libertad
es decir el derecho a sufrir a errar
a ser este cuerpo frío
colgado como un fruto
entre los que cantan y ríen
entre una playa de cerveza
y un templo edificado para adorar el miedo
La mujer que guarda las llaves de la noche
sabrá que me llamaba Krizeky que cojeaba un poco y que la amaba
Sabrá que ahora no estoy solo que conmigo
va a desaparecer un viejo mundo
definitivamente borrado por el alba
Así como la niebla a veces aplasta las flores del cerezo
la muerte ha aplastado mi voz"
Cuando el patrón volvió con un policía de lata y azufre
el ahorcado del café Bonaparte
ya no era más que el humo tembloroso de un cigarro
bajo el sombrerero
sobre una taza con restos de café.
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AUSCHWITZ NO FUE EL JARDIN DE MI INFANCIA
A Otto Fernández
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia. Yo crecí
entre bestias y yerbas, y en mi casa
la pobreza encendía su candil en las noches.
Los árboles se cargaban de nidos y de estrellas,
por los caminos pasaba asustándose una yegua muy blanca.
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia. Sólo puedo
recordar el sacrificio de las lagartijas,
el fuego oscuro del hogar en las noches de viento,
las muchachas bañando sus risas en el río,
la camisa sudada de mi padre, y el miedo
ante el brutal aullido de las aguas.
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia, comí caramelos
y lágrimas, en mi avión de madera conquisté
nubes de hierba y no de piel humana.
Soy un privilegiado de este tiempo, crecí bajo la luz
violenta de mi tierra, nadie me obligó a andar
a cuatro patas, y cuando me preguntan mi nombre
un rayo parte la sombra de una guásima.
A Otto Fernández
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia. Yo crecí
entre bestias y yerbas, y en mi casa
la pobreza encendía su candil en las noches.
Los árboles se cargaban de nidos y de estrellas,
por los caminos pasaba asustándose una yegua muy blanca.
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia. Sólo puedo
recordar el sacrificio de las lagartijas,
el fuego oscuro del hogar en las noches de viento,
las muchachas bañando sus risas en el río,
la camisa sudada de mi padre, y el miedo
ante el brutal aullido de las aguas.
Auschwitz no fue el jardín de mi infancia, comí caramelos
y lágrimas, en mi avión de madera conquisté
nubes de hierba y no de piel humana.
Soy un privilegiado de este tiempo, crecí bajo la luz
violenta de mi tierra, nadie me obligó a andar
a cuatro patas, y cuando me preguntan mi nombre
un rayo parte la sombra de una guásima.
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Filosofía del optimista
El optimista se sentó a la mesa, miró a su alrededor
y se sirvió un poco de lo poco que halló. Le dijeron
que había demasiado nada (en realidad había pocomucho)
pero él devoró su ración sin hacer comentarios,
abrió el periódico, se fumó su café y acabó
de cenar en paz. Pensó: tengo derecho a comer con alegría
lo pocomucho que me gano mientras llega la abundancia.
Sin embargo seguían hablando de todo lo que no hay
no hay no hay no hay. No hay esto ni lo otro.
Pero el optimista se levantó en silencio
y otra vez recordó aquellos años en que sólo comió
lágrimas. No había nadie para decirle no hay sopa o bistec
o tome un pedazo de pan duro para el perro de su hambre,
pero jamás de sus dientes salieron discursos.
Y ahora estaba satisfecho de la cena frugal. El hombre
salió a la calle y echó a andar mientras silbaba.
Las luces eléctricas le recordaron el porvenir.
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Poema
¿Qué es para usted la poesía además de una piedra horadada por el sol y la lluvia,
Además de un niño que se muere de frío en una mina del Perú,
Además de un caballo muerto en torno al cual las tiñosas describen eternos círculos de humo,
Además de una anciana que sonríe cuando le hablan de una receta nueva para hacer frituras de sesos
(A la anciana, entretanto, le están contando las maravillas de la electrónica, la cibernética y la cosmonáutica),
Además de un revólver llameante, de un puño cerrado, de una hoja de yagruma, de una muchacha triste o
alegre,
Además de un río que parte el corazón de un monte?
¿Qué es para usted la poesía además de una fábrica de juguetes,
Además de un libro abierto como las piernas de una mujer,
Además de las manos callosas del obrero,
Además de las sorpresas del lenguaje -ese océano sin fin totalmente creado por el hombre-,
Además de la despedida de los enamorados en la noche asaltada por las bombas enemigas,
Además de las pequeñas cosas sin nombre y sin historia
(un plato, una silla, una tuerca, un pañuelo, un poco de música en el viento de la tarde)?
¿Qué es para usted la poesía además de un vaso de agua en la garganta del sediento,
Además de una montaña de escombros (las ruinas de un viejo mundo abolido por la libertad),
Además de una película de Charles Chaplin,
Además de un pueblo que encuentra a su guía
y de un guía que encuentra a su pueblo
en la encrucijada de la gran batalla,
Además de una ceiba derramando sus flores en el aire
mientras el campesino se sienta a almorzar,
Además de un perro ladrándole a su propia muerte,
Además del retumbar de los aviones al romper la barrera
del sonido (Pienso especialmente en nuestro cielo y
nuestros héroes)?
¿Qué es para usted la poesía además de una lámpara encendida,
Además de una gallina cacareando porque acaba de poner,
Además de un niño que saca una cuenta y compra un helado de mamey,
Además del verdadero amor, compartido como el pan de cada día,
Además del camino que va de la oscuridad a la luz (y no a la inversa),
Además de la cólera de los que son torturados porque luchan por la equidad y el pan sobre la tierra,
Además del que resbala en la acera mojada y lo están viendo,
Además del cuerpo de una muchacha desnuda bajo la lluvia,
Además de los camiones que pasan repletos de mercancías,
Además de las herramientas que nos recuerdan una araña o un lagarto,
Además de la victoria de los débiles,
Además de los días y las noches,
Además de los sueños del astrónomo,
Además de lo que empuja hacia adelante a la inmensa humanidad?
¿Qué es para usted la poesía?
Conteste con letra muy legible, preferiblemente de imprenta.
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Vagabundo del alba
A Nicolás Guillén
La mañana pálida de París crece sobre mis hombros
después de la noche larga mi amor esta brisa
Las hojas color de miel del otoño deslizándose por las calles
en las aceras las hojas del otoño sobre la cabeza de los mendigos
Aún duermen una mujer se ha levantado ha recogido una boina
que había a los pies de un durmiente y le ha cubierto el rostro
La ternura de esa mujer debajo de los harapos negros
como la flor pálida del día como la paloma
que revolotea sobre el Sena de humo de cristal de plata
Así es aquí el amanecer yo te lo digo ahora que es otoño
así es el alba de la ciudad está muerta sus huesos pueden ser palpados
y nadie dirá nada los policías duermen sus orejas de corcho
las leyes duermen la miseria dormita yo camino camino
primer hombre de este nuevo día como si la ciudad fuera mi mujer
y yo la contemplara desnuda el cielo naciendo de su espalda
Así es París yo te lo digo a veces sueño que recorro un mundo muerto
después de la última bomba muerta hasta la esperanza
Yo no comprendo mucho pero me siento un poco Robinson Crusoë
Ronbinson de esta terrible hermosa grande ciudad que se llama París
Los gatos salen de todas partes buenos días los latones de basura están llenos
juguetes rotos frutas podridas trajes papeles desgarrados
papeles donde el olvido ha dejado su oscura cicatriz
El mundo la civilización todo eso ha muerto los gatos y yo sobrevivimos
Frente a uno de estos puentes escogeré mi casa
tal vez aquella de la cortina roja en la ventana
o la otra que avanza como si quisiera saludarme buenos días
Pero no es verdad detrás de todos esos muros grises hay hombres
que respiran roncan y sueñan
hombres que quizás recuerdan un grito perdido en el valle turquesa de los siglos
hombres que acaso están pensando en los nuevos modelos de automóviles
en su trabajo en el amor tal vez en la muerte
Aquella mancha negra que arrastra la corriente es un cartón
creía que era una tortuga creía que era un ahogado
y no más que un cartón a su alrededor flotan tres hojas
como tres corazones de miel tres cifras de otoño
Los árboles salen del río como el humo de los cigarros
Otra paloma revolotea su sombra blanca sobre el agua gris
Los urinarios tienen la belleza astuta de ciertas iglesias de Castilla
voy entregando en ellos para hacer algo mientras pienso
mientras camino mi amor es decir nadie en el mundo esas hojas
Los semáforos le dan paso a los gatos a la brisa
en la frente del día pálido estas luces de ámbar
Anoche hablaban de la guerra siempre de la guerra
cadáveres espuma de eternidad de cadáveres
pero no todos saben como es dulce la libertad por ejemplo a estas horas
en el carro blanco del lechero viene detrás de sus bestias blancas
Una muchacha de Israel me hablaba de la juventud de su país
ella no tiene religión ella ama París ella ama el mundo
mañana todos tendremos el mismo rostro de bronce y hablaremos la misma lengua
Mañana aunque usted no lo quiera señor general señor comerciante señor de espejuelos de alambre y ceniza
pronto la nueva vida el hombre nuevo levantarán sus ciudades
encima de vuestros huesos y los míos encima del polvo de Nötre-Dame
En la primera panadería que se abra compraré un gran pan
como hacía en mi país sólo que ahora no me acompañan mis amigos
y que ya no tengo veinte años
entonces hubiera visto todas esas sombras de otro color
Hubiera silbado hubiera arrastrado el recuerdo de una muchacha trigueña
En fin todas esas cosas se van quedando atrás
ahora es más importante trabajar para vivir
Algunos pájaros empiezan a cantar las hojas secas caen
Me voy alejando del río de las lanchas de los puentes blancos
parece que estos edificios fueran a caer sobre mi cabeza
se van volviendo gibosos al paso de los siglos
la rue du Chat-qui-Pêche me hace imaginar historias terribles
Pero es mejor continuar es el alba es el alba
las manos en los bolsillos proseguir proseguir
Dos carniceros dan hachazos en la mitad de una reseso no es nada divertido y sin embargo me gusta mirar
mi alma es aún un poco carnicera estamos en 1956
Mañana quizás no será así quizás no habrá carniceros ni verdugos
mi corazón un poco verdugo y un poco ahorcado
tu corazón tu corazón serán polvo agua viento
para los nuevos girasoles
cada semilla como una abeja dormida
El día pálido era blanco ahora amarillea
algunas chimeneas parece que fueran a encenderse
Pasa un soldado con una maleta enorme
rumbo a la gare de Lyon rumbo a Egipto la muerte
Pasa una mujer en bicicleta ella va a su trabajo
cuando el sol está a la altura de las rodillas como el trigo
todos los días ella va a su trabajo toda la vida
Pasa un camión cargado de vino de estrépito de alba
Ya estoy en el boulevard Saint-Germain miro las vitrinas de las librerías
Algún día compraré un buen diccionario las obras completas de Rimbaud
muchos libros mejor es no hablar de ello
Por todas parte hay mendigos aquél parece un niño
entre su cabeza y el cemento de la acera no hay más que una lámina helada
Tengo ganas de tomarme un café con leche tengo hambre y sed
el alba amarilla tiene un mal sabor en mi boca
París comienza a despertar ya no soy un Robinson
más bien un extranjero más bien un fantasma
más bien un hombre que no ha dormido
vagabundo de la ciudad el otoño y el alba
mientras mi amor ha de estar mirando las cumbres del Perú
o el cielo esmaltado de Chinayo no lo sé mis pies se cansan eso es todo eso es todo
Después de haber amado vivir el nuevo día
es hermoso
En la ciudad y el corazón arde la misma llama.
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Si abro
Si abro esa puerta nada se fugará.
Todas las cosas volverán, serán de nuevo ellas en el cuarto encendido;
todas las cosas viejas y sucias, revueltas bajo el polvo.
La luz trae zumbidos, estremece las tablas, los libros,
me hiere a mí que contemplo miedoso.
Miedoso, sí. Me asustan ciertas visitas diurnas,
ciertos pasos de mediodía muerto entre esplendores.
Miedoso, sí. Me asustan ciertas visitas diurnas,
ciertos pasos de mediodía muerto entre esplendores.
Miedoso. Mi familia está lejos. No voy a abrir la puerta.
Tengo mucho miedo.
Aquí, en lo oscuro, en lo cerrado.
Pero ¿cómo serán ciertas cosas? Parecen hundidas, hundirse.
Me miran ¿Cómo serán ciertas cosas?
Algunas brillan, a pesar de todo: parecen bellas así, sin que la puerta se abra.
Ese muñeco es bello, vive; busca las manos gruesas de su padre, feliz en Ciudad de México.
Ese cuchillo alumbra como nunca: su filo está dividiendo los temores
y el fuego de esta espesa vida.
No abriré, no, n abro; tengo miedo
de que algo imprevisto salte y se confunda entre las cosas que no amo.
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Problemas del oficio
Mientras te quitas los zapatos piensas en la
poesía,
sabes que alguna vez escribirás algo parecido a un
gran poema,
pero sabes que de nada sirve acumular materias
primas
para cuando llegue la ocasión. Puedes ponerte de
pie y gritarle
a tu propio fantasma que es hora de poner manos
a la obra.
Puedes comerte tu cuchara con lágrimas, escoger
un recuerdo,
saltar como un sabio al descubrir las posibilidades
de lo imposible.
Pero nada habrás conseguido: el poema te mira con
ojos de sapo,
huye como una rata entre desperdicios y papeles,
florece
en el patio de tu casa, está en el fondo de una olla
y no lo ves,
lo ves y lo conoces y lo tocas, es el pan de tu noche,
pero aún
no lo atrapas, y si logras cogerlo por el cuello acaso
se te rompe, se estrella en tus narices; y es lo cierto que no sabes
amasar
esa sustancia informe y diferente. Te pones a
ladrar porque entonces
recuerdas que así te ocurría con chivos y carneros
(cada uno trataba
de tirar la soga hacia su mundo) y luego meditas
si no sería mejor
ir reuniendo notas sobre un tema determinado,
ir dando vueltas alrededor
del humo de un tabaco, hasta que las yerbas
alcancen las grupas
de las yeguas que sudan y relinchan al borde del
poema.
Es inútil. Inútil. Así no llegarás a poseer tu oficio:
de tus manos
a veces saltan, rotas, las palabras. Los versos se
deshacen en tus dientes,
y de pronto te asombras de que un hombre rompa
a carcajadas su sarcófago.
Todo es posible aquí. Se fueron los verdugos, las
piedras se convierten
en panes o relámpagos. A ti te sorprendió la
tempestad
y ahora la alimentas con los puños cerrados. No
habrá gallina muerta,
bala o trapo que te paralice. Contempla esos
caminos, esas guásimas:
son los mismos en que has muerto, los mismos en
que ya vives
y navegas, pero el viento entró con sus semillas en
tu casa.
Si te vas a dormir acuérdate del vaso de agua que,
desde luego, no es
para los santos sino para los sueños de tu sed,
prepara tus papeles,
junta tus zapatos. Y no olvides seguir asomándote
a los abismos,
no te canses de vivir impulsado hacia las raíces de
las cosas, muerde
el amor en su fuego, en su sal. Ayuda a tus hermanos
a edificar la gran casa
en que no parirá la crueldad. Algún día escribirás
un gran poema.
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Muchacha en Banao
La terre n′aime pas le sang ni les ordures.
Agrippa D′Aubigné
El ómnibus se detuvo. Los viajeros bajaron uno
a uno.
Tú estabas entre la multitud de muchachas que
trabajan esa tierra
y el sol de mediodía. Los viajeros se asomaron a
los surcos,
a los rostros; interrogaron y sudaron, y luego volvían
al ómnibus
cuando tú te me acercaste y empezaste a hablarme,
y, mientras
sonreías, me respondiste: "Retrátame, retrátame".
Comprendí
que debía fotografiarte con mi cámara vacía, recoger
tus ojos
en la tierra de tu cara, porque tú querías que ese
fantasma tuyo
viviera en las manos de un desconocido. Y aunque
realmente
he olvidado cómo eres, ahora me he puesto a hacer
con letras
tu retrato: aquí están la luz sudorosa de Banao
y las manchas de tus ojos en el rostro de
la multitud.
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1 comentario:
Fantásticos poetas; desconocidos por cierto para este neófito intento de escritor.
Ha sido un inmenso placer descubrir este blog, he sumado otro granito de esperanza para seguir creciendo.
Saludos.
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