Yo leo a los maestros

sábado, 31 de diciembre de 2011

William Carlos Williams (1883 - 1963) Estados Unidos

Espíritu del 76

Querida Srta. Monroe: Siempre y cuando me permita usted usar minúsculas al comienzo de mis versos, le presento el siguiente excelente poema americano para su posible publicación, previo pago, en su revista:

Espíritu del 76

Su padre
construyó un puente
sobre
el río Chicago,
ella en cambio
construyó un puente
sobre la luna.

Como reconocerá usted sin titubeos, se trata de un poema excelente y muy americano. Sinceramente, espero que no haya ninguna regla prosódica prehistórica que imposibilite su publicación. Suyo,

W.C. Williams
..............................
Llegada

Y, sin embargo, de algún modo uno llega
y se descubre a sí mismo
desabrochándole el vestido
en un dormitorio ajeno...
Siente cómo el otoño
deja caer sus hojas de seda y lino
por sus tobillos.
¡El cuerpo presumido y venoso emerge
enroscado sobre sí mismo
como un viento invernal...!
........................
Una suerte de canción

Deja que la serpiente espere
bajo su yerbal
y la escritura
sea de palabras lentas y rápidas, prontas
a morder, tranquilas en la espera,
desveladas.
-Reconciliar por la metáfora
a la gente con las piedras.
Componer (no hay ideas
sino en las cosas) Inventa!
Saxígrafa es mi flor que parte
las rocas.
.......................
Para despertar a una anciana

La vejez :
vuelo de pájaros
que pían
al rozar
pelados árboles
sobre la nieve tersa.
Los sacude
de aquí para allá
un viento oscuro__
¿ Y qué ?
Sobre varas ásperas
se posa la bandada,
la nieve
se cubre de cáscaras
de semillas,
un estridente
gorjeo de hartazgo
serena el viento.
....................
Fragmento

De la misma manera
que sobre quien
censura también

pueden caer la pena
y el error
tampoco cuando escribes

te es dado
conocer
el alcance y poder

de tus palabras
.........................
Entre paredes

las alas traseras
del

hospital en donde
nada

crece hay
cenizas

en las que brillan
los pedazos

rotos de una botella
verde.
.....................
El acto

Ahí estaban las rosas, en la lluvia.
No las cortes, le supliqué.
Mucho no durarán, dijo ella.
Pero están tan hermosas
donde están.
Bah, todos fuimos hermosos alguna vez, dijo
y las cortó y me las puso
en la mano.
.................................
Cosas así me dejan mudo de asombro

Los gorriones
brincan ingenuos
por la calzada
riñendo
con voces chillonas
por las cosas
que les interesan.
Pero nosotros somos más
listos –cada cual se
encierra en sí mismo
y ninguno sabe
qué intenciones, buenas
o malas, tiene
el otro.
Entretanto,
el anciano que va
recogiendo estiércol de perro
camina por el arroyo
sin alzar la vista
y con paso
más majestuoso que
el del pastor episcopal
al acercarse al púlpito
un domingo.
Cosas así
me dejan mudo de asombro.
..............................
El descenso

El descenso nos llama
como nos llamaba el ascenso.
La memoria es una especie
de consumación,
una suerte de renovación,
incluso
de inicio, pues los espacios que abre son lugares nuevos

habitados por hordas
de especies
hasta entonces impensadas,
y sus movimientos
se orientan hacia nuevos objetivos
(aun cuando antes hayan sido abandonados).

Ninguna derrota es enteramente una derrota, pues
el mundo que abre es siempre un sitio
hasta entonces
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
abre paso a nuevos lugares
y no hay blancura (perdida) tan blanca como el recuerdo
de la blancura .

Con el atardecer, el amor despierta
aunque sus sombras
-que dependen
de la luz del sol-
se adormecen y se apartan
del deseo .

Despierta así un amor
sin sombras
que ha de crecer
con la noche.

Surgido de la desesperación,
inconcluso,
el descenso
despierta a un nuevo mundo
que es el reverso
de la desesperación.
Para lo que no podemos lograr, lo que
se niega al amor,
lo que perdimos por anticiparnos,
se abre un descenso
sin fin, e indestructible.
...............................
Consagración de un pedazo de tierra

Este pedazo de tierra
frente a las aguas de esta ensenada
consagra la viviente presencia
de Emily Dickinson Wellcome
que nació en Inglaterra, se casó,
perdió a su marido y con su hijo
de cinco años se embarcó
en un barco de dos mástiles, rumbo
a Nueva York, fue aventada hasta las Azores,
encalló en los bancos de la Isla del Fuego,
en una casa de huéspedes de Brooklin
encontró a su segundo marido,
se fue con él a Puerto Rico,
parió otros tres hijos, perdió
a su segundo marido, vivió
trabajosamente ocho años
en Santo Tomás y en Santo Domingo, siguió
a su hijo mayor a Nueva York, perdió
a su hija, a su "nene",
recogió a los chicos del hijo mayor
de su segundo matrimonio, los crió
__ quedaron huérfanos__ peleó
por ellos con la otra abuela
y las tías, los trajo aquí
verano tras verano y aquí se defendió
contra pícaros, tormentas, sol, fuego,
contra las moscas, contra
las muchachas que venían a husmear,
contra la sequía, la cizaña, las marejadas,
los vecinos, las comadrejas ladronas
de gallinas, contra
la flaqueza de sus propias manos
y la fuerza creciente
de los muchachos, contra el viento,
las piedras, los intrusos, las grietas,
contra su propia alma.

Desenyerbó esta tierra con sus manos,
tiranizó desde esta parcela, puso
como trapo al hijo mayor
hasta que no la compró, aquí
vivió quince años, aquí
alcanzó la soledad final y __

Si no puedes traer nada sino
tu osamenta: quédate afuera.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Raymond Carver (1938 - 1988) Estados Unidos

Álamos

Imagina a un joven, solo, sin nadie.
Cuando algunas gotas de lluvia golpearon su ventana
empezó a escribir de prisa.
Vivía en una pensión con ratones de compañía.
Yo amaba su coraje.

Alguien más a unas cuantas puertas más abajo
tocaba discos de Segovia todo el día.
Nunca salió de su cuarto, y nadie podría culparlo.
De noche él podía oír las otras
máquinas de escribir de otros, y sentirse reconfortado.

Literatura y música.
Todos soñando con caballeros españoles
y grandes patios.
Desfiles. Ceremonia y
resplandor.

Álamos.
Días de lluvia y agua.
Hojas abatidas finalmente en el suelo.
En mi corazón, este pedazo de tierra
que la tormenta ilumina.
..........................................
El rasguño

Me desperté con una mancha de sangre reseca
pegada sobre uno de mis párpados. Un arañazo,
profundo, cruza transversalmente las arrugas de mi frente.
Sin embargo, últimamente, he estado durmiendo solo.
Y me pregunto por qué un hombre, incluso en un mal sueño,
alzaría la propia mano para lastimarse la cara.

Esta mañana pretendo responder esta pregunta
y otras similares, mientras observo en silencio
mi rostro que se refleja en los cristales de la ventana.
..........................
Durmiendo

Él durmió sobre sus manos.
Sobre una roca.
Sobre sus pies,
sobre los pies de algún desconocido.
Él durmió en micros, en trenes, en aviones.
Se durmió estando de guardia.
Se durmió a un costado de la ruta.
Se durmió apoyado en una bolsa de manzanas.
Él durmió en un baño público.
En un galpón.
En el estadio.
Durmió en un Jaguar descapotable
y en la caja de una camioneta.
Durmió en los teatros.
En la cárcel.
Sobre los barcos.
Él durmió en casillas deshechas y en una ocasión
en un inmenso castillo.
Soportó dormido las frías gotas del agua de lluvia
y los ardientes rayos del sol.
Durmió sobre caballos.

Se durmió sobre sillas.
Él durmió en iglesias, en hoteles de lujo.
Él durmió bajo techos extraños toda su vida.
Ahora él duerme cubierto por la tierra.
Duerme y seguirá durmiendo.
Igual que un rey antiguo.
.......................
Semillas


Para Christi

Intercambio nerviosas miradas
con el hombre que le vende
semillas de sandía a mi hija.

La sombra de un pájaro pasa
sobre nuestras manos.

El vendedor levanta el látigo y
se apura tras su viejo caballo
rumbo a Beersheba.

Me ofreciste las semillas que escogí.
Ya has olvidado al hombre
el caballo
las sandías mismas y
algo invisible fue la sombra
entre el vendedor y mí mismo.

Acepto tu don aquí
sobre el camino seco.
Alargo la mano para recibir
tu bendición.
................................
El hombre de afuera

Hubo siempre el adentro y
el afuera. Adentro, mi mujer,
mi hijo e hijas, ríos
de conversación, libros, suavidad
y cariño.

Pero entonces una noche afuera
de la ventana del cuarto alguien--
algo, respiraba, se arrastraba.
Desperté a mi mujer y aterrorizado
temble en sus brazos hasta la mañana.

¡Ese espacio fuera de la ventana
de mi cuarto! Las pocas flores que crecen
ahí pisoteadas, las colillas
de Camel aplastadas.
No estoy imaginando cosas.

La noche siguiente y la siguiente
ocurrió, y desperté a mi mujer
y otra vez ella me consoló y
otra vez frotó mi pierna entumida
por el miedo y me tomó en sus brazos.

Pero entonces yo comencé a demandar más
y más de mi mujer. Con pena ella
revisababa el piso del cuarto de arriba a abajo,
yo la dirigía como a una carretilla cargada,
el conductor y su carrito.

Finalmente, esta noche, toco a mi mujer despacio
y ella se incorpora ansiosa
y preparada. Las luces prendidas, desnudos, nos sentamos
frente a la cómoda y miramos frenéticos
el cristal. Tras de nosotros dos labios,
el reflejo de un cigarrillo encendido.
...........................
La lapicera

La lapicera que no faltaba a la verdad,
por todas sus preocupaciones
terminó dentro de la lavadora.
Salió una hora más tarde y la tiraron
al secarropas junto con un par de ‘jeans’ viejos
y una camisa a cuadros.
Los días pasaron y ella permaneció
recostada tranquilamente sobre el escritorio
que estaba frente a la ventana.
Ella pensaba que estaba totalmente agotada.
Sin convicciones. Sin voluntad.
Una mañana, poco antes del amanecer,
recuperó antiguas fuerzas
y escribió:
‘‘Los campos húmedos duermen
bañados por la luz de la luna’’.
Después de este esfuerzo
se quedó muy quieta,
nuevamente vacía, su utilidad
terminada.

Él la sacudió,
la golpeó sobre la tapa del escritorio.
La dejó a un lado.
Abandonó las pretensiones de hacerla trabajar
o casi todas.
Sin embargo
ella realizó un nuevo esfuerzo,
apeló a sus últimas reservas.
Esto es lo que escribió:
‘‘Un viento suave, y más allá del ventanal
los árboles flotan en el dorado aire de la mañana’’.

Él trató de hacerla escribir algo más,
pero eso fue todo. La lapicera
dejó de escribir, definitivamente.
Él la puso con otras cosas inservibles
en el incinerador.
El tiempo transcurrió, días o meses,
y fue otra lapicera
una que todavía no había demostrado nada
la que con facilidad escribió:
‘‘La oscuridad se posa en las ramas.
Quedate muy quieto, no salgas de la casa,
quedate muy quieto...’’
.............................
Adulterio

Una matinée esa tarde
de sábado La novicia rebelde
Tu abrigo en el asiento vacío
junto a mí
tu mano en mi regazo
se nos transporta
a Austria
Allí
en algún lugar del Rin
En alguno de estos viejos
y hermosos pueblos
podríamos vivir tranquilos
un ciento de años
Luego
te pones un delantal
me sirves una taza de té con una rodaja de limón
en Radio Monitor
Herb Alpert
y el Tijuana Brass
tocan Zorba el griego
También oímos por casualidad
parte de una conversación
con Dizzy Dean
En el suelo
junto a la cama el Esquire
Frank Sinatra
rodeado de encendedores llameantes
Tácito
Máximo Gorky
bajo el cenicero
Tu cabeza en mi brazo
fumamos cigarros
y hablamos del lago Louise
el Banff National Park
la Península
Olímpica
lugares
que ninguno de nosotros ha visto
Afuera
el calor se hace rayos
las primeras gotas pesadas de la lluvia
atizan el patio
Escucha
Qué espléndidos estos regalos
.............................
Al menos

Quiero levantarme temprano una mañana más
antes del amanecer. Antes que los pájaros, incluso.
Quiero mojar mi rostro con agua fría
y estar en mi mesa de trabajo
cuando aclara y el humo
comienza a salir de las chimeneas
de las otras casas.
Quiero ver el romper de las olas
en esta playa rocosa, y no sólo escucharlas
romper como lo hiciera toda la noche en mis sueños.
Quiero ver nuevamente los barcos
que vienen a atravesar el estrecho
desde cada país marino del mundo–
viejos y sucios cargueros que apenas lo recorren,
y los rápidos y nuevos buques de carga
pintados de todos colores bajo el sol
que cortan el agua a su paso.
Quiero seguirlos con la mirada.
También al pequeño bote que navega
entre los barcos
y a la estación de pilotos cerca del faro.
Quiero verlos bajar a un hombre del barco
y poner otro abordo.
Quiero pasar el día mirando lo que sucede
y llegar a mis propias conclusiones.
Odio parecer mezquino– tengo tanto
ya de que estar agradecido.
Pero quiero levantarme temprano una mañana más, al menos.
E ir a mi sitio con un café y esperar.
Sólo esperar, y ver qué sucede.
.............................
Domingo por la noche

Utiliza las cosas que te rodean.
Esta ligera lluvia
Del otro lado de la ventana, por ejemplo.
Este pitillo de entre los dedos,
Estos pies en el sofá.
El débil sonido del rock-and-roll,
El Ferrari rojo del interior de mi cabeza.
La mujer que anda a tropezones
Borracha por la cocina…
Coge todo eso,
Utilízalo.
.................................
Algo está pasando

Algo me está pasando
si le creo a mis
sentidos no es solamente
querida otra distracción
sigo atado a mi vieja piel
las ideas puras y los anhelos desmedidos
a toda costa
una limpia y saludable verga
pero mis pies han comenzado
a decirme cosas
de sí mismos
sobre su nueva relación con
mis manos ojos corazón y pelo

Algo me está pasando
te preguntaría si pudiera
has sentido alguna vez algo parecido
pero tú ya estás lejos
está noche que no creo
que escucharías además
mi voz se ha visto afectada también

Algo me está pasando
no te sorprendas si
caminando algún día de pronto en este brillante
sol mediterráneo tú me miras
de largo y descubres
una mujer en mi sitio
o peor
un extraño de cabello blanco
escribiendo un poema
alguien que no puede ya formar palabras
que está simplemente moviendo sus labios
tratando
de decirte algo.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Nazim Hikmet (1902 - 1963) Turquía

Autobiografía

Nací en 1902
no he vuelto nunca a mi ciudad natal
no me gustan los retornos
a los tres años en Alepo era nieto de bajá
a los diecinueve estudiante en la universidad comunista de Moscú
a los cuarenta y nueve otra vez en Moscú invitado por el Comité Central
y desde los catorce años soy poeta

hay hombres que conocen las diferentes clases de hierbas; otros, de peces;
yo, de separaciones
hay hombres que se saben de memoria el nombre de cada estrella;
yo, de nostalgias

he dormido en las cárceles y en los grandes hoteles
he conocido el hambre y también la huelga de hambre y no hay plato
que no haya probado
a los treinta años quisieron ahorcarme
a los cuarenta y ocho quisieron concederme el Premio mundial de la Paz
y me lo concedieron
a los treinta y seis durante medio año sólo pude recorrer cuatro metros
cuadrados de hormigón
a los cincuenta y nueve volé desde Praga a La Habana
en dieciocho horas

no conocí a Lenin pero hice la guardia de honor junto a su féretro en 1924

en 1961 el mausoleo que visito son sus libros

han intentado alejarme de mi partido
pero han fracasado
tampoco he sido aplastado por los ídolos caídos

en 1951 viajé por mar hacia la muerte con un joven camarada
en 1952 con el corazón cascado esperé la muerte durante cuatro meses

estuve locamente celoso de las mujeres a las que amé
no envidié a nadie ni siquiera a Charlot
engañé a mis mujeres
pero nunca hablé mal de mis amigos a sus espaldas

he bebido pero no soy un borracho
tuve la suerte de ganarme siempre el pan con el sudor de mi frente

si mentí fue porque sentí vergüenza ajena
por piedad
pero también he mentido porque sí

he montado en tren en avión y en coche
la mayoría no puede hacerlo
he ido a la ópera
la mayoría no puede ir y ni siquiera sabe que existe
sin embargo desde 1921 no voy a muchos de los sitios
donde va la mayoría la mezquita la iglesia la sinagoga
el templo el curandero
pero a veces me gusta que me lean los posos de café

se me ha publicado en treinta o cuarenta lenguas
pero estoy prohibido en Turquía en mi propia lengua

hasta ahora no he tenido cáncer
tampoco es obligatorio
nunca seré primer ministro o algo parecido
tampoco me gustaría serlo
nunca he ido a la guerra
no he descendido a los refugios en medio de la noche
no he recorrido los caminos del exilio bajo el vuelo rasante de los aviones

pero me he enamorado ya cerca de los sesenta
camaradas en pocas palabras
hoy en Berlín aunque muerto de nostalgia
puedo decir que he vivido como un hombre
pero los años que me quedan por vivir
y las cosas que puedan sucederme
¿quién lo sabe?
.................................
La ciudad, la tarde y tú

Entre mis brazos estáis desnudas
la ciudad, la tarde y tú
vuestra claridad ilumina mi rostro
y también el olor de vuestros cabellos.
¿De quién son estos latidos
que baten bom bom y se confunden con nuestra respiración?
¿tuyos? ¿de la ciudad? ¿de la tarde?
¿o tal vez son míos?
¿Dónde termina la tarde dónde comienza la ciudad
dónde termina la ciudad dónde comienzas tú
dónde termino yo dónde comienzo?
..............................
Mi entierro

¿Mi entierro saldrá de nuestro patio?
¿Cómo vais a bajarme del tercer piso?
El ataúd no cabe en el ascensor
Y las escaleras son demasiado estrechas.

Tal vez el patio esté inundado de sol y haya palomas
Tal vez nieve en medio de los gritos de los niños
Tal vez llueva y esté mojado el asfalto.
Y como siempre los cubos de basura estarán en el patio.

Si como acostumbran aquí me suben al furgón con la cara descubierta
Puede caerme algo de una paloma en la frente: trae suerte.
Venga o no una banda de música habrá niños a mi lado
Los niños siempre sienten curiosidad por los muertos.

La ventana de nuestra cocina me seguirá con la mirada.
Nuestro balcón me acompañará con la ropa tendida.
No podéis saber lo feliz que he sido en este patio.
Vecinos míos a todos os deseo una larga vida...
.................................
En el restaurante Astoria de Berlín...

En el restaurante Astoria de Berlín
había una camarera
una chica como una gota de plata.
Por encima de las bandejas repletas me sonreía.
Se parecía a las chicas de mi perdido país.
Pero no sé por qué
a veces tenía ojeras.

No tuve suerte
no pude sentarme en las mesas que ella atendía.

Ningún día se sentó en las mesas que yo atendía.
Era un hombre entrado en años.
Parecía como si estuviera enfermo,
tomaba comida de régimen.
Estaba muy triste y me miraba
pero no sabía alemán.
Tres meses vino a desayunar, comer y cenar,
luego desapareció.
Puede que volviera a su país
o que no volviera y haya muerto.
..............................
La mitad de mi corazón está aquí, doctor

La mitad de mi corazón está aquí, doctor,
Pero la otra mitad se encuentra en China,
En el ejército que baja hacia el río Amarillo.
Cada mañana,
Cada mañana con el alba,
Mi corazón es fusilado en Grecia.
Y cuando el sueño rinde a los presos,
Cuando se alejan de la enfermería los pasos últimos,
Mi corazón se va, doctor,
Se va hacia una vieja casa de madera, allá en Estambul.
Además, doctor, hace más de diez años
Que no tengo nada en mis manos
Para ofrecer a mis hermanos;
Tan sólo una manzana,
Una roja manzana: mi corazón.
Por todas estas cosas, doctor,
Y no por culpa de la arteriosclerosis,
Ni de la nicotina, ni de la cárcel,
Tengo esta angina de pecho.
Desde mi cama
Contemplo la noche tras de los barrotes.
Y a pesar de todos estos muros
Que me aplastan el pecho,
Mi corazón palpita con la estrella más remota.
................................
Tal vez mi última carta a Memet

Por una parte
los verdugos
como un muro nos separan
Y además
este cochino corazón
me ha hecho una malvada jugarreta
Mi niño, mi Memet
quizá la suerte
no me permitirá volver a verte
Lo sé
tú serás un muchacho
a la espiga de trigo parecido
Cuando joven
yo también era así
de elevada estatura, rubio, esbelto.
Vastos serán tus ojos como los de tu madre
con un rastro de pena amarga a veces
Tendrás la frente inmensamente clara
y una voz muy hermosa
Atroz era la mía
Cuando cantes
habrás de desgarrar los corazones
Y sabrás conversar brillantemente
Yo también fui un maestro en la materia
cuando no me irritaban
Desde tu boca brotará la miel
¡Ah, Memet,
qué verdugo serás
de corazones!
No es fácil educar a un hijo sin su padre
No apenes a tu madre
Yo no he podido darle la alegría
Que la tenga de ti
Tu madre
como la seda fuerte, dulce como la seda
Tu madre
será bella aún a la misma edad de las abuelas
como aquel primer día en que la vi
cuando tenía diecisiete años
a la orilla del Bósforo
Era el claro de luna
era el claro del día
semejante a la fruta más perfecta
Tu madre
Una mañana, como de costumbre
nos separamos ¡hasta luego!
Era para no vernos nunca más
Tu madre
es la más bondadosa de las madres
Que ella viva cien años
y que Dios la bendiga
Mi hijo, mi Memet, yo no temo morir
pero a pesar de todo
a veces, trabajando,
o en esa soledad precursora del sueño
repentinamente
siento un sacudimiento
Contar los días es difícil
Uno no puede hartarse del mundo
Memet
no puede hartarse.
No vivas en la tierra
como un inquilino
ni en la naturaleza
al modo de un turista
Vive en este mundo
cual si fuera la casa de tu padre
Cree en los granos
en la tierra, en el mar,
pero ante todo en el hombre.
Ama la nube, la máquina y el libro
pero ante todo, ama al hombre
Siente la tristeza
de la rama que se seca
del planeta que se extingue
del animal inválido
pero siente ante todo la tristeza del hombre.
Que todos los bienes terrestres
te prodiguen la alegría
Que la sombra y la luz
te prodiguen la alegría
Que las cuatro estaciones
te prodiguen la alegría
Pero ante todo, que el hombre
te prodigue la alegría.
Nuestra patria, Turquía
es un país hermoso
entre tantos países
y sus hombres
los que no están falseados
son laboriosos
meditativos y valientes
pero atrozmente miserables
Se ha sufrido, se seguirá sufriendo todavía,
pero a pesar de todo habrá un futuro espléndido.
Tú en nuestra tierra, con tu pueblo
construirás el comunismo
Con tus ojos lo verás
Con tus manos lo tocarás.
Memet, yo moriré tal vez
muy lejos de mi idioma
lejos de mis canciones
muy lejos de mi sal y de mi pan
con la nostalgia de tu madre y de ti
y de mi pueblo y de mis camaradas
Pero no en el exilio
Mas no en el extranjero
En el país de mis sueños moriré
En la blanca ciudad de mis más bellos días
Memet, mi niño
Te confío
al partido comunista de Turquía
Me voy pero estoy calmo
La vida que se va extinguiendo en mí
proseguirá por largo tiempo en ti
y en nuestro pueblo, eternamente.
.......................................
El despertar

Te has despertado
¿Dónde estás?
En tu casa
Todavía no te has acostumbrado
a encontrarte en tu casa
al despertar
Es ésta una torpeza (una entre tantas)
que trece años de cárcel te han dejado.
¿Quién está acostada a tu lado?
No, no es la soledad
Tu mujer
Duerme como un ángel
Le sienta bien, a la bella, estar encinta.
¿Qué hora es?
Las ocho.
Y eso significa
que tú, hasta esta noche,
estás seguro
porque, según costumbre,
la policía, mientras es de día
no da comienzo a los allanamientos.
......................................
La niña muerta

Soy yo quien golpea a tu puerta
A todas las puertas, a todas las puertas
Pero ustedes no pueden contemplarme
Es imposible ver a un niño muerto
Hace diez años largos
he muerto en Hiroshima
Pero sigo teniendo siete años
Los niños muertos dejan de crecer
Al principio se inflamaron mis cabellos
Mis manos y mis ojos ardieron después
Me convertí en un puñado de cenizas
Que el viento dispersó
Nada, nada les pido para mí
No podrían mimarme aunque quisieran
Una niña que ha ardido cual si fuera papel
no come caramelos
Yo golpeo y golpeo a cada puerta:
Dénme, dénme una firma
Para que los niños no sean asesinados
y coman caramelos.
.................................
Pienso en ti

Pienso en ti
me llega hasta la nariz el olor de mi madre
de mi preciosa madre.

Montada en un carrusel, eres la belleza que llevo dentro
vuela tu cabello y gira tu ropa a toda velocidad
tu rostro ruboroso aparece y desaparece.

¿Cuál es el motivo
para que tu recuerdo sea como una puñalada
cuál es el motivo de que estando tan lejos oiga tu voz
y de un salto me levante?

Arrodillado contemplo tus manos
quisiera acariciarlas
pero no puedo
estás tras un cristal.
Rosa mía, soy un confundido espectador
del drama que represento en mi crepúsculo.
..........................................
Mi mujer me acompañó a Brest

Mi mujer me acompañó hasta Brest,
bajó del tren y permaneció en el andén,
fue haciéndose cada vez más pequeña
hasta que se convirtió en un grano de trigo en el azul infinito,
después ya no pude ver nada más que los raíles.

Luego, cuando llamó desde Polonia, no pude responder.
No pude preguntar: «¿Dónde estás, amada mía, dónde?»
«¡Ven conmigo!», dijo, pero no pude ir junto a ella,
el tren circulaba como si nunca fuera a detenerse
y me ahogaba la tristeza.

Luego, la nieve comenzó a disolverse sobre la tierra arenosa
y de repente me di cuenta de que mi mujer estaba mirándome
y me preguntaba: «¿me has olvidado?, ¿me has olvidado?»,
la primavera caminaba por el cielo con los pies descalzos y embarrados.

Luego, las estrellas bajaron a posarse en los postes de telégrafo,
la oscuridad se abatió sobre el tren como si fuera lluvia,
mi mujer permanecía al pie de los postes de telégrafo,
su corazón latía tac tac como si estuviese en mis brazos,
los postes se acercaban y pasaban, pero ella no se movía del sitio,
el tren circulaba como si nunca fuera a detenerse
y me ahogaba la tristeza.

Luego, de repente, me di cuenta de que hace años, hace muchos años
que vivo en este tren
-pero todavía no sé cómo y por qué lo he comprendido-
y cantando con la misma fuerza y con la misma esperanza
sigo alejándome de la ciudad y de las mujeres amadas
y su nostalgia es como una herida abierta,
mientras me acerco a algún lugar, a algún lugar.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Jean Cocteau (1889 - 1963) Francia

Fruto

Un farol dominical,
madurado por el viento
puede incendiar las ramas;
debe recogerse antes.
......................
Los dulces ojos

Tristeza, abono de mis dichas. Nos limita,
esta reja, salida de todos los tinteros,
Napoleón, apicultor, guantes de armiño
el día de la coronación, cubierto de laureles
y sandalias de nácar.

Cisne moribundo, cuyo grito es dulce,
corre negra sangre para escribir estas líneas.
..............................
El poeta de treinta años

Aquí estoy en la mitad de mi vida
cabalgo sobre mi hermosa casa;
a los dos lados veo el mismo paisaje,
pero sin vestirse con la misma estación.

Aquí la tierra es roja vid encornada
como un joven ciervo. La línea suspendida,
con risas y señales, recibe el nuevo día;
viene el invierno y el honor que se me debe.

De acuerdo, dices quererme todavía,
Venus. Si no hubiera hablado de ti,
si mi casa no estuviese hecha con mis poemas,
sentiría el vacío y me caería del techo.
...............................
Los perros ladran a lo lejos
Los perros ladran a lo lejos y, cerca canta el gallo.
Es tu forma de ser, oh! naturaleza traviesa
pero abril lo cambia todo la mañana siguiente,
viste los maduros frutales de suave satén,
tiñe la viña y la mariposa de tonalidades azufre,
en el néctar de la rosa embriaga a los abejorros,
y anuda los lazos del amor desatado.
Así canta un poeta amado por dioses salvajes,
Y que, como Jano, posee varias bocas.
...............................
Un amigo duerme

Tus manos por las sábanas eran mis hojas muertas. Mi otoño era un amor por tu verano.
El viento del recuerdo resonaba en las puertas de lugares que nunca visitáramos.

Permití la mentira de tu sueño egoísta allá donde tus pasos borra el sueño. Crees estar donde estás.
Qué triste nos resulta estar donde no estamos, así siempre.

Tu vivías hundido dentro de otro tú mismo, abstraído a tal punto de tu cuerpo que eras como de piedra.
Duro para el que ama es tener un retrato solamente.

Inmóvil, desvelado, yo visitaba estancias a las que nunca ya retornaremos.
Corría como un loco sin remover los miembros: el mentón apoyado sobre el puño.

Y, cuando regresaba de esa carrera inerte, te encontraba aburrido, con los ojos cerrados,
con tu aliento y con tu enorme mano abiertos, y tu boca rebosante de noche...
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Vocabulario

Por supuesto, te acuestas como un ángel de nieve
más pesado que el bronce, más ligero que el corcho
sobre el amante cuyo espasmo finalmente te regocija
bajo tu fuego helado la carne se hace estatua
y a la larga, es preciso que, muerto, me acostumbre
a recibirte en mi lecho.
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Mediodía
El remero, angel de madera, impulsa con sus alas
-Afrodita, sus avestruces, sus diamantes-,
desde la amplia calma a bordo de una ola constante,
un carruaje esmeralda de corceles espumosos
He aquí los restos: bidones, anclas, vigas
mástiles, medusas, miradas de ahogados en las vitrinas
del bulevar de las ciudades submarinas
Y el mar se retira succionando entre burbujas
Rápido me quito mi camisa, mi sombrero,
me tiendo, naúfrago desnudo en esta orilla,
obligando a mostrarse bajo el calor salvaje
al atezado indio Sioux capturado en mi piel
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Despertar
Rugido de leones
Sonrisa sinuosa de jóvenes cocodrilos
al hilo del agua
de la poderosa corriente
Islas de las especias
¡Qué bello es el hijo
de la reina viuda
y del marinero!
El hermoso marinero abandonó a una sirena
que se lamenta de su ausencia
al sur del islote
Suena la diana en el cuartel
-sueño muy corto-
amanecer de lámparas que se extinguen.
Nos despertamos
sintiéndonos una banda en harapos!
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Pieza ocasional

Graba tu nombre en un árbol
que se extienda hasta el nadir.
El árbol es mejor que el mármol,
en él los nombres crecen.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Gabriel Celaya (1911 - 1991) España

Momentos felices

Cuando llueve y reviso mis papeles, y acabo
tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así atizo las llamas, y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta?

Cuando salgo a la calle silbando alegremente
—el pitillo en los labios, el alma disponible—
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican la alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que se siente?

Cuando llega un amigo, la casa está vacía,
pero mi amada saca jamón, anchoas, queso,
aceitunas, percebes, dos botellas de blanco,
y yo asisto al milagro —sé que todo es fiado—,
y no quiero pensar si podremos pagarlo;
y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos,
y lo somos quizá burlando así la muerte,
¿no es la felicidad lo que trasciende?

Cuando me he despertado, permanezco tendido
con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente:
y debo levantarme pero no me levanto;
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar,
y sigo allí tendido, y nada importa nada,
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es la felicidad lo que amanece?

Cuando voy al mercado, miro los abridores
y, apretando los dientes, las redondas cerezas,
los higos rezumantes, las ciruelas caídas
del árbol de la vida, con pecado sin duda
pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio,
regateo, consigo por fin una rebaja,
mas terminado el juego, pago el doble y es poco,
y abre la vendedora sus ojos asombrados,
¿no es la felicidad lo que allí brota?

Cuando puedo decir: el día ha terminado.
Y con el día digo su trajín, su comercio,
la busca del dinero, la lucha de los muertos.
Y cuando así cansado, manchado, llego a casa,
me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos,
y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi,
y la música reina, vuelvo a sentirme limpio,
sencillamente limpio y pese a todo, indemne,
¿no es la felicidad lo que me envuelve?

Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,
me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice:
«Estaba justamente pensando en ir a verte».
Y hablamos largamente, no de mis sinsabores,
pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme,
sino de cómo van las cosas en Jordania,
de un libro de Neruda, de su sastre, del viento,
y al marcharme me siento consolado y tranquilo,
¿no es la felicidad lo que me vence?

Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?
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La poesía es un arma cargada de futuro

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
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Dedicatoria final

Pero tú existes ahí. A mi lado. ¡Tan cerca!
Muerdes una manzana. Y la manzana existe.
Te enfadas. Te ríes. Estás existiendo.
Y abres tanto los ojos que matas en mí el miedo,
y me das la manzana mordida que muerdo.
¡Tan real es lo que vivo, tan falso lo que pienso
que -¡basta!- te beso!
¡Y al diablo los versos,
y Don Uno, San Equis, y el Ene más Cero!
Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor,
y aunque sea un disparate todo existe porque existes,
y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio,
ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo,
y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño.
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Despedida

Quizás, cuando me muera,
dirán: Era un poeta.
Y el mundo, siempre bello, brillará sin conciencia.

Quizás tú no recuerdes
quién fui, mas en ti suenen
los anónimos versos que un día puse en ciernes.

Quizás no quede nada
de mí, ni una palabra,
ni una de estas palabras que hoy sueño en el mañana.

Pero visto o no visto,
pero dicho o no dicho,
yo estaré en vuestra sombra, ¡oh hermosamente vivos!

Yo seguiré siguiendo,
yo seguiré muriendo,
seré, no sé bien cómo, parte del gran concierto.
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Educar
Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca,
hay que medir, pensar, equilibrar,
y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta,
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que esa barca, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestro propio barco,
en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.
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Gernikako arbola
(El árbol de Guernica)

Era en la primavera del año treinta y siete
cuando llegué a Guernica.
Allí se fabricaban boquillas de careta
anti-gas. Yo debía
- servicio de inspección- ver qué diablos pasaba
o qué no funcionaba.
Allí, en Guernica, estaban las fuerzas guipuzcoanas
nuevas, y yo debía
- servicio de instrucción- enseñarles la humana
protección que es posible cuando con gas atacan.
Todo me parecía remoto. Aunque cumplía
lo debido, imposible
era pensar que nadie lanzase tal ataque.
El frente estaba lejos. Brillaba el cielo indemne.
Y todo hay que decirlo:
hacía mucho tiempo que no comía cordero,
ni comía pan blanco, como allí, en retaguardia.
¡Parecía tan fácil la paz! No se entendían
la ira y la mentira.
A veces visitaba nuestro árbol de Guernica,
y miraba el azul,
un azul que duró todos aquellos días,
un ancho azul tranquilo que nada parecía
podría perturbar, marzo querido.
¡Ay, quién diría
que a poco de marcharme zumbaría en el cielo,
en ese mismo cielo que parecía indemne,
limpio de mancha y leve,
el horror de una muerte mecánica y salvaje!
¡Ay, quién diría!
¡Ay, dilo tú si puedes, Gernikako Arbola,
dilo con tu raíz, tus ramas y tus niños,
dilo si eso es posible,
di con la libertad de los vascos antiguos,
con el temblor de fronda que cubre el país entero
y dice lo que somos, diciendo lo que fuimos!
¡Ay, si es posible, dilo!
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A Blas de Otero

Amigo Blas de Otero: Porque sé que tú existes,
y porque el mundo existe, y yo también existo,
porque tú y yo y el mundo nos estamos muriendo,
gastando nuestras vueltas como quien no hace nada,
quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo
de este dolor que insiste en todo lo que existe.

Vamos a ver, amigo, si esto puede aguantarse:
El semillero hirviente de un corazón podrido,
los mordiscos chiquitos de las larvas hambrientas,
los días cualesquiera que nos comen por dentro,
la carga de miseria, la experiencia —un residuo—,
las penas amasadas con lento polvo y llanto.

Nos estamos muriendo por los cuatro costados,
y también por el quinto de un Dios que no entendemos.
Los metales furiosos, los mohos del cansancio,
los ácidos borrachos de amarguras antiguas,
las corrupciones vivas, las penas materiales...
todo esto —tú sabes—, todo esto y lo otro.

Tú sabes. No perdonas. Estás ardiendo vivo.
La llama que nos duele quería ser un ala.
Tú sabes y tu verso pone el grito en el cielo.
Tú, tan serio, tan hombre, tan de Dios aun si pecas,
sabes también por dentro de una angustia rampante,
de poemas prosaicos, de un amor sublevado.

Nuestra pena es tan vieja que quizá no sea humana:
ese mugido triste del mar abandonado,
ese temblor insomne de un follaje indistinto,
las montañas convulsas, el éter luminoso,
un ave que se ha vuelto invisible en el viento,
viven, dicen y sufren en nuestra propia carne.

Con los cuatro elementos de la sangre, los huesos,
el alma transparente y el yo opaco en su centro,
soy el agua sin forma que cambiando se irisa,
la inercia de la tierra sin memoria que pesa,
el aire estupefacto que en sí mismo se pierde,
el corazón que insiste tartamudo afirmando.

Soy creciente. Me muero. Soy materia. Palpito.
Soy un dolor antiguo como el mundo que aún dura.
He asumido en mi cuerpo la pasión, el misterio,
la esperanza, el pecado, el recuerdo, el cansancio,
Soy la instancia que elevan hacia un Dios excelente
la materia y el fuego, los latidos arcaicos.

Debo salvarlo todo si he de salvarme entero.
Soy coral, soy muchacha, soy sombra y aire nuevo,
soy el tordo en la zarza, soy la luz en el trino,
soy fuego sin sustancia, soy espacio en el canto,
soy estrella, soy tigre, soy niño y soy diamante
que proclaman y exigen que me haga Dios con ellos.

¡Si fuera yo quien sufre! ¡Si fuera Blas de Otero!
¡Si sólo fuera un hombre pequeñito que muere
sabiendo lo que sabe, pesando lo que pesa!
Mas es el mundo entero quien se exalta en nosotros
y es una vieja historia lo que aquí desemboca.
Ser hombre no es ser hombre. Ser hombre es otra cosa.

Invoco a los amantes, los mártires, los locos
que salen de sí mismos buscándose más altos.
Invoco a los valientes, los héroes, los obreros,
los hombres trabajados que duramente aguantan
y día a día ganan su pan, mas piden vino.
Invoco a los dolidos. Invoco a los ardientes.

Invoco a los que asaltan, hiriéndose, gloriosos,
la justicia exclusiva y el orden calculado,
las rutinas mortales, el bienestar virtuoso,
la condición finita del hombre que en sí acaba,
la consecuencia estricta, los daños absolutos.
Invoco a los que sufren rompiéndose y amando.

Tú también, Blas de Otero, chocas con las fronteras,
con la crueldad del tiempo, con límites absurdos,
con tu ciudad, tus días y un caer gota a gota,
con ese mal tremendo que no te explica nadie.
Irónicos zumbidos de aviones que pasan
y muertos boca arriba que no, no perdonamos.

A veces me parece que no comprendo nada,
ni este asfalto que piso, ni ese anuncio que miro.
Lo real me resulta increíble y remoto.
Hablo aquí y estoy lejos. Soy yo, pero soy otro.
Sonámbulo transcurro sin memoria ni afecto,
desprendido y sin peso, por lúcido ya loco.

Detrás de cada cosa hay otra cosa que es la misma,
idéntica y distinta, real y a un tiempo extraña.
Detrás de cada hombre un espejo repite
los gestos consabidos, mas lejos ya, muy lejos.
Detrás de Blas de Otero, Blas de Otero me mira,
quizá me da la vuelta y viene por mi espalda.

Hace aún pocos días caminábamos juntos
en el frío, en el miedo, en la noche de enero
rasa con sus estrellas declaradas lucientes,
y era raro sentirnos diferentes, andando.
Si tu codo rozaba por azar mi costado,
un temblor me decía: «Ese es otro, un misterio.»

Hablábamos distantes, inútiles, correctos,
distantes y vacíos porque Dios se ocultaba,
distintos en un tiempo y un lugar personales,
en las pisadas huecas, en un mirar furtivo,
en esto con que afirmo: «Yo, tú, él, hoy, mañana»,
en esto que separa y es dolor sin remedio.

Tuvimos aún que andar, cruzar calles vacías,
desfilar ante casas quizá nunca habitadas,
saber que una escalera por sí misma no acaba,
traspasar una puerta —lo que es siempre asombroso—,
saludar a otro amigo también raro y humano,
esperar que dijeras —era un milagro—: Dios al fin escuchaba.

Todo el dolor del mundo le atraía a nosotros.
Las iras eran santas; el amor, atrevido;
los árboles, los rayos, la materia, las olas,
salían en el hombre de un penar sin conciencia,
de un seguir por milenios, sin historia, perdidos.
Como quien dice «sí», dije Dios sin pensarlo.

Y vi que era posible vivir, seguir cantando.
Y vi que el mismo abismo de miseria medía
como una boca hambrienta, qué grande es la esperanza.
Con los cuatro elementos, más y menos que hombre,
sentí que era posible salvar el mundo entero,
salvarme en él, salvarlo, ser divino hasta en cuerpo.

Por eso, amigo mío, te recuerdo, llorando;
te recuerdo, riendo; te recuerdo, borracho;
pensando que soy bueno, mordiéndome las uñas,
con este yo enconado que no quiero que exista,
con eso que en ti canta, con eso en que me extingo
y digo derramado: amigo Blas de Otero.
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Morir

¡Ay tú, siempre lejana!
(Tu cuerpo poseído
me parece aún intacto.)
¡Ay, tu sonrisa esquiva!
¡Ay, tus palabras vagas!
Todo tan sin sentido
(adorable, imposible!)
que no eres tú, no es nada,
es la nada lo que amo
revestida de luces
que en suave piel resbalan.

Desnúdate, ¿qué importa?
Ya sólo sé morirme
y no mirarte. Canto
cierto nácar cambiante,
deseo con mil nombres
que aquí brilla variando,
ternura, o llanto, o dicha,
o -querida, querida, querida-
no saber qué se dice,
morir tu misma muerte,
rozarte así imposible.
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Tau-l

La bonita mentira de cada día
no engaña a nadie, pero ayuda a vivir, y exalta.
No pido más.

Amanece inundando.
Los pájaros cantores
cierran los circuitos eléctricos del día.
¡Es la belleza, es la vida!
La cabeza se enciende como una bombilla
a unos doscientos voltios de normal poesía.
¿Es la belleza? No sé.
Es el mundo habitual de la pereza
donde mis números sirven,
mis distancias miden,
mis ideas cuentan,
no se funde el aparato que en mí versifica.
¿Es la vida?
Sé que hay otra
más real, más escondida, menos mía,
pero ésta es mi alegría, mi mentira,
y los átomos me dejan de momento
que viva en mi fantasía,
es decir, en lo vulgar
del día que es tan sólo un cada día
sin más, normal,
fabulosamente real.
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Poesía, Sociedad Anónima

Como yo no soy yo, represento a cualquiera
y le presto mi voz a quien aún no la tenga;
o repito otras voces que siento como mías
aunque, hasta sin querer, siempre de otra manera.
Parezco personal, mas digo lo sabido
por otros hace siglos. O quizás, ayer mismo.
Ojalá me repitan sin recordar quien fui
como ahora yo repito a un anónimo amigo.
¡Oh futuro perfecto! No hay otra permanencia
que la de ser un eco corregido por otros
que no sabrán mi nombre, ni —espero— mi aventura.
Tampoco yo sé bien quién habla en mi conciencia.
Si algún día un muchacho nos plagia sin saberlo
y en él, lo ya sabido, vuelve a ser un invento,
estaremos en él, invisibles, reales,
como otros, ahora en mí, son corazón de un ave.
Es eso, y no los versos guardados en los libros,
lo que, venciendo el tiempo, sin forma durará
en la obra colectiva y anónima, aún en ciernes,
transformando y creando conciencia impersonal.
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